por Gabriela Calderón de Burgos
Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Generalmente se aprecia a individuos que con su sacrificio
intencionado ayudaron a otros, como la Madre Teresa. En cambio, pocas
veces se aprecia la contribución de individuos que ayudaron a otros sin
haber sacrificado algo y sin haber pretendido ayudarlos; al contrario,
lo hicieron simplemente buscando hacerse ricos y/o hacer realidad una
visión. Todo indica que quienes más contribuyeron al desarrollo de la
humanidad son precisamente los segundos.
Usualmente nos cuentan la historia de la humanidad desde la
perspectiva del poder estatal/político, pero consideremos un enfoque
alternativo. En las cinco décadas después de la guerra civil en EE.UU.
sucedió algo especial. Individuos como Cornelius Vanderbilt, John D.
Rockefeller, Andrew Carnegie, J.P. Morgan, Thomas Alva Edison y Henry
Ford, mejoraron la calidad de vida de las personas alrededor del mundo
conforme amasaban tremendas fortunas personales.
Vanderbilt conectó las poblaciones de EE.UU. de costa a costa
abaratando el costo de transporte de productos en sus ferrocarriles e
hizo posible el enriquecimiento de millones de comerciantes
estadounidenses que luego vendían sus productos a precios más bajos. A
Rockefeller se le ocurrió transportar el petróleo por tuberías, para no
depender de Vanderbilt, logrando no solo volverse más rico sino también
abaratar el costo de la que llegaría a ser la principal fuente de
energía. Para construir esas tuberías Rockefeller compró el acero de
Carnegie, quien había logrado reducir los costos de producción de este
material como para construir enormes estructuras, desde los primeros
rascacielos hasta los primeros puentes de acero. No mucho después Edison
desarrolló el foco eléctrico comercial y el banquero Morgan financió su
proyecto, para llevar la electricidad a todos los hogares. Luego a Ford
se le ocurrió un método para producir de manera masiva el automóvil.
Ford lograría que se haga realidad su visión de que el automóvil sea
algo que millones de familias puedan comprar.1
Estos cambios revolucionarios todavía están sucediendo. Por ejemplo,
en 2003, tres programadores estonianos crearon la plataforma Skype, a
través de la cual hoy las comunicaciones (con o sin video) de sus
usuarios suman 2.000 millones de minutos al día.2
En el año 2010 Steve Jobs dijo en la presentación del iPhone 4,
teléfono móvil que hacia posible una comunicación con video gratis entre
sus usuarios: “Crecí en EE.UU. con los Supersónicos y los comunicadores
de Star Trek, simplemente soñando con las llamadas con videos, y ahora
es real”.3
No es accidental que estas innovaciones surgieron en lugares donde y
cuando los gobiernos se limitaron a proteger la libertad individual y en
donde, en gran medida, se respetó el Estado de Derecho.
Lamentablemente, parecería que hoy damos por hecho el marco de libertad
individual que ha hecho posible un estilo de vida que permite que una
porción cada vez mayor de la población mundial esté cada vez más cerca
de los Supersónicos y más lejos de los Picapiedra. La idea de que una
nación deje de ser pobre gracias a individuos que buscan lucrar, no
gracias a una clase política todopoderosa que dice desear el bien para
todos, resulta increíble para la gran mayoría. Pero si miramos los
hechos dejando a un lado la carga emotiva, hay fuertes indicios de que
precisamente eso es lo que nos cuenta la historia del desarrollo de la
humanidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario