26 abril, 2013

¿De los dos caminos, el chino y el brasileño, cuál escogeremos?

Ángel Verdugo
Uno entrega efectivo y concreta reformas menores, y el otro, apoyado en un gobierno dictatorial transforma la economía. 
¿De los dos caminos, el chino y el brasileño, cuál escogeremos?
El miércoles escribí que el hambre está de moda en México, y que lo estará de aquí a noviembre de 2018. Además, pregunté si la presencia de “El Hambre” en el discurso oficial significará su erradicación.
Para responder, antes preguntemos qué países han obtenido en los últimos 20 o 30 años éxitos significativos y permanentes en la lucha por erradicar el hambre en sus sociedades. Dos son los referentes o modelos obligados: el de la República Popular China, y el de Brasil.
La mayoría de los países que buscan resolver problemas como el hambre, la marginación y la pobreza, centran su estrategia en “combatir la pobreza”; identifican así, a la pobreza como la causa y al hambre y la marginación como efectos.


Brasil, seguramente por el nivel ofensivo del hambre que afectaba a millones de sus habitantes y por la rentabilidad electoral que un programa así genera —más cuando gira alrededor de la entrega de efectivo—, privilegió “la lucha contra el hambre”. Éste fue el programa consentido del ex presidente Da Silva. Al final, diría alguien, “el hambre da votos”; allá y aquí.
La popularidad del programa Fome Zero y los efectos positivos que según muchos tuvo éste, ni fueron tantos ni tampoco permanentes; más bien se debió a la entrega de efectivo. El presidente Da Silva, prefirió irse por esta vía antes que continuar con las reformas estructurales y el saneamiento de las finanzas públicas como hizo Henrique Cardoso, su antecesor.
Éste, prefirió actuar como un verdadero jefe de Estado y privilegió lo que había que hacer: reformas estructurales, una política monetaria responsable y el combate a la inflación. Entendió que su tarea era gobernar, no buscar ser popular.
Su herencia, un Brasil con futuro, fue lo que recibió Da Silva y éste, prefirió ser popular antes que gobernar con visión de futuro. Por eso, hoy es un ídolo entre los que ignoran qué es gobernar mientras que a Cardoso, pocos lo recuerdan como el que sentó las bases del Brasil del futuro.
Tenemos pues, dos modelos para enfrentar la pobreza; Da Silva prefirió, como dije, privilegiar los apoyos en efectivo y se olvidó de las reformas económicas estructurales. Por el contrario, la República Popular China (por razones fáciles de entender: número de habitantes, la capacidad de trabajo y ambición de mejoría del pueblo chino y sobre todo, por el control absoluto que ejerce un gobierno dictatorial que todo lo facilita), tomó el camino en el cual no están incluidas las entregas de efectivo sino las reformas (¿recuerda al gato que “sin importar su color, caza ratones”?).
El gobierno chino no necesitaba la rentabilidad electoral que aquéllas generan porque, su modelo está basado en el autoritarismo y el control absoluto que ejerce, en la estructura gubernamental, el Partido Comunista Chino.
Dos modelos diferentes; uno entrega efectivo y concreta reformas menores que permiten cierta libertad individual y el otro, apoyado en un gobierno dictatorial y un solo partido, transforma profundamente la economía. Los dos tienen méritos, a la vez que grandes limitaciones. Hoy, ¿cuál es la ruta a seguir de México para combatir la pobreza?
¿Cuál seguiremos? ¿Nos contentaremos con dar dinero, para dejar de lado las reformas estructurales profundas y efectivas? ¿Buscaremos contar con un gobierno como el chino, para en poco tiempo modernizar al país y dar resultados?
¿Con cuál de los dos erradicaremos el hambre? ¿O preferiremos combinar los dos?

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