28 abril, 2013

Puro cuento

Pascal Beltrán del Río
La defensa de lo que los maestros consideran su derecho a mantener sus privilegios atropella el de los niños de Guerrero. 
Puro cuento
Creo en una educación pública, laica, meritocrática, científica y de excelencia como motor de crecimiento del país. Y quiero pensar en nuestros maestros como constructores de la nación.
Por eso es descorazonador y preocupante ver que un grupo minoritario de profesores y normalistas que no comparten esos valores se haya convertido en el eje de la discusión sobre la enseñanza y el conocimiento en México.
Las escenas de destrucción y pillaje que hemos visto en días recientes en las calles de Chilpancingo y Morelia pintan a ese grupo de cuerpo entero.
Y la inacción ante esa barbarie por parte de autoridades que protestaron cumplir la Constitución ha permitido que quienes llevaron a cabo dichos desmanes tengan la voz cantante en un debate central para el futuro de México.


No sé quién haya inventado el cuento de que unos pocos miles de maestros de la CNTE son “el pueblo”. Lo cierto es que se hacen pasar por tal y hay un grupo de románticos ingenuos sesenteros que cree que los intereses de la ciudadanía se defienden robando e incendiado.
Su furia es tal que arremetieron a palos contra las macetas y las plantas en la explanada del edificio del PRI en Chilpancingo. Y pusieron en riesgo la vida de pasajeros de autobuses de línea, en ese tramo ya de por sí maldito de la Autopista del Sol que parte en dos la capital guerrerense, lanzándoles tabiques y hasta piedras con resorteras, furiosos porque no habían logrado su cometido de bloquear otra vez la vía.
Los miembros de la CETEG, el capítulo de la CNTE en Guerrero, dicen que así están haciendo la revolución socialista y defendiendo su visión de una educación popular. Pero, como lo escribí aquí hace dos semanas, lo cierto es que les interesa seguir viviendo del Estado, ese al que supuestamente combaten, así como de los contribuyentes con cuyos impuestos se acumula el erario.
Por lo visto, también esperan vivir de las aportaciones privadas que hagan los incautos en la cuenta bancaria que anuncian en su página de internet y que seguramente no es fiscalizada. Si usted entra a ese sitio, antes que la imagen de los hombres que supuestamente admiran —como Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos—, verá un enorme recuadro con un número de cuenta de Banamex para contribuir a su causa. Claramente priorizan el dinero sobre la revolución.
¿Qué es lo que está en el centro de las demandas de la CETEG? Claramente, dos cosas: 1) Que no haya ningún riesgo de que pierdan el trabajo por las evaluaciones contempladas en la reforma educativa, y 2) seguir manejando las plazas de profesor y director de escuela, entre otras, tanto las existentes como las de nueva creación.
No hay en las posiciones de la CETEG que se han conocido públicamente un planteamiento para mejorar la educación en el estado, que por cierto es uno de los más atrasados en la materia.
Hay, eso sí, una exigencia de mayor inversión pública en la educación, pero no es difícil anticipar que el destino de cualquier eventual aumento de fondos sería el gasto corriente, pues así ha venido ocurriendo.
Como digo arriba, es un grupo minoritario el que tiene paralizadas a las autoridades de Guerrero. Por no más de tres mil maestros movilizados en Chilpancingo, el Congreso del estado tuvo que cambiar temporalmente su sede a Acapulco para discutir una iniciativa que la CETEG quería imponer a la Legislatura. Como el texto finalmente aprobado no coincidía letra por letra con las exigencias de los maestros, éstos arremetieron contra la sede de los partidos, prendiendo fuego a la del PRI.
La respuesta del gobierno estatal fue dar por cancelado el diálogo con los maestros y anunciar que existían órdenes de aprehensión contra sus dirigentes. Seguramente los inconformes se rieron de tal reacción, pues hacía rato que habían desconocido al gobernador Ángel Aguirre como interlocutor.
Y, luego, para mostrar que no le temen a la detención de sus miembros, apedrearon la sede de la Procuraduría General de Justicia del estado.
Sólo una autoridad débil e ineficaz anuncia órdenes de aprehensión antes de ejecutarlas. Y, por si fuera poco, el secretario de Gobierno de Guerrero declaró que las fuerzas de seguridad estatales no habían actuado contra los manifestantes el miércoles 24 porque entre ellos había “infiltrados” armados y podía haber ocurrido una masacre.
Nueva oportunidad para que la CETEG se mofara del gobierno estatal. No fueron infiltrados, aclaró el vocero de los maestros disidentes, y una de 39 personas con orden de aprehensión. Fuimos nosotros, dijo, y habrá más confrontación.
Es difícil imaginar qué más podrá hacer este grupo minoritario de maestros —tres mil, entre los 80 mil que tiene el estado—, pero dada la casi nula respuesta de las autoridades locales y federales ante los desmanes, se puede pensar lo peor.
Ya vimos cómo en Michoacán se permite que los normalistas roben pipas de gasolina y saque en la mercancía de vehículos repartidores.
Aunque parezca increíble, hay sectores de la opinión pública que han comprado la idea de que estas acciones son obra de un movimiento popular que actúa a nombre de la gente necesitada.
Primero, no es así. Aquí estamos hablando de un reducido grupo de maestros que defiende sus intereses, lo cual no tendría nada de malo si al hacerlo no convulsionara la vida de otros ciudadanos —como ocurre con los plantones en calles, carreteras y centros comerciales— y no cometieran delitos como los arriba descritos.
Es entendible que estos maestros teman por sus fuentes de empleo. Es obvio que se sienten incapaces de competir con otros maestros.
El problema es que aún no ha sido definido qué alcances tendrá la evaluación y, por simple lógica, habría que decir que una prueba que no ofrezca la posibilidad de capacitar a los maestros rezagados y los hiciera blanco de un despido fulminante estaría destinada al fracaso.
Nadie se puede oponer a que los maestros hablen contra el cambio de un sistema que les ha garantizado el acceso a plazas automáticas, eternas y hereditarias, pero la defensa de lo que ellos consideran su derecho a mantener dicho esquema atropella el de los niños de Guerrero, y otras partes del país, a adquirir una educación de calidad.
Lo mismo puede decirse de los encapuchados —otra minoría— que mantienen tomada la torre de la Rectoría de la UNAM desde el viernes 19. Su demanda de que se permita que estudie de manera gratuita en la Universidad Nacional todo aquel que lo desee no sólo es fiscalmente inviable, sino que atenta contra la educación de excelencia y además no ocurre en ninguna parte del mundo.
Por ejemplo, hasta para entrar en la Universidad Kim Il Sung de Pyongyang, la más prestigiada de Corea del Norte, hay que aprobar un examen de admisión y tener el visto bueno de un comité de recomendación. Sólo uno de cada cinco o seis solicitantes logra ingresar.
Lamentablemente para esos románticos de la revolución, no hay un solo país en el mundo que haya logrado el progreso general de su población mediante las políticas que proponen —honestamente o no— los maestros de la CETEG o los encapuchados de la UNAM.
Las naciones elevan el nivel de vida de su población de manera sostenida cuando logran crear fuentes de empleo bien remuneradas. Y esto sólo sucede en el mundo globalizado cuando las empresas elevan su productividad en un entorno competitivo y basado en el conocimiento. Y eso sólo pasa cuando un país apuesta por la educación, la vida pública institucional y el respeto a la ley.
Todo lo demás que le cuenten, como vivir a expensas del Estado sin necesidad de competencia ni productividad, es puro cuento.
Seis años
Esta Bitácora llega a su sexto aniversario. Ha sido un privilegio haber compartido con usted, querido lector, a lo largo de este tiempo, mis reflexiones sobre los temas de interés público que llegan a las páginas de Excélsior. Y seguir haciéndolo es un reto que asumo con mucho entusiasmo y sentido de responsabilidad.

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