03 abril, 2013

Piñera y el centroderecha chileno

 
En una reciente visita a Chile tuve la oportunidad de conversar con el Diario Financiero sobre el desempeño del presidente Sebastián Piñera, que entra en su último año de mandato. La entrevista salió publicada aquí.
A pesar del sólido ritmo de crecimiento económico, la muy baja inflación y un desempleo históricamente bajo, el presidente Piñera es altamente impopular. Por desgracia, como explico en la entrevista, su obsesión por ser querido por la gente lo ha llevado a adoptar posiciones y proponer medidas económicas y sociales que no son propias de un Gobierno de centroderecha.


No me preocupa tanto el impacto macroeconómico de lo que sin duda son políticas clientelistas y asistencialistas, como el llamado bono marzo (a cada familia de bajos recursos se le entrega en marzo un bono único de unos 85 dólares, porque ese es un mes en el que hay "muchos gastos"), que se comerá un 25% de lo recaudado con el último paquete tributario –que supuestamente era necesario para financiar la reforma educativa–, o el aumento del salario mínimo hasta un equivalente a 423 dólares, lo que probablemente tenga un efecto negativo marginal sobre el desempleo juvenil, que no ha disminuido tanto como el general. Mi mayor preocupación es el impacto que este clientelismo tendrá en la discusión política chilena a medio plazo.
El presidente Piñera ha querido robar el flanco izquierdo a la Concertación en políticas sociales, con el único resultado de que la Concertación se ha movido más a la izquierda en estos temas. En lugar de aplaudirle el bono marzo, ha pedido que sea de mayor cuantía y que cubra a más familias. En lugar de apoyar el aumento del salario mínimo, ha dicho que debe ser significativamente superior. Cuando Piñera subió (innecesariamente, diría yo) de manera temporal los impuestos a las empresas para financiar la reconstrucción de las zonas devastadas por el terremoto y el tsunami de 2010, la Concertación pidió que la subida fuera permanente. Cuando Piñera propuso hacerlo permanente, el centroizquierda pidió unos impuestos aún mayores. En este juego del gato y el ratón, el asistencialismo y el populismo siempre ganan.
Parte del temor que palpé en mis amigos del centroderecha chileno a propósito del retorno de Michelle Bachelet y su muy probable triunfo en las próximas elecciones presidenciales obedece a que piensan que será una Bachelet más escorada a la izquierda que la que gobernó en el período 2006-2010. Creo que eso es, en parte, responsabilidad de Sebastián Piñera. Me es difícil no hacer paralelos con lo ocurrido en EEUU bajo la Administración de George W. Bush, quien llegó al poder con un discurso de compassionate conservatism que acabó traduciéndose en un big government conservatism. Bush intentó robarle el flanco izquierdo al Partido Demócrata en temas como la educación y el gasto público, pero lo único que consiguió fue mover a los demócratas más a la izquierda. Hoy, el Partido Demócrata de Barack Obama es mucho más populista que el de Bill Clinton.
Esto no quiere decir que todo sea negativo en la Administración Piñera. En la versión impresa de la entrevista destaco tres iniciativas que me parecen extraordinarias:
  • El impulso a la Alianza del Pacífico, que aglutina a México, Perú, Colombia y Chile, países que, en mayor o menor medida, han apostado por ser democracias con economías de mercado, en contraposición con la creciente autarquía y autoritarismo de los países del ALBA. La Alianza del Pacífico es el futuro de América Latina, y en buena hora países como Panamá y Costa Rica están interesados en unirse a ella cuanto antes.
     
  • La abolición de todos los aranceles para el 2015. Chile se convertirá en el único país del cual tengo conocimiento que acabe con los impuestos a sus importaciones. Ya su arancel promedio es bastante bajo, así que el impacto económico será poco relevante. Sin embargo, el hecho de que un país se abra unilateral y absolutamente al comercio internacional tiene una carga simbólica poderosa y constituye un ejemplo para todo el mundo.
     
  • La aplicación de la regla de que para abrir un negocio solo se requiera un día de trámites. En América Latina nos hemos hecho expertos en ponernos la soga al cuello en regulaciones y trabas al emprendimiento. En promedio, se necesitan 56 días para poder abrir un negocio en la región; el más alto del mundo. La Administración Piñera sigue aquí el ejemplo de Nueva Zelanda.
Finalmente, quiero aclarar un punto de la entrevista que se presta a malentendidos. Cuando afirmo que no hay un debate en el centroderecha chileno sobre la necesidad de una defensa abierta y sin complejos de los principios del libre mercado me refiero exclusivamente al ámbito político. En el intelectual hay un vibrante debate al respecto, que empezó con fuerza en 2009 con el libro La fatal ignorancia, de mi amigo Axel Kaiser, ahora director ejecutivo de la Fundación para el Progreso, y al que en los últimos meses se han sumado Luis Larraín –director ejecutivo de Libertad y Desarrollo–, con El regreso del modelo; Jovino Novoa –exsenador de la UDI–, con Con la fuerza de la libertad, y Pablo Ortuzar y Francisco Javier Urbina, con Gobernar con principios.
Sí hay una fuerte crítica desde el centroderecha a lo que ha sido la debilidad de Sebastián Piñera por el populismo y el aplauso fácil. Mi preocupación es que esa firmeza intelectual parece no verse reflejada en los partidos políticos ni en los dos aspirantes presidenciales del centroderecha.
Piñera llegó al poder diciendo: "Solo con principios no se ganan elecciones". Lamentablemente, también aplicó esa máxima a la hora de gobernar. En estos años se han hecho cosas muy buenas. Pero la adopción de políticas populistas y la claudicación ante el relato político de la izquierda podrían tener consecuencias negativas que no se medirán en cifras macroeconómicas, sino en el desplazamiento en el terreno de la discusión política de las ideas liberales, que han hecho de Chile el país más desarrollado de América Latina.
PS: Me informa mi amigo Pedro Larach de que la propuesta de abolir todos los aranceles para 2015 fue desechada como parte de las negociaciones con la Concertación para acometer una reforma tributaria. Este editorial de El Mercurio explica la situación, así como el impacto negativo que el alza en los impuestos a las empresas tendría en las pymes chilenas

1 comentario:

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