28 abril, 2013

¿Qué hicieron otros países frente al problema del hambre?

Ángel Verdugo
En la mayoría de las naciones que buscan enfrentar ése problema identifican la pobreza como la causa del hambre. 
¿Qué hicieron otros países frente al problema del hambre?
El hambre está de moda en México; es más, lo estará de aquí a noviembre de 2018. Esta permanencia de “El Hambre” en el discurso oficial, ¿significa que la erradicaremos?
Al margen del resultado, la expresión “el hambre de 7.4 millones de mexicanos”, la recordaremos por siempre. Cada funcionario de los tres órdenes de gobierno, la pronunciará —una y otra vez—, y nosotros nos la grabaremos para no olvidarla. Por lo demás, ¿bastan los discursos para acabar con “el hambre de 7.4 millones de mexicanos”?


Para tratar de responder esto, preguntemos antes, ¿qué países han obtenido, en los últimos 20 o 30 años, éxitos significativos y sobre todo, permanentes, en la lucha por erradicar el hambre en sus sociedades? En esto de combatir el hambre (y la pobreza), dos son los referentes obligados: la República Popular China, y Brasil.
Antes de continuar, aclaremos que en la mayoría de los países que buscan enfrentar problemas sociales de millones como el hambre, la marginación y la pobreza, el objetivo de los programas se centra en “combatir la pobreza”. Quizás porque identifican, de manera indirecta si prefiere, a la pobreza como la causa del hambre y la marginación.
En esto, Brasil quizás sea la excepción con el programa “Fome Zero”; sin duda, esto obedeció a lo ofensivo que era para la sociedad brasileña del hambre que millones de sus habitantes sufrían y también, a una decisión política por la rentabilidad electoral. Como diría alguien, el hambre da votos.
Los dos tienen aproximaciones diferentes al problema de la pobreza y del hambre que genera; Brasil —con Da Silva al frente—, decidió privilegiar los apoyos en efectivo y puso en segundo plano las reformas económicas que permitirían a la iniciativa individual jugar el papel decisivo en la mejoría material de las personas.
Por el contrario, la República Popular China, por razones fáciles de entender (número de habitantes, la conocida e histórica capacidad de trabajo y ambición de mejoría del pueblo chino y sobre todo, por el control de un gobierno dictatorial que todo lo facilita), tomó el otro camino.
Mucha agua ha corrido desde el “No importa el color del gato con tal de que cace ratones” de Teng Tsiao-ping, a los cuatrocientos millones de chinos que dejaron la condición de extrema pobreza y el surgimiento de una clase media de más de cien millones personas.
Hay algo que debe señalarse; en Brasil, el presidente Cardoso, antecesor de Da Silva, es el verdadero artífice del éxito posterior; se lo hace a un lado para otorgar, interesadamente, todo el mérito a su sucesor sin ver las condiciones en que éste dejó la economía, y ocultando su fracaso en materia de reformas estructurales.
La política reformadora de Cardoso, explica lo que su sucesor llevó a cabo pero, éste falló al no continuar con la estrategia reformadora; esto ha llevado a Brasil, a enfrentar hoy graves problemas estructurales.
De la estrategia exitosa seguida en la República Popular China, es poco lo que puede decirse, salvo repetir que el elemento clave es el carácter autoritario de su gobierno y el control del Partido Comunista. Con ello, es fácil la toma de cualquier decisión para remover todo obstáculo que obstruya el camino trazado.
Sin duda, los dos modelos tienen méritos, los cuales merecen ser tomados en cuenta. En el México de hoy, ¿cuál es la ruta que debemos seguir? ¿Hay una tercera, que toma algo de cada una de aquéllas dos?
¿Qué debemos hacer?

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