09 abril, 2013

Thatcher, lo mejor del siglo XX

Thatcher, lo mejor del siglo XX

Si ha habido un periodo de tiempo en el que el mundo entero y la idea misma de libertad estuvieron a punto de perecer bajo la bota de los más despiadados totalitarismos, ese fue el siglo XX. Y si hubo una mujer que luchó para que triunfasen la libertad y la democracia, esa fue Margaret Thatcher.


Durante toda su carrera política, Thatcher se enfrentó a barreras que en su momento parecían insuperables: la primera, su condición de mujer, que le hizo difícil entrar en el Parlamento –en su momento, varias agrupaciones conservadoras se negaron a tenerla como candidata por ser una madre joven– y afirmar en 1973, en el transcurso de una entrevista: "No creo que vea una mujer como primer ministro en mi vida". Pero con inteligencia, valentía y tesón demostró, como hoy ha remarcado Barack Obama, que "no hay techo de cristal que no pueda romperse", y lo hizo sin cuotas ni otros mecanismos de coerción similares de por medio.
La segunda gran barrera que Thatcher destrozó fue el pensamiento mayoritariamente colectivista que había llevado a Gran Bretaña al borde del colapso a finales de los 70. Con las ideas extremadamente claras y una valentía política que no entendía de componendas ni contemporizaciones, fue desmontando pieza a pieza el sistema casi socialista que se había establecido en el Reino Unido: privatizó las grandes compañías públicas, liberalizó el mercado de trabajo, sostuvo –y ganó– una durísima batalla con los sindicatos y transformó la sociedad británica, de una que en buena parte dependía de las ayudas estatales a otra de orgullosos propietarios e inversores.
Finalmente, la tercera gran barrera a la que Thatcher se enfrentó con éxito fue el llamado Telón de Acero, tras el que se parapetaban las brutales dictaduras comunistas que sojuzgaban la mitad de Europa.
Thatcher desarrolló esta tarea con otros dos de los personajes más destacados del pasado siglo: Ronald Reagan y Juan Pablo II. La coincidencia de Reagan y la Dama de Hierro como líderes de los dos países más poderosos de Occidente y de Juan Pablo II como Santo Padre supuso que, por primera vez en décadas, el comunismo tuviera frente a sí a personajes de una altísima talla política que no estaban dispuestos a transigir y que no tenían ninguna duda de que la libertad es la única opción... para todos, sin excepciones nacionales o continentales que justifiquen que los hombres sean reducidos a la condición de esclavos.
En lo que puede ser, o no, una coincidencia histórica, estos tres grandes líderes tuvieron otro elemento en común: sufrieron de primera mano el zarpazo del terrorismo. El ejemplo de Thatcher, siguiendo adelante con la convención de su partido a pesar del ataque del IRA y dando su discurso al día siguiente tal y como estaba previsto, ha quedado para el recuerdo, aunque, lamentablemente, no podemos decir que haya calado en todo el mundo.
No todos los políticos parecen haber aprendido las claves de un personaje que demostró que la política puede y debe ser algo más que seguir la tendencia de las encuestas y tratar de adaptar su discurso y sus decisiones a lo que aparentemente desea la mayoría.
Bien al contrario, Margaret Thatcher demostró que la política puede ser el espacio más adecuado para ejercer un liderazgo democrático que sirva para que la ciudadanía madure y se haga más libre, más próspera, más consciente de sus derechos y obligaciones.
Margaret Thatcher nos enseñó que un político que de verdad crea en la libertad puede hacer mejores a sus ciudadanos, o, dicho de una forma que seguro que a ella le gustaría más, dejar que éstos saquen lo mejor de sí mismos. Pero para eso, claro, hay que creer en la libertad.

No hay comentarios.: