29 abril, 2013

Las justificaciones de Calderón



Las justificaciones de Calderón

En Harvard no se vale mentir; contrario a lo que dijo ante un auditorio, el ex Presidente sí contó una oposición leal, sobre todo del PRI
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Los contratantes, en Harvard, de Felipe Calderón deben darle un buen jalón de orejas y exigirle que hable con la verdad o, por lo menos, que no le falte al respeto a sus auditorios y los trate como lo que son, personas adultas, informadas e inteligentes.
 
El ex presidente mexicano elogió el Pacto por México, promovido por Enrique Peña Nieto con el PAN, el PRI y el PRD (al final se adhirió el Partido Verde), para dolerse de no haber contado, durante su gobierno, con una oposición leal.

Miente el ex presidente.

La diferencia fundamental de su gobierno con el de su antecesor panista, Vicente Fox, fue, precisamente, la fiebre reformista.

Para no abusar del espacio, refirámonos a dos fundamentales, como la energética, que dio paso a los llamados “contratos incentivados”, y la política, que permitirá la postulación de candidatos independientes en cuanto el Congreso de la Unión apruebe la ley secundaria.

Hay muchas más, pero refirámonos, también, a la Reforma Laboral (“preferente”, porque es producto de la Reforma Política”), que fue aprobada al final de su mandato y que él mismo promulgó.

En estas, como en otras muchas, Calderón contó con la lealtad de la oposición, en especial la del PRI.

Por ejemplo, fue por generosidad de Enrique Peña Nieto que logró promulgar la Laboral; por Manlio Fabio Beltrones, que ya comandaba a la bancada priísta en la Cámara de Diputados, la promulgación habría ocurrido en el nuevo sexenio.

Desde luego, no existió un “Pacto” como tal, pero
cuantas veces acordó con Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Francisco Rojas, las reformas salieron.

 

 

EL PROMOTOR DE LAS ALIANZAS


En realidad, Calderón fue el gran promotor de las alianzas… electorales. Durante su sexenio, el PAN hizo alianza con el PRD para arrebatar gubernaturas al PRI.

Beltrones las llamó “alianzas contra natura” y el gran operador fue César Nava, que de la secretaría particular de la Presidencia de la República pasó a la Cámara de Diputados y a dirigir al PAN.

De hecho, con Calderón se hacían alianzas con la oposición y se firmaban pactos para impedir otras.

Tal vez Felipe ya olvidó que Nava firmó, en su calidad de líder nacional del PAN, un convenio con Beatriz Paredes, lideresa del PRI, para no ir en alianza con el PRD en el Estado de México. 

Testigos de honor fueron el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, y el del Gobierno mexiquense, Luis Miranda, hoy subsecretario de Miguel Osorio Chong.

Es más, debido a un error de la secretaria que pasó en limpio el documento, el convenio debió ser firmado hasta en dos ocasiones. El original fue destruido y Miranda recorrió las oficinas de los comprometidos recabando las firmas; la última en hacerlo fue Paredes.

El desenlace fue que Nava reconoció, públicamente, haberse comprometido con el PRI a no ir en alianza con el PRD en el Estado de México, luego rompió en pedacitos el documento y se los tragó.

 

 

DESLEALTAD CON GÓMEZ MONT


En sus lamentos, Calderón golpea en los bajos al ex secretario de Gobernación, Gómez Mont.

La verdad es que el ex presidente lo dejó colgado de la brocha una y otra vez.

Antes que en el Estado de México, Gómez Mont acordó con los priístas que el PAN no haría alianza con el PRD en Oaxaca. El secretario de Gobernación ofreció a Ulises Ruiz firmar el acuerdo, pero el gobernador le dijo que confiaba en su palabra.

Gómez Mont usó el teléfono y comentó al presidente lo acordado con el oaxaqueño; una vez que tuvo autorización, se comprometió, con Ulises, a que el PAN no apoyaría a Gabino Cué.

Fue con el rompimiento de estos acuerdos que Gómez Mont acudió a Los Pinos y, con toda dignidad, presentó su renuncia; Calderón le rogó permanecer hasta después de las elecciones, para no dar paso a una crisis política mayor; en respuesta leal, el responsable de la política interior del país sólo renunció a su militancia partidista; posteriormente lo hizo como secretario de Gobernación.

Calderón comentó a su auditorio que las posibilidades de acordar con el Congreso murieron con Juan Camilo Mouriño, su segundo secretario de Gobernación. 

En realidad, se acabaron con el trato que dio a Gómez Mont.
Calderón es una figura incómoda, incluso en su partido, mientras don Fernando sigue siendo una figura respetada por todas las fuerzas políticas. 

¿Qué podía hacer Gómez Mont si lo que acordaba en representación del presidente, éste lo incumplía?

En definitiva, Calderón se equivocó en la composición de sus gabinetes. Beltrones calificó a su gobierno de “cuates y cuotas”; éstas últimas fueron las de la profesora Elba Esther Gordillo.

Al primero en destruir fue a Francisco Javier Ramírez Acuña, el ex gobernador jalisciense que retiró de Gobernación para meter, con calzador, a Mouriño.

Defenestrado Gómez Mont, Calderón cayó en excesos. Designó secretario de Gobernación a Francisco Blake Mora, cuyo único mérito fue haber sido una especie de su guardaespaldas en la Cámara de Diputados, y luego el cargo recayó en Alejandro Poiré, sobre quien lo mejor es obviar comentarios.

Nunca antes la Secretaría de Gobernación había caído tan bajo.

Fue tal la laguna creada en Gobernación que Alejandra Sota debió llenarla.

En definitiva, los lamentos de Calderón no tienen fundamento. En los 12 años de la era panista, su sexenio se caracterizó, precisamente, por el trabajo legislativo, que, sin duda, dominó el PRI gracias a la dupla Manlio Fabio Beltrones-Emilio Gamboa; luego, la situación se le complicó, sobre todo cuando pretendió la aprobación de una Reforma Laboral elaborada por priístas, por encargo panista, para cargar el costo político al entonces gobernador Enrique Peña Nieto.

La verdad indiscutible es que el legado legislativo de Calderón es importante gracias a que el PRI se comportó como la oposición que aprendió a ser
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