Cuando Porfirio Díaz abordada el
buque, Ypiranga, que lo llevara al exilio luego del levantamiento de
Francisco I. Madero, con boca de profeta afirmaba: "No tiene idea
Panchito del tigre que acaba de liberar". Pero lo que lo que le faltó
advertir a don Porfirio es que no sólo sería un tigre, lo que se estaba
liberando era un zoológico que luego, lentamente devoraría el País.
El periodista Bernard Goldberg, recientemente publicó un excelente libro
titulado; "The 100 people who are screwing up America", en él
identifica a los personajes que, en estos momentos cruciales para los
EU, contribuyen a mantener el País en una situación de grave
problemática. Son esas las 100 anclas colgadas del cuello de los
norteamericanos que han provocado el país sufra una penosa enfermedad
que cada día lo debilita más.
Pero en México también podemos incrustar el bisturí en la anatomía del
enfermo y encontraremos los tumores cancerosos que amenazan la vida del
paciente. Ante esa primera incisión podemos identificar la punta de un
corpulento iceberg que, sumergido en las profundidades del océano,
apunta con hacia ese Titanic llamado México con toda la potencia de su
dimensión para provocar un naufragio, o mejor, mantenerlo encallado en
la mediocridad para seguirlo saqueando, cuando no se puede defender.
Esta gusanera que devora el País es simplemente la consecuencia mutante
de nuestra historia. El México colonial oprimido por España y la Sagrada
Inquisición. El independiente que mantuvo el mismo ropaje de la
tiránica Corona española, y las cadenas de una Iglesia católica con
aroma a Torquemada. Llegaría entonces el revolucionario, gestor de los
horripilantes abortos que durante un siglo le han servido al País noches
de pesadillas, y una sociedad civil tan alfeñique que inspirara la obra
de Harrison: Subdesarrollo es un estado mental.
El escritor, Carlos Alberto Montaner, en una de sus obras, luego de
reafirmar el vergonzoso subdesarrollo latinoamericano, señala sus
causantes análisis que pareciera especial para México. ¿Culpables? La
respuesta es un rotundo sí, las élites del País. Los grupos que orientan
cada paso de la sociedad actuando bajo cierta estructura de
presupuestos intelectuales erróneos y contrarios a lo que produce el
avance de los pueblos. Los responsables principales son la mayor parte
de quienes ocupan posiciones de liderazgo en las estructuras sociales.
Aquellos hijos de la historia quienes, con una visión nebulosa,
creencias equivocadas y conductas impropias, alimentan un entorno que
perpetúa la pobreza y la opresión.
Los primeros son políticos cuyo desprestigio es tal que, para ser
elegidos, tienen que demostrar no ser practicantes de esa deshonrosa
profesión. Que su filiación es otra, actores, empresarios, atletas,
cualquier cosa menos políticos. ¿Por qué? Entre la multitud de causas
sobresale la gran corrupción que por regla ha permanecido impune, pero
en épocas de crisis las sociedades son vengativas con los saqueadores
del País. Pero también, ante su claro deseo de perpetuar el status quo
con sus interminables privilegios, temen esa sociedad les cobra la
factura.
La pasarela continúa con los empresarios. Una de las ironías de México
es la acusación en contra del desalmado capitalismo salvaje. Pero la
verdadera tragedia es que en México hay muy pocos capitalistas sin temor
al riesgo, la aventura y la innovación, sobran aquellos jugando albures
con cartas marcadas las que, mediante un rito especial, el mismo
Gobierno es el responsable de su distribución con las habilidades del
mejor croupier. Ellos son los buscadores de rentas en sus relaciones con
el poder político, no de ganancias creando valor en un mercado libre.
Son empresarios que, para obtener esos privilegios, reparten su botín
con los políticos responsables de las reglas. Es a ellos que se les
identifica con ese capitalismo salvaje.
Continuamos con los representantes de la Iglesia. Son aquellos
religiosos que mantienen una prédica en contra de la libertad, economía
de mercado y justifican la vulneración del Estado de Derecho al mismo
tiempo que condenan la riqueza y bendicen la pobreza. Pero más triste es
saber que adoptan esas actitudes armados de las mejores intenciones
convencidos, en su ignorancia, de su defensa por la justicia social,
cuando en realidad condenan a los pobres al fuego eterno de su miseria y
desesperación. Y es que "el camino hacia el infierno está empedrado de
buenas intenciones".
Aparecen ahora los intelectuales. Si en alguna parte del mundo esta
especie tiene Carte Blanche, es en México. La reputación que adquieren
por su prosa, por la mezcla de sus colores, se extiende a todos los
ámbitos de la vida pública y los convierte en sagrados todólogos
nacionales. Y cuando esos seres afirman, su contenido pasa a convertirse
en la sagrada escritura de nuestra cosmovisión. Por eso vimos a
Monsiváis debatiendo a Milton Friedman, Carlos Fuentes refutando los
escritos de Hayek, la Poniatoska destrozando a Buchanan y así, generan
un clima de hostilidad al establecimiento de una democracia liberal
hiriendo de muerte el futuro de todos los mexicanos.
Cerrando la fiesta emergen dos tipos especiales: los sindicatos
corruptos y los enlamados revolucionarios enemigos del mercado, de la
propiedad privada. Para ellos, la calidad del Estado se mide por la
cuantía del gasto social en que incurre sin entender que el propósito de
cualquier sociedad sana y digna, debe ser reducirlo paulatinamente
hasta que sea innecesario. No entienden que, con el entorno adecuado,
los ciudadanos pueden vivir de su trabajo y progresar y ahorrar sin las
trampas del Gobierno. Los sindicatos liderados por los herederos de don
Fidel parecen tener como objetivo acabar con las empresas.
Este es el zoológico en el cual fueron entrenados los especímenes que
identificamos como los tigres de don Porfirio y, para cerrar con broche
de oro, yo incluyo el venenoso sistema educativo en manos de burócratas
que durante tantos años ha deformado los idearios, valores y creencias
de la juventud. Un sistema al que, irresponsablemente, cierta gente les
delega la autoría en la formación ética y moral de sus hijos, sabiendo
que estos soldados del sistema son los más inmorales y faltos de ética, y
así tenemos el producto final:
Un País que se maquilla a base de firmas de relaciones publicas que
operan como cirujanos plásticos haciendo maravillas. Pero no importa
cuántos jaloncitos se dé o cuánto botox se inyecte. La suya será una
fachada que no logrará cargar con el peso de la realidad que hay detrás
de ella. Será el perfil de alguien que se hace una cirugía cosmética
pero no logra extirpar el tumor canceroso que encubre.
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