Un
editorial de “The Economist” señala que “Margaret Thatcher fue la
primera política británica desde Winston Churchill en ser tomada en
serio por los líderes de todas las grandes potencias”. Inglaterra desde
1945, terminada la Segunda Guerra Mundial, hasta la Revolución
Thatcheriana, a mediados de los 80, fue gobernada bajo el llamado
“socialismo Fabiano” o democrático que, a diferencia del socialismo
marxista violento, llegó al poder por la vía electoral, pero los
resultados económicos fueron parecidos a los de los gobiernos
socialistas marxistas.
Cuando Margaret Thatcher llegó al poder en 1979 había una crisis
económica crónica y creciente en Inglaterra. En el gobierno laborista
los grandes sindicatos imponían sus criterios en el sector del carbón y
educativo. Un sinnúmero de empresas estatales perdía dinero y no se le
veía fin a esa crisis.
Margaret Thatcher, llamada por el diario soviético “Estrella Roja” la
dama de hierro, redujo el Estado benefactor y corporativista que
predominaba en Inglaterra. Le marcó el alto a los grandes sindicatos,
entre ellos al de los mineros y maestros, redujo el déficit
presupuestal, la inflación y las tasas de impuestos. Terminó con los
subsidios indiscriminados, inició la privatización de empresas
estatales, que después se extendió en muchas partes del mundo y abolió
controles de precios y salarios, que desincentivaban la inversión.
El gurú intelectual de Margaret Thatcher fue Friedrich Hayek,
galardonado con el Premio Nobel de Economía. Thatcher no la tuvo fácil,
lo que ella llamó los “ajustes estructurales”, necesarios para recuperar
la economía inglesa (ahora reformas estructurales),le costaron huelgas,
presiones y críticas por parte de cientos de economistas keynesianos,
que le apostaban al Estado como motor de desarrollo.
En sus tiempos los cambios que realizó iban a contracorriente.
Después los aplicaron parcialmente en Alemania, Chile, China, India y en
México con Salinas, entre otros países. La última década del siglo
pasado y la primera del XXI, confirman que Margaret Thatcher tuvo razón
al reducir el capitalismo de estado y fomentar lo que llamó “capitalismo
popular”. Sus reformas son vigentes y en la misma dirección que las
llamadas reformas estructurales que necesita México.
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