Pasado hoy vuelve a ser noticia gracias a
WikiLeaks
por Juan Ramón Bustillos
El último intento de “minimato” no fue el de Luis Echeverría sobre José López
Portillo, sino el de Felipe Calderón sobre Ernesto Cordero. Este lo evitó
Josefina Vázquez Mota, y aquel, el Presidente, auxiliado por Javier García
Paniagua y Gustavo Díaz Ordaz.
John Jova, el embajador
norteamericano que, según revela WikiLeaks, informó al Departamento de Estado
sobre las presuntas intenciones de Luis Echeverría de asesinar a su sucesor
para extender su mandato presidencial, no recogió rumores, sino que puso en
papel lo que el propio López Portillo temía.
Rodolfo Landeros, que
fue el jefe de prensa de López Portillo en la Secretaría de Hacienda, el PRI y
una temporada en la Presidencia, comentaba a sus amigos los temores de su jefe
en ocasión de un viaje que como Presidente electo debió realizar a Guatemala.
Temía morir o,
simplemente, que le impidieran el regreso a territorio nacional.
Tomó providencias,
una de ellas poner marcaje personal a Emilio Azcárraga para tener a su
disposición la televisión, a fin de poder dirigirse a la nación y denunciar a
quien intentaba evitarle tomar posesión.
Echeverría y López
Portillo coincidieron en la secundaria número 8 del Distrito Federal, es decir,
fueron amigos desde niños; ya jóvenes, recorrieron América del Sur. Don Pepe,
sin embargo, fue candidato contra los deseos de su amigo, que prefería a Mario
Moya Palencia, por los desplantes de la esposa de éste, que resultaban
intolerantes a doña María Esther Zuno, una mujer con tanto o más poder que
Marta Sahagún.
López Portillo llegó
sin problemas a la Presidencia porque gracias a los problemas internas del PAN
no tuvo contrincante.
Frustrado cualquier
intento de evitarle tomar posesión, el Presidente percibió intentos de
Echeverría de ejercer como su tutor. Fue entonces que con descaro se empezó a
hablar de “minimato”, en comparación al que ejerció Plutarco Elías Calles sobre
varios presidentes, hasta que Lázaro Cárdenas lo envió al exilio.
Hubo quienes se
atrevían a ir a San Jerónimo, al domicilio de Echeverría, a solicitar ayuda
para obtener candidaturas a gobernador. Para poner fin a este peregrinaje, el
entonces líder nacional del PRI, Gustavo Carvajal, dijo que quienes buscaban la
ayuda del ex Presidente recibían “el beso del diablo”.
El Presidente debió
jugar carambola de tres bandas. Don Javier García Paniagua, que guardaba
diferencias personales con Echeverría, pronunció un memorable discurso en el
Monumento a la Revolución.
Recordó a Lázaro
Cárdenas mirando las olas del mar en las playas de Michoacán; según ese relato,
el insigne revolucionario comprendió que sólo las olas regresan y que, con base
en ello, llegó a la conclusión de la perversidad que encierra intentar volver a
ejercer el poder.
Echeverría entendió
el mensaje.
De manera simultánea,
López Portillo convenció al ex Presidente Gustavo Díaz Ordaz de aceptar la
embajada en Madrid para, así, darle pretexto de enviar a Echeverría a las Islas
Fiji; en realidad, la sede era Australia.
Díaz Ordaz aceptó, a
pesar de que sabía que debía pasar el trago amargo, como ocurrió, de enfrentar
a los recuerdos de 1968 en una conferencia de prensa en la Secretaría de
Relaciones Exteriores, como ocurrió.
Así fue como abortó
el último intento real de “minimato”. Años después, Echeverría regresó a México
para pelear con su familia y los prestanombres que se quedaron con sus bienes;
además, sufrió la afrenta de aceptar que su adorada nuera, Rosa Luz Alegría, se
convirtiera en pareja sentimental de López Portillo.
Aquel pasado hoy
vuelve a ser noticia gracias a WikiLeaks, que saca del archivero los papeles
del embajador Jova detallando la estrategia de Echeverría.
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