11 abril, 2013

Reforma fiscal y progreso económico (I)

Reforma fiscal y progreso económico (I)

“La reforma fiscal que está planeando el gobierno tendrá como principal objetivo la redistribución, y no la eliminación de los excesos y defectos que hacen del sistema fiscal mexicano un engendro impresentable, que disminuye y debilita las posibilidades de lograr un mayor progreso económico.”

Arturo Damm

El tweet de arriba, de la Presidencia de la República, plantea, en primer lugar, la siguiente pregunta: liberar, ¿de qué? ¿Qué es aquello que limita y obstaculiza la actividad económica en nuestro país? Parte de la respuesta (de hecho, buena parte de la respuesta) la encontramos en el engendro fiscal que padecemos, tanto por el lado de los impuestos (¿qué impuestos se cobran, a qué tasa se cobran, a quién se les cobran?), como del gasto (¿en qué, cuánto y cómo gasta el gobierno?).


El engendro fiscal que padecemos, comenzando por la parte tributaria, detiene y entorpece la actividad económica en México, pudiendo pensarse que esa es la razón por la cual el gobierno de Peña Nieto propondrá, dentro de poco, una reforma fiscal: para liberar a la economía mexicana del engendro fiscal que hoy la estanca y frena, impidiendo un mayor progreso económico. Desafortunadamente, por lo que hasta hoy han dicho los funcionarios involucrados en el tema, comenzando por el secretario de Hacienda, todo indica que la reforma fiscal que propondrán -cuyo objetivo será, en palabras de Videgaray, “hacer de la política fiscal un instrumento de redistribución del ingreso y redistribución de la riqueza”- tendrá como principal objetivo ese, la redistribución, y no la eliminación de los excesos y defectos que hacen del sistema fiscal mexicano un engendro impresentable, que disminuye y debilita las posibilidades de lograr un mayor progreso económico.
Si se lleva a cabo la reforma fiscal correcta, tanto por el lado presupuestario, como por el tributario, aumentarán y se fortalecerán las posibilidades de lograr un mayor progreso económico, lo cual, en un país con el 50 por ciento de la población sobreviviendo en la pobreza, resulta una obligación moral. Aceptado lo anterior, la pregunta pertinente es ¿en qué consiste la reforma fiscal correcta?, pregunta cuya respuesta supone, antes que otra cosa, responder estas tres preguntas: 1) ¿en qué consiste el progreso económico?; 2) ¿de qué depende el progreso económico?; 3) ¿de quién depende el progreso económico? Dadas las respuestas a estas tres preguntas podemos, sobre bases firmes, responder la pregunta ¿en qué consiste la reforma fiscal correcta?, adelantando que no consiste, de ninguna manera, en un cobro de impuestos tal, que aumente la redistribución del ingreso que, dicho sea de paso, el gobierno ya practica con singular alegría, de tal manera que lo que Videgaray propone es más redistribución.
Este será el primero de varios artículos (no sé cuántos vayan a ser), que aparecerán en este espacio miércoles y viernes, y en los cuales presentaré los argumentos, ¡y los números!, a favor de la reforma fiscal correcta, que en lo tributario supone el impuesto único, universal, homogéneo, no expoliatorio, a las ventas, convencido de la que la fiscal será la madre de todas las reformas, de la cual dependerá, de manera más estrecha que las demás, la posibilidad de un mayor progreso económico, de un mejor futuro para muchos.
Continuará.

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