Las justificaciones de Calderón
En Harvard no se vale mentir; contrario a
lo que dijo ante un auditorio, el ex Presidente sí contó una oposición leal,
sobre todo del PRI
por Francisco Bustillos
Los contratantes, en Harvard, de Felipe Calderón deben darle un buen jalón de orejas y exigirle que hable con la verdad o, por lo menos, que no le falte al respeto a sus auditorios y los trate como lo que son, personas adultas, informadas e inteligentes.
El ex presidente
mexicano elogió el Pacto por México, promovido por Enrique Peña Nieto con el
PAN, el PRI y el PRD (al final se adhirió el Partido Verde), para dolerse de no
haber contado, durante su gobierno, con una oposición leal.
Miente el ex
presidente.
La diferencia
fundamental de su gobierno con el de su antecesor panista, Vicente Fox, fue,
precisamente, la fiebre reformista.
Para no abusar del
espacio, refirámonos a dos fundamentales, como la energética, que dio paso a
los llamados “contratos incentivados”, y la política, que permitirá la
postulación de candidatos independientes en cuanto el Congreso de la Unión
apruebe la ley secundaria.
Hay muchas más, pero
refirámonos, también, a la Reforma Laboral (“preferente”, porque es producto de
la Reforma Política”), que fue aprobada al final de su mandato y que él mismo
promulgó.
En estas, como en
otras muchas, Calderón contó con la lealtad de
la oposición, en especial la del PRI.
Por ejemplo, fue por
generosidad de Enrique Peña Nieto que logró promulgar la Laboral; por Manlio
Fabio Beltrones, que ya comandaba a la bancada priísta en la Cámara de
Diputados, la promulgación habría ocurrido en el nuevo sexenio.
Desde luego, no existió
un “Pacto” como tal, pero
cuantas veces acordó
con Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Francisco Rojas, las reformas
salieron.
EL PROMOTOR DE LAS ALIANZAS
En realidad, Calderón fue el gran promotor de las alianzas…
electorales. Durante su sexenio, el PAN hizo alianza con el PRD para
arrebatar gubernaturas al PRI.
Beltrones las llamó
“alianzas contra natura” y el gran operador fue César Nava, que de la
secretaría particular de la Presidencia de la República pasó a la Cámara de
Diputados y a dirigir al PAN.
De hecho, con
Calderón se hacían alianzas con la oposición y
se firmaban pactos para impedir otras.
Tal vez Felipe ya
olvidó que Nava firmó, en su calidad de líder nacional del PAN, un convenio con
Beatriz Paredes, lideresa del PRI, para no ir en alianza con el PRD en el
Estado de México.
Testigos de honor
fueron el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, y el del Gobierno
mexiquense, Luis Miranda, hoy subsecretario de Miguel Osorio Chong.
Es más, debido a un
error de la secretaria que pasó en limpio el documento, el convenio debió ser
firmado hasta en dos ocasiones. El original fue destruido y Miranda recorrió
las oficinas de los comprometidos recabando las firmas; la última en hacerlo
fue Paredes.
El desenlace fue que
Nava reconoció, públicamente, haberse comprometido con el PRI a no ir en
alianza con el PRD en el Estado de México, luego
rompió en pedacitos el documento y se los tragó.
DESLEALTAD CON GÓMEZ MONT
En sus lamentos,
Calderón golpea en los bajos al ex secretario de Gobernación, Gómez Mont.
La verdad es que el
ex presidente lo dejó colgado de la brocha una y
otra vez.
Antes que en el
Estado de México, Gómez Mont acordó con los priístas que el PAN no haría
alianza con el PRD en Oaxaca. El secretario de Gobernación ofreció a Ulises
Ruiz firmar el acuerdo, pero el gobernador le dijo que confiaba en su palabra.
Gómez Mont usó el
teléfono y comentó al presidente lo acordado con el oaxaqueño; una vez que tuvo
autorización, se comprometió, con Ulises, a que el PAN no apoyaría a Gabino
Cué.
Fue con el
rompimiento de estos acuerdos que Gómez Mont acudió a Los Pinos y, con toda
dignidad, presentó su renuncia; Calderón le rogó permanecer hasta después de
las elecciones, para no dar paso a una crisis política mayor; en respuesta
leal, el responsable de la política interior del país sólo renunció a su militancia partidista; posteriormente
lo hizo como secretario de Gobernación.
Calderón comentó a su
auditorio que las posibilidades de acordar con el Congreso murieron con Juan
Camilo Mouriño, su segundo secretario de Gobernación.
En realidad, se acabaron con el trato que dio a Gómez Mont.
Calderón es una figura incómoda, incluso en su partido,
mientras don Fernando sigue siendo una figura respetada por todas las fuerzas
políticas.
¿Qué podía hacer
Gómez Mont si lo que acordaba en representación del presidente, éste lo
incumplía?
En definitiva,
Calderón se equivocó en la composición de sus gabinetes. Beltrones calificó a
su gobierno de “cuates y cuotas”;
éstas últimas fueron las de la profesora Elba Esther Gordillo.
Al primero en
destruir fue a Francisco Javier Ramírez Acuña, el ex gobernador jalisciense que
retiró de Gobernación para meter, con calzador,
a Mouriño.
Defenestrado Gómez
Mont, Calderón cayó en excesos. Designó secretario de Gobernación a Francisco
Blake Mora, cuyo único mérito fue haber sido una
especie de su guardaespaldas en la Cámara de Diputados, y luego el
cargo recayó en Alejandro Poiré, sobre quien lo mejor es obviar comentarios.
Nunca antes la
Secretaría de Gobernación había caído tan bajo.
Fue tal la laguna
creada en Gobernación que Alejandra Sota debió llenarla.
En definitiva, los lamentos de Calderón no tienen fundamento.
En los 12 años de la era panista, su sexenio se caracterizó, precisamente, por
el trabajo legislativo, que, sin duda, dominó el PRI gracias a la dupla Manlio
Fabio Beltrones-Emilio Gamboa; luego, la situación se le complicó, sobre todo
cuando pretendió la aprobación de una Reforma Laboral elaborada por priístas,
por encargo panista, para cargar el costo político al entonces gobernador
Enrique Peña Nieto.
La verdad
indiscutible es que el legado legislativo de
Calderón es importante gracias a que el PRI se comportó como la oposición que
aprendió a ser
.
.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario