26 abril, 2013

SONORA QUERIDA, O ¿SONORA ADQUIRIDA?

REFLEXIONES LIBERTARIAS
SONORA QUERIDA, O ¿SONORA ADQUIRIDA?
Ricardo Valenzuela

Hace unos días se publicaba en los diarios nacionales la petición de 60 diputados federales para llevar a cabo un juicio político en contra del gobernador, Guillermo Padrés. El motivo es un desorden general que se ha provocado en el estado, endeudamiento sin control, nuevos impuestos, los graves enfrentamientos del ejecutivo con la sociedad civil, y yo me pregunto ¿Qué ha pasado con Sonora?

Mientras los vecinos estados de Sinaloa y Baja California entran galantemente al siglo 21, Sonora permanece en la trastienda del oxidado nacionalismo revolucionario.

Los sonorenses deberíamos repasar el camino que hemos recorrido para arribar a la complicada situación en la cual nos encontramos. Cómo es que tomamos la cuesta de bajada de ser un Estado de hombres recios, audaces, conquistadores, vibrante y lleno de oportunidades, para luego ganarnos el título hoy día de; El Patito Feo del Norte.


Recuerdo los gloriosos 50s cuando Don Nacho Soto, siendo gobernador,  visitaba a mi abuelo en el rancho. Sonora permanecía bajo el pincel de los hombres que lo habían moldeado, hombres formados en la gesta armada buscando la fisonomía diferente para el país. Sonorenses que exhibían su material cuando, proclamando el Plan de Agua Prieta, se lanzaban a la guerra para escribir el destino de México.

Había paz y el Desarrollo Estabilizador nos serviría prosperidad. Hombres como Carlos Maldonado, Federico F. Valenzuela, Manuel P. Torres, Jesús Elías, eran solo un puñado de las legiones de verdaderos empresarios quienes, forjados en la lucha, día a día gravaban el destino de Sonora. Aun cuando el estado continuaba en la etapa de la Agricultura, ya desplazada por la Industrial, era un ejemplo de hombres con la cara ajada por al sol que orgullosos hablaban de sus explotaciones.

A “los viejos”, como cariñosamente se les llamaba, les pisaban los talones la segunda generación en una coordinada comunión de pase de estafeta. Surgían ahora familias iniciando actividades en conjunto; Los Mazón, Los Tapia, Los Bours, Los Valenzuela, Los Zaragoza, todos ellos con un serio compromiso para consolidar lo iniciado por sus antecesores. Álvaro Obregón, miembro de esa segunda generación, estaba a punto de entregar las riendas del Estado en una de las primeras confrontaciones que se provocaran ante el cambio, en esta ocasión favoreciendo a Luis Encinas. 

Durante los años 60, la tercera de generación de sonorenses invadíamos las Universidades preparándonos para lo que nos aguardaba. A finales de esa década, en el Tec de Monterrey discutíamos el nacimiento de lo que iniciara la entrega de Sonora al estatismo: CONASUPO. Jamás puede entender ese oligopolio enviando a nuestros agricultores a la dependencia total y a una ignorancia de los mercados. Con la Reforma Agraria y ahora CONASUPO, el estado cerraba la pinza de las cadenas para el hombre del campo.

Al inicio de los años 70 emerge un orate sexenal, Luis Echeverría, para arreciar la invasión gubernamental de un país paralizado. A principios de esa década un suceso desapercibido por muchos, marcaba ya el destino del Estado. La Unión Ganadera Regional de Sonora, el orgullo de autonomía y herencia de “los viejos,” era arrancaba de los manos de hombres como Enrique Cubillas—un miembro de la segunda generación—por una sociedad de ganaderos estatistas para entregarla al control del gobierno.

En 1973 la transición política era tranquila y el joven abogado ungido por Echeverría, Carlos Armando Biebrich, despertaba entusiasmo entre los sonorenses. En este prometedor panorama sólo había algo que llamaba la atención, una publicación pagada por Norberto Corella que simplemente rezaba: “Sonora con el que le pongan.” Norberto develaba lo que era una realidad; la primera fase del entreguismo de los sonorenses. Ante los aplausos de los ya declarados negociantes estatistas, Echeverría sacrifica a Biebrich para, burlándose de Sonora, enviar la primera importación, Alejandro Carrillo.

A finales de los años 60 emergían los primeros empresarios estatistas, buscando rentas del gobierno en lugar de ganancias en los mercados. A nivel federal el gobierno se proponía el desmonte total del país y, a través de su Banco Rural, engendraba uno de los grandes fraudes de su historia en sociedad con esos nuevos titanes (bandidos tractorizados) del desmonte y nivelado. Hacia finales de los 70s el rentismo se había arraigado en el estado y el recuerdo del carácter de “los viejos” era substituido por “hay que estar en el presupuesto.”

La década de los 80s sería el pasaje de una entrega al Estado que dura hasta la fecha. Pero también representaba un cambio que los sonorenses no sospechaban; la apertura del fortess que se había erigido aislando a México del resto del mundo. Las débiles señales de Miguel de la Madrid a través de otro importado, Rodolfo Félix Valdez, nunca fueron escuchadas. El cambio que abrazaba al mundo derribando fronteras, derribaba por igual los cotos de los sordos sonorenses. A medida que avanzaba la apertura, el recuerdo de los viejos y sus legados desaparecía para abrir paso a los nuevos contratistas, en una simbiótica relación con los políticos arribando del sur.

En los años 80 abre cabeza de playa otro fatal elemento que nos afectaría profundamente; el narcotráfico. Llegaría para sustituir las teorías de Keynes incentivando la demanda que para esas fechas era prácticamente nula. El dinero fácil, los contratistas pegados a la ubre recibiendo rentas, la rampante corrupción, llegaban igual para aportar a la confusión de los sonorenses destetados del gobierno. Al inicio de la década de los años 90, Sonora era un patético recuerdo de aquello que los viejos habían soñado y construido.

Durante el resto del siglo pasado—Sonora fue cayendo en un remolino de antivalores en el cual se expresaba más admiración por Slim que por un Eugenio Garza Sada. Los “empresarios” en lugar de montarse sobre la ola, buscaban sobrevivir colgados de las lianas del gobierno. Se iniciaba algo nunca visto, jóvenes de otrora familias acomodadas y educados en universidades privadas, buscando su futuro en la burocracia. Sonora se convirtió así en un exportador de capital humano cuando empresarios y  jóvenes, con algo de dignidad, emigraron. Sonora se había convertido en el “patito feo del norte.”

Pero el 2009 finalmente llegaba el gran cambio, arribaba el PAN. Pero parece que llegaba solo para mostrar el mohoso cobre de Cananea. Yo no creo en los partidos políticos. Yo creo en los estadistas. Sonora requiere un líder que libere la sociedad civil para reclamar su poder. El único de los sonantes que entiende desarrollo económico, finanzas sanas, mercados libres, responsabilidad individual, la santidad del estado de derecho, la verdadera función de un buen gobierno. El único con el machete afilado para tirar las ramas del estatismo y la corrupción, se llama Francisco Burquez ¿En qué partido milita? No me importa.


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