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La presidenta argentina no tiene intención de tensar la cuerda con el Papa Francisco, pero es evidente que no le tiene fe ciega
«Cristina era y es católica por convicción y, como muchos,
pasó por periodos de alejamiento y contradicciones con su fe. De enojos
con Dios. Es creyente pero no fanática». La descripción de Olga Wornat,
autora de «Reina Cristina», primera biografía de la presidenta
argentina, se ajusta a la verdad. Dicho esto, también son ciertas sus
tensiones con la Iglesia que son anteriores a la proclamación de Jorge Bergoglio como Francisco.
La viuda de Néstor Kirchner
recibió una carta del Pontífice el 20 de marzo, después de ser recibida
en el Vaticano. En la misma, Francisco le pedía que enviara sus saludos
«al amadísimo pueblo argentino». Asimismo, instaba, «a los que están
constituidos en autoridad, a que busquen en el servicio su mejor aliado y
trabajen infatigablemente por tejer lazos que afiancen la concordia, el
diálogo, la reconciliación y el entendimiento entre todos». La jefa del
Estado no la hizo publica pero su contenido se difundió, un mes más
tarde, en el diario «La Nación».
El Gobierno siguió, y sigue, guardando silencio sobre la misiva.
El episodio pone de manifiesto la escasa receptividad de Cristina Fernández de Kirchner
a los mensajes del Vaticano. Durante la ceremonia de entronización de
Francisco la presidenta de Argentina se mostró muy afectada. Aquellas
imágenes hicieron pensar que se abría una nueva etapa con la persona a
la que su marido consideraba «el jefe de la oposición» cuando ejercía de
arzobispo de Buenos Aires. En poco tiempo parece que esos pronósticos
no eran totalmente acertados, aunque algo ha cambiado.
Al acto de asunción de Monseñor Mario Poli, como sucesor de
Bergoglio en el Arzobispado de Buenos Aires, acudió la plana mayor del
Gobierno. El vicepresidente, Amado Boudou,
el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, los ministros de Interior
y Transporte, Florencio Randazzo, la de Desarrollo Social y cuñada de
la Presidenta, Alicia Kirchner, el de Educación, Alberto Sileoni, el de
Justicia, Julio Alak y la de Producción, Debora Giorgi. Cristina
Fernández se excusó porque estaba en Caracas en el acto de investidura
de Nicolás Maduro.
El gesto, dado los antecedentes, no era menor. Definitivamente, la
presidenta de Argentina no tiene intención de tensar la cuerda con el
Pontífice pero no le tiene fe ciega.
La presidenta se mueve con desconfianza en todos los
terrenos y el de la Iglesia no es diferente. Lo mismo sucedía con su
marido, Néstor Kirchner. Ambos se casaron en el Registro Civil de La
Plata (capital de la provincia de Buenos aires) en 1975 pero no pasaron
por la Vicaría. Ambos hicieron la Primera Comunión y se definen
católicos, pero el Sacramento del matrimonio lo ignoraron y tampoco eran
de misa semanal.
Interés obligado
La presidenta ingresó a los 15 años «al Colegio de la Misericordia, de la Plata. Fue más una elección vinculada al incipiente ascenso social de la familia Fernández que a convicciones religiosas»,
asegura Walter Curia, autor de «El último peronista. La cara oculta de
Kirchner». Olga Wornat, por su parte, reflexiona: «Las chicas
provenientes de otros colegios difícilmente lograban la estima y el
respeto que las religiosas tenían por las que conocían desde niñas y
habían sido moldeadas y educadas con las más profundas convicciones
católicas». Ese incentivo era suficiente para Cristina Fernández pero,
además, Wornat ratifica que la presidenta es «católica por convicción».
Ella y su difunto marido fueron «educados en el catolicismo
–ambos hicieron la primera comunión– pero si bien no han llegado al
punto de la apostasía –como cuando Kirchner confesó en una ocasión haber
dejado de ser peronista– la religión es algo de otra etapa, lejana, de
sus vidas», describió Curia.
Al expresidente, le atribuye una frase pronunciada a
finales del 2005, «en respuesta a un muy duro documento del Episcopado
que daba por inaugurada la gestión del cardenal Bergoglio: “A mi la
iglesia no me interesa”». En el caso de su viuda, la historia reciente
ha hecho que su interés sea obligado: El Papa es argentino. Ella y el país, también.
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