22 abril, 2013

La superpotencia contra un chavito de 19 años

Leo Zuckermann

La superpotencia contra un chavito de 19 años
Qué tiempos más raros nos ha tocado vivir. Es lo que pensé el viernes cuando seguí por televisión, con mucho interés, y también algo de morbo, la persecución de Dzhokhar Tsarnaev, uno de los presuntos terroristas que llevaron a cabo el atentado del Maratón de Boston del lunes pasado. Miles de policías y militares de Estados Unidos buscando a un chavito de 19 años que, encima, se sospechaba que estaba herido. Era impresionante: uniformados de todo tipo de corporaciones policíacas y castrenses, armados hasta los dientes, con vehículos de combate, apoyados por helicópteros Black Hawks, en una ciudad paralizada para “cazar” al presunto terrorista.


Pero resulta que este terrorista tenía la cara de un muchacho incapaz de matar a una mosca. CNN entrevistaba a gente que conocía a Dzhokhar en la zona metropolitana de Boston. Todos sus amigos, maestros y entrenadores coincidían: era un buen tipo. Amable, trabajador, capitán del equipo de lucha de su escuela, era una adolescente “normal” que estudiaba en la Universidad de Massachusetts. Fumaba mariguana, le gustaba la música, tuiteaba mucho y hablaba poco de política. La ciudad de Cambridge, adyacente a Boston, incluso le había dado una beca académica.
Dzhokhar nació en 1993 en Chechenia. Inmigró a Estados Unidos en 2002 con su familia. Solicitaron y les fue concedido el asilo en este país. El 11 de septiembre de 2012, el joven se convirtió en ciudadano estadunidense. Mientras un Ejército de la superpotencia lo buscaba por las calles del suburbio de Watertown, muchos nos preguntábamos cómo era posible que un joven así, que se veía tan normal e inocente, hubiera planeado y ejecutado un acto terrorista que dejó tres muertos y cientos de heridos, muchos en condición crítica.
En la televisión, algunos comentaristas conjeturaban que, en realidad, el cerebro de la operación había sido su hermano mayor, Tamerlan Tsarnaev, quien había muerto unas horas antes en la persecución policiaca. Este joven de 26 años de edad, se informaba, había hecho el año pasado una visita de seis meses a Rusia y, a su regreso, fue entrevistado por el FBI a petición de un gobierno extranjero que lo vinculaba con grupos políticos radicales. Pero no pasó nada. El FBI lo dejó ir. La pregunta es si convenció a su hermano menor de poner las bombas en la meta del Maratón de Boston.
Para Fox News, a diferencia de CNN que tenía una cobertura más cuidada y equilibrada, el asunto era irrelevante porque aquí la cosa era más simple: estábamos frente a un par de miserables yihaidistas musulmanes que pretendían borrar del mapa a los cristianos estadunidenses. Y es que los hermanos chechenios efectivamente profesaban la religión islámica, aunque no había evidencia de que simpatizaran con grupos fundamentalistas.
La noche caía en Boston cuando se informó que el virtual toque de queda sobre la ciudad se levantaba. La policía seguiría buscando a Dzhokhar pero la gente ya podía salir a las calles. Fue entonces que una persona vio rastros de sangre que llegaban a un bote cubierto por una lona. La levantó y vio a una persona herida. Llamó a la policía quien envió un robot para destapar la lona. Ahí se encontraba el joven herido. Al parecer hubo un intercambio de balazos (los hermanos, en el intento de fuga que hicieron una vez que el FBI publicó sus fotografías como los sospechosos del atentado terrorista, se armaron y, en una larga persecución que comenzó ese viernes en la madrugada, mataron a un policía e hirieron a otro).
La superpotencia finalmente atrapó a Dzhokhar en el bote estacionado en la parte posterior de una casa. Lo enviaron a un hospital donde permanece en estado crítico, aunque su vida no peligra. Con el chavito de 19 años hospitalizado, los políticos declararon la victoria: los alcaldes de la zona, el gobernador de Massachussets y el presidente Obama. En las calles de Boston, la gente salió a aplaudirles a policías y militares. Emocionados, gritaban “U-S-A, U-S-A”.
Extraños tiempos estos en que dos jóvenes, que parecen normales e inofensivos, resultan terroristas que matan y hieren a inocentes. Un país que moviliza a un Ejército entero para atrapar a un chavito de 19 años herido. Unos medios de comunicación que, conforme van informando en tiempo real, exacerban un patriotismo infumable. Y una sociedad que festeja la detención del nuevo rostro imberbe del terrorismo mundial como si ese país hubiera ganado otra guerra mundial.
En Hollywood seguramente ya están escribiendo el guión de esta estrambótica historia.

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