El vandalismo ya es demasiado grande. Y no es por la
reforma educativa. Lo que vemos en
Guerrero y Michoacán es una acción concertada. Nadie incendia edificios y
provoca con esa violencia al gobierno por la única razón de que desea un
instituto autónomo de evaluación educativa.
Los “maestros” de
Guerrero están aliados a los grupos de autodefensa, esa novedad armada que
surgió de la noche a la mañana para “proteger a la población”.
Ahí confluyen
dirigentes ligados a la guerrilla, concretamente al ERPI, y los intereses del
narcotráfico.
Ningún
partido ha mostrado tal perversidad como para alentar esa violencia.
Ningún dirigente político, por radical que sea, está en la sintonía de
incendiar literalmente al país.
Ahí hay guerrilla y
hay narco.
No estamos ante la
“protesta social”, como quieren ver algunos que se entusiasman con cualquier
ruido que afecte al gobierno —a lo que sea.
Se trata de una
acción concertada para debilitar al
gobierno y acorralarlo.
El único ganador con
un Estado ocupado en tareas de inteligencia para desactivar conflictos
sociales, es el narcotráfico.
Con un país en
convulsión, los ganadores son los narcos. Ellos crean estos ambientes.
Así ocurrió en
Colombia, con la cercanía entre guerrilla y bandas de narcotraficantes. Al
final las FARC terminaron fusionadas con el narco. Hacia allá caminamos si no
se actúa pronto y a fondo.
Quieren muertos y
seguramente, a este paso, los van a tener. De esa manera el conflicto se extenderá a Oaxaca, a Chiapas y
a zonas sensibles del Estado de México y el Distrito Federal, como son
algunas universidades.
Los narcos necesitan
un Estado débil para operar con mayor soltura. Eso es lo que estamos viendo.
Y cuentan con el activismo magisterial, más la guerrilla que existe desde
hace años en esas regiones del país.
Desde Chilpancingo
nos llegan imágenes que nos hablan de un Estado en crisis, que no puede hacer cumplir la ley ni
poner en orden a “docentes”.
Las sedes de los
partidos, saqueadas por hordas de encapuchados en Guerrero, nos traen a la
memoria las imágenes de Egipto en los días del levantamiento iniciado en la
glorieta Al-Tahrir.
Una foto
estremecedora, distribuida por las agencias internacionales de noticias, es
la columna de humo que sale de la Contraloría guerrerense y unos encapuchados
atacándola con piedras.
En las páginas de
las principales publicaciones del mundo, no destaca la imagen del México
próspero que se perfila en el horizonte.
Vemos a malandrines que asaltan el Congreso de
Guerrero, que destruyen la sede del PRD, apalean computadoras en el PAN, e
incendian el edificio del PRI.
También está la
imagen de un vándalo, supuestamente maestro, con un hacha en la mano y una
playera que desafía a muerte a los “enemigos de la educación gratuita”.
¿Cuál riesgo hay
para la educación gratuita? Pamplinas. No hay nada de eso. Se trata
únicamente de un pretexto para poner al estado contra las cuerdas y que se digan vaguedades inaceptables como
“no caeremos en la provocación de la violencia”
O sea, el patrimonio
de la violencia lo tienen los vándalos y el Estado debe agazaparse para no
caer en la provocación.
Entonces, pregunto, ¿quién defiende a la ciudadanía?
El antiméxico está
en acción. Y cruzarse de brazos no es la opción.
Ahora es Guerrero y Michoacán,
y pronto se le sumarán Oaxaca y Chiapas.
En Chiapas la
situación no es alentadora. El gobierno es más débil que el de Guerrero.
Volvamos al punto:
la convulsión social y un Estado abocado a sofocarla, son de interés del
narco y de la guerrilla.
Pensemos mal, y
vamos a acertar.
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