23 abril, 2013

Venezuela: A pesar de reclamar la victoria, hay gran decepción en las filas chavistas

El 14 de abril, unos 14.8 millones de venezolanos fueron a las urnas para elegir un nuevo presidente que sustituya a Hugo Chávez, que falleció el pasado 5 de marzo. Por el más estrecho de los márgenes (según se informa, por menos de 235,000 votos), parece que Nicolás Maduro, candidato de Chávez y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), derrotó al líder de la oposición, Henrique Capriles, de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).


Con una fuerte apuesta por el recuerdo y la lealtad al difunto comandante Chávez, Maduro proyectó una aureola de confianza e invencibilidad, afirmando que obtendría 10 millones de votos y una margen de victoria de dos cifras. En realidad recibió 7.5 millones de votos frente a los 7.2 millones de Capriles. La oposición ha observado más de 3,200 irregularidades y ha exigido un recuento total de las papeletas depositadas en los colegios electorales para corregir los errores de los cálculos electrónicos. La administración Obama ha respaldado la idea del recuento.
El resultado electoral, si se mantiene, demuestra claramente que el dominio que una vez ejerció Chávez sobre las masas que lo adoraban no ha pasado a su heredero escogido a dedo. Dadas las tremendas ventajas de las que disfrutó el poco carismático Maduro (lealtad al líder fallecido, control sobre los trabajadores del sector público, dominio casi total de los medios de comunicación, el respaldo de oficiales militares de alto rango, etc.), el descenso en el respaldo al movimiento chavista es significativo y se traducirá en un debilitamiento del poder de Maduro dentro de su partido y una menor receptividad a la agenda socialista radical. Los crecientes problemas económicos, la delincuencia y la corrupción amenazan con socavar aún más la capacidad de Maduro para gobernar en el futuro, pues ahora aparecerá debilitado frente los rivales de su partido, que probablemente cuestionarán su capacidad de liderazgo.
Tras semanas afirmando que Estados Unidos infectó a Chávez con un cáncer, de haber trabajado para asesinar a otros candidatos y de haber intentado desestabilizar Venezuela, Maduro afirma que está preparado para conversar con Estados Unidos. Pero son los hechos y las acciones (un recuento honrado de los votos, el fin de la polarización de la política, la cooperación para combatir el tráfico de drogas y un replanteamiento de sus fuertes lazos con Irán), no las palabras, lo que marcará la diferencia en la futuras relaciones con Washington.

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