Salinas, Pronasol, PRI, sucesión 1994
Carlos
Ramírez
Ante la
imposibilidad práctica de establecer un nuevo modelo de desarrollo que
multiplique empleos y bienestar, la política social de los gobiernos
priistas, panistas y perredistas se ha reducido
a una disputa por comprar la lealtad electoral de los beneficiarios
de programas sociales asistencialistas.
La comparecencia
de Rosario Robles el martes pasado debió haber sido el espacio político para la
revisión de la deficiente política del desarrollo mexicano, pero se convirtió
en el ring adelantado de las elecciones locales en 14 estados el próximo julio.
De todas las
intervenciones, la más destacada fue la de Manuel Camacho Solís, antes priista
y dirigente priista y hoy senador del PRD, sobre todo por su planteamiento
extremo de que renunciara Robles o el presidente Peña Nieto.
El asunto sería
propio del espacio de la calentura parlamentaria, de no ser por el hecho de que
Camacho se localizó hace no mucho tiempo en el centro político del fin de la
vieja política social del Estado y de la vertiente asistencialista del
presupuesto público vía el Pronasol.
En 1987 la
Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas en el PRI alertó sobre la
consolidación del neoliberalismo en el Estado con el enfilamiento de Carlos
Salinas de Gortari como seguro candidato presidencial para 1988.
En 1982, el Grupo
Salinas redactó el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 que dio por terminado el
ciclo de la política social y económica de la Revolución Mexicana y fijó los parámetros de la política asistencialista,
es decir, el paso de inversiones para propiciar el ascenso clasista a
programas de ayuda económica u obra pública no multiplicadora de
bienestar.
Uno de los
redactores del PGD fue precisamente Camacho, quien era en ese entonces
subsecretario de Desarrollo Regional de la Secretaría de Programación y
Presupuesto; es decir, encargada de los programas sociales en el interior de la
República.
En 1989 Salinas
arrancó su gobierno con el Programa Nacional de Solidaridad, el programa
asistencialista por excelencia para usar gasto público como mecanismo de recuperación de la lealtad social
al PRI.
La intención del
Pronasol no sólo fue regresar a Los Pinos las inversiones regionales, sino
construir una estructura política paralela que recogiera los liderazgos
sociales no priistas y que en los hechos fuera sustituyendo a los seccionales
del PRI.
El encargado de
echar a andar ese proyecto fue nada menos que Ernesto Zedillo como secretario
de Programación y Presupuesto, en alianza con Luis Donaldo Colosio como
presidente nacional del PRI.
Si alguna vez
hubo una utilización directa del gasto social en tareas políticas para el
gobierno priista fue precisamente en los tiempos del Pronasol de Salinas, y en
ese entonces nadie se atrevió siquiera a exigir la renuncia de Salinas, Zedillo
o Colosio; más aún, la regencia del DF, a cargo de Camacho, aprovechó esos
recursos para reconstruir al PRI y aplastar al PRD de Cárdenas.
Fueron los
tiempos en los que el gasto social no sólo
compraba votos, sino que permitía cooptar a los liderazgos sociales
para adherirlos al PRI.
El círculo se
cerró en abril de 1992 cuando Salinas desapareció la SPP, creó la Secretaría de
Desarrollo Social y designó como primer titular a Colosio.
Como en aquellos
meses estaban comenzando las calenturas sucesorias, nadie le pidió la renuncia
a Salinas o a Colosio por enfilar el gasto a enfoques electorales.
El mensaje de
entonces fue más que claro: el Pronasol, los comités de solidaridad y el PRI se
fusionaban en una operación política que adelantó la candidatura presidencial
de Colosio desde 1992.
Pero dejó claro que el gasto público tendría uso político;
por cierto, ni el PAN ni el PRD se agitaron demasiado para oponerse. En
frío, fue más ostentosa la manipulación del gasto público con sentido electoral
en la fundación de la Sedeso que el caso de algunos empleados de la Sedeso
ahora con Robles, pero entonces nadie pidió renuncias porque -claro- todos
estaban en el PRI.
La entonces nueva
política social -en realidad, asistencialista- fue aprovechada por el PRD en el
DF. Curiosamente el martes pasado en que Camacho le pedía la renuncia de Robles
o Peña Nieto, el PRD en el DF peleaba duramente que los programas sociales
federales en el DF quedaran en manos del PRD y no del gobierno federal, un
hecho que debió de haber llevado a la exigencia de renuncia del jefe
capitalino Miguel Mancera por permitir la
perredización de la política social. El gasto para asegurar
lealtades electorales.
En 1994, cuando
era director de Prerrogativas y Partidos Políticos del IFE, el entonces
politólogo Juan Molinar Horcasitas -junto con Jeffrey Weldon- publicó en la
revista Estudios Sociológicos de El Colegio de México volumen 12, No. 34,
enero-abril de 1994, un estudio titulado 'Programa Nacional de Solidaridad:
determinantes partidistas y consecuencias electorales'.
El ensayo analizó
el Pronasol de Salinas cuando Camacho pertenecía al grupo de Salinas y el
propio Molinar se perfilaba hacia el PAN, ahora el PAN y el PRD contra el PRI.
En las
conclusiones, Molinar y Weldon plantearon, entre otros, criterios muy
interesantes que encuentran espacio en el debate sobre la Sedeso:
-El Pronasol sí tuvo objetivos políticos y electorales.
Pero en aquella época, se aplicaban a regiones de dominio cardenista,
"porque las clientelas cardenistas se asemejan mucho a las clientelas
priistas". El objetivo era incidir sobre los defectores priistas, los que
habían defeccionado del PRI.
-Pero "el
intercambio de apoyo electoral por bienes públicos, cuyo consumo es
compartido por una determinada comunidad, es una característica común de
sistemas democráticos".
Por el contrario,
"la asignación del gasto público de manera totalmente independiente de
consideraciones electorales y políticas es característica de gobiernos
tecnocráticos y autoritarios".
-"Esperar
que los políticos no tomen en consideración los
costos y beneficios electorales de sus actos es ingenuo, porque todo
político enfrentado con restricciones electorales, en cualquier parte del
mundo, tomará en cuenta los efectos de sus decisiones sobre su carrera."
-"De hecho,
la democracia funciona precisamente bajo esos supuestos.
Desde este punto
de vista, Pronasol representa un aumento de la sensibilidad
electoral de la política federal, un aumento en el grado de `sensibilidad'
-o responsiveness- de la política en México".
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