por Dalibor Rohac
Dalibor Rohac es analista de políticas públicas del Cato Institute.
Eslovenia, una vez celebrada como el ejemplo de
Europa Central y Oriental, ahora es percibida por muchos como otra de
las economías enfermas de Europa. Considerando que los rendimientos de
los bonos están cerca de aquellos de Portugal y la rebaja en la
calificación de Moody’s para uno de los bancos más grandes de ese país,
los rumores de un inminente rescate abundan —aunque son enérgicamente
negados por Alenka Bratušek, el primer ministro de Eslovenia.
Para resolver sus problemas, los eslovenos deberían mirar al norte, dado
que sus problemas se asemejan los padecimientos que enfrentaron los
países bálticos hace tan solo cuatro años.
No nos equivoquemos —Eslovenia no es un desastre. Desde el colapso de
Yugoslavia, el país ha tenido un sector privado fuerte e innovador, una
infraestructura espectacular, vistas alpinas y pasto bien cuidado,
haciendo que se parezca más a Austria o Suiza que a una economía en
transición.
A pesar de una severa contracción económica de casi 8 por ciento del PIB
en 2009 y solamente una recuperación débil desde ese entonces, los
eslovenos siguen siendo los más afluentes de los habitantes de los
países en transición de Europa Central y Oriental, teniendo un desempleo
todavía por debajo del 10 por ciento —mucho menos que el 14,5 por
ciento en Eslovaquia, generalmente percibido como el país que ha
sobrellevado la crisis de manera exitosa. La relación deuda/PIB de
Eslovenia está rondando el 53 por ciento del PIB —de acuerdo a los
estándares europeos ésta es una cifra eminentemente razonable.
Además, los problemas de Eslovenia ni carecen de precedentes ni son
imposibles de resolver. No debería sorprender que la clave se encuentre
en el sector financiero del país, que incluye alrededor de 7.000
millones de euros en malos préstamos, alrededor de 20 por ciento del PIB
de la nación adriática. El colapso financiero en Chipre
ha generado dudas acerca de la capacidad de los bancos eslovenos de
lidiar con el problema y, por ende, de la habilidad del gobierno
esloveno de recapitalizar su sector bancario, si es que se presentase la
necesidad.
Por esto es que Eslovenia debería mirar al norte. Durante su bonanza de crédito entre 2000 y 2007, el endeudamiento de Letonia llegó a 116 por ciento del PIB. Al inicio de la crisis en 2008, los malos préstamos en Lituania
y Letonia constituían aproximadamente un quinto del total de los
préstamos. Y al igual que Eslovenia, que ha sido un miembro de la
Eurozona desde 2007, la deuda privada excesiva de Letonia había sido
parcialmente alentada por el régimen de tipo de cambio fijo.
Entre 2008 y 2009, Letonia, junto con otros estados bálticos, sufrieron
una profunda contracción económica. En gran medida, los estados
bálticos, incluyendo Letonia, reaccionando de manera similar,
implementaron una combinación de recortes severos del gasto público
y reformas estructurales de gran envergadura, y se recuperaron
rápidamente. El tamaño del ajuste fiscal fue asombroso —en Letonia fue
equivalente a 11 por ciento del PIB en tan solo un año.
Entre las medidas tomadas por el gobierno letón estuvieron reformas que
mejoraron los mecanismos legales para la ejecución de créditos,
promoviendo la resolución descentralizada de las deudas a través de los
mercados, y también cambios en el código tributario que facilitaron la
reestructuración de las deudas. En el sector financiero, los resultados
no fueron inmediatos —la proporción de los préstamos no-rentables
permanecería alta durante varios años.
Sin embargo, como los líderes eslovenos deberían notar, el efecto
económico general de las reformas bálticas fue rápido e
incuestionablemente positivo. Desde 2011, las tasas de crecimiento en
los países bálticos han estado consistentemente por encima de 5 por
ciento, en medio de la turbulencia financiera y económica.
Aunque Letonia recibió un préstamo del FMI, está lejos de ser obvio que
éste hizo una diferencia importante —después de todo, Lituania y
Estonia, que no recibieron ayuda del FMI, adoptaron estrategias
similares de reforma con resultados muy parecidos. Considerando el bajo
nivel de la deuda del sector público, no hay razón por la cual una
estrategia creíble de reforma por parte de un líder esloveno no debería
ameritar confianza por parte de los mercados de bonos.
Bratušek debería considerar cuidadosamente la historia de los países
bálticos antes de tomar medidas irreversibles. Aunque los líderes
europeos han ensayado una serie de trucos para evitar estas
conclusiones, la verdad es que en la adversidad económica, no hay
sustituto para las políticas sólidas y para las reformas pro-crecimiento
de gran envergadura. Y mientras que algo del dolor es inevitable, la
nación adriática de dos millones de personas tiene la singular
oportunidad de unirse a Estonia, Letonia y Lituania en el grupo de
países pioneros en reformas económicas que pueden liderar el camino para
que Europa salga de su actual caos.
1 comentario:
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