La
megalomanía es una enfermedad. Los delirios de grandeza llevan a las
personas a perder el sentido de realidad. Terminan viviendo en un mundo
que sólo existe en sus cabezas. Este trastorno -instalado en el poder-
ha conducido a muchas naciones al abismo. Hitler con su imperio de mil
años, Stalin y Mao o Chávez no le hacen mal tercio. Pero en el otro
extremo está el complejo de inferioridad, atrapados en él las personas
no pueden asumir su verdadera dimensión. Dado que los complejos designan
síndromes personales, para hablar de una nación quizá deberíamos llamar
a esa actitud nacional Micromanía, delirio de pequeñez.
Si por la letra de las canciones populares fuera, México podría ser
catalogado de soberbio y arrogante, como México no hay dos. Pero en
nuestra vida pública padecemos micromanía, somos incapaces de reconocer
nuestra verdadera dimensión. Eso ha hecho que también pensemos el futuro
de México en pequeño. De entrada por el tamaño de su población de
seguir las actuales tendencias, para el 2050 México ocupará el décimo
primer lugar en un mundo con más de 190 estados nación. Diferentes
proyecciones de bancos y académicos sitúan -para la misma fecha- a la
economía mexicana entre el octavo y el décimo segundo lugar. Estas
predicciones pueden ser engañosas en términos de riqueza pues se
constituyen por el número de habitantes y su ingreso per capita. Por
arriba de México estarían naciones menos ricas pero con mucha más
población, India y China los más evidentes. Pero por debajo de nuestro
País habría países mucho más ricos como Suiza, Suecia o Noruega cuyo PIB
por persona será casi irremediablemente superior al nuestro. De todas
formas, por la combinación de ingreso y tamaño de la población, México
será un actor principal.
Pero a diferencia de otras naciones que se preparan y fomentan su
grandeza, México, aplastado por la micromanía, ha perdido capacidad para
pensar en grande. Mientras China construye decenas de aeropuertos,
ferrocarriles veloces y eficientes o presas como "Las 3 Gargantas" con
una capacidad de 22,500 megawatts, muy superior a la Itaipú de Brasil,
en México se cancelan sin gran asombro proyectos fantásticos y
necesarios para nuestro desarrollo como la presa La Parota en Guerrero.
Las autoridades fueron incapaces de convencer a unas decenas de
moradores de las áreas afectadas de la aceptación de una obra que se
calcula hubiera podido llevar agua y desarrollo a Acapulco y zonas
aledañas para los próximos 50 años, es decir beneficiar a millones de
mexicanos en una de las entidades más pobres del País. Eso con
independencia de la generación de energía para todo México.
Lo mismo ocurrió con un proyecto de parque eólico en Cozumel del cual ya
nadie se acuerda. No es anécdota. México tiene actualmente una
capacidad de generación eléctrica cercana a los 62 mil megawatts y nada
más en energía eólica hay durmiendo cerca de 50 mil. De la solar poco se
habla. México podría ser una de las economías más limpias, el asunto va
más allá del corazón verde, detrás están los bonos de carbono a pagar o
cobrar, es un asunto de prosperidad. Parece que del imprescindible
nuevo gran aeropuerto de la Ciudad de México se empieza a hablar pero
dejamos pasar la triste coyuntura del 11 de septiembre del 2001 sin
construir un aeropuerto concentrador o Hub en la península de Yucatán
que –por sí mismo- hubiese traído una enorme derrama de recursos.
Conagua, como el gran Teodoro González de León entre otros, manejan
desde hace años un proyecto de recuperación del Lago de Texcoco que
permitiría elevar la calidad de vida de cientos de miles de mexicanos.
Hace alredor de una década se comenzó a hablar de Punta Colonet, un
eslabonamiento de puertos multimodales y trenes que cruzaría la
península de Baja California y permitiría a México absorber la
saturación de puertos como San Diego y Los Ángeles. Por esa ruta la
introducción de mercancías al centro y al Este de la Unión Americana se
volvería mucho más eficiente. Don Carlos Bosch, el gran historiador de
origen catalán, desnudó una tozudez mexicana que él veía con claridad:
México le da la espalda a sus mares. Por geografía los puertos mexicanos
del Pacífico y del Golfo están llamados a jugar un papel central en
nuestra economía y sin embargo la marina mercante de nuestro País es
débil y la mayor parte de la flota pesquera está en quiebra, además de
que nos estamos acabando las pescaderías. De las potencialidades del
agro mexicano, el quinto país en lo que a biodiversidad se refiere, poco
hablamos, es una tragedia. En contraste Panamá, un país muy pequeño con
3.5 millones de habitantes sueña en grande. En el 2014 inaugurarán el
nuevo canal que multiplicará la capacidad del actual catapultando los
ingresos de ese país en el Siglo 21.
La micromanía empequeñece a las naciones y ancla la pobreza, pensar en
grande provoca lo contrario. Las naciones deben tener ilusiones
compartidas. Recuperar con realismo nuestro futuro es un imperativo. |
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