09 abril, 2013

Yoani y el muro virtual

Yoani y el muro virtual

 

La bloguera y periodista cubana Yoani Sánchez muestra la medalla presidencial del Miami Dade College que recibió en un acto en la Torre de la Libertad, el 1 de abril.
La bloguera y periodista cubana Yoani Sánchez muestra la medalla presidencial del Miami Dade College que recibió en un acto en la Torre de la Libertad, el 1 de abril.
Lynne Sladky / AP
De Yoani Sánchez se ha escrito mucho desde que comenzó su gira internacional. Tras salir de Cuba después de que se lo prohibieran los últimos cinco años, tuve la intención de dedicarle un artículo, consciente de la relevancia de esta bloguera que ha logrado acaparar la atención mundial en lo referente a la falta de libertad en la isla. Pero quise esperar a tener la oportunidad de conocerla en persona, más allá de su magnífico blog, Generación Y, y su cuenta de Twitter, siempre con la última información de los atropellos del gobierno castrista.
Eugenio Tuya, un buen amigo que la recibió en Madrid, me había adelantado que Yoani era excepcional. “Es una mujer muy tecnológica. También muy sencilla”, me dijo Eugenio, quien, al igual que ella, conoce bien los entresijos de las redes sociales. Entretanto, seguí de cerca las intervenciones en el extranjero de la periodista independiente, en ocasiones vapuleada por pequeños grupos de la izquierda estalinista que pretendían reventar sus multitudinarios actos. Yoani se defiende fuera de Cuba con la misma sagacidad y finura que despliega ante los agentes de la seguridad del Estado que son su sombra en La Habana.


En el ecuador de un viaje de ida y vuelta Yoani ha pasado por Miami, la capital de la diáspora cubana, y ha sido aquí, en un encuentro informal con un puñado de admiradores, donde finalmente le pude dar un cálido y emocionado abrazo. Escuchándola responder las preguntas que se le hacían en el acogedor salón de la Casa Bacardí, entendí lo que me quiso trasmitir mi apreciado Eugenio. Yoani, cuya formación de filóloga la lleva a buscar siempre la palabra precisa, es tal y como se proyecta desde el otro lado de ese triste muro que los hermanos Castro erigieron hace ya más de medio siglo: con la razón y el sentido común por delante a la hora de desmontar las falacias de un régimen despótico. Una mentalidad moderna y enganchada a una insurrección tecnológica (no ideológica) que trasciende los barrotes físicos en el etéreo mundo del ciberespacio. Una mujer que combina la sofisticación con la naturalidad. La facilidad de palabra con la timidez. La pasión techie con la debilidad por la literatura. En suma, una persona que ha logrado ser libre en un entorno opresivo.
Todos estos atributos los había intuido en sus escritos, en sus tuits, en sus declaraciones, en su apoyo a otros blogueros y a la propia disidencia cubana. No obstante, para mí ha sido fundamental compartir brevemente con Yoani para aprehender la importancia y dimensión de la labor que desempeña desde su apartamento habanero. Porque, como bien nos explicó en una tarde de sol miamense, el salón de su casa es un taller vivo desde el cual se les enseña a los opositores a crear y manejar sus cuentas de Twitter. O donde los jóvenes del movimiento bloguero aprenden a montar sus dazibaos virtuales. Un privilegiado espacio en el que se facilitan las herramientas necesarias para, por medio de la sabiduría internáutica, divulgar en el exterior lo que la policía política pretende silenciar. Es verdad que los blogs y tuits son bloqueados en el país, pero estos rebeldes con causa se las ingenian para multiplicarlos dentro y fuera.
Con justa modestia, Yoani puntualizó que ella, a diferencia de activistas como las valerosas Damas de Blanco, no se mide con los riesgos y el presidio político que ha padecido la disidencia, pues su experiencia vital es la de una generación que no tenía nada que derribar porque ya estaba todo destruido. La agudeza de esta bloguera con mentalidad de Silicon Valley en un erial de pobreza y atraso, ha sido la de sumar sus destrezas a la causa de la oposición democrática que lucha por el cambio. La batalla de Yoani es la de forjar el salto a la innovación en una sociedad que ha sido condenada a la oscuridad del medioevo. Su revolución, y no la que vendieron hace más de cincuenta años unos hombres armados y con exceso de testosterona, es la que verdaderamente atisba el camino hacia la prosperidad y la libertad.
A su paso por la capital del exilio Yoani ha podido comprobar que la memoria de lo que un día fue Cuba (y de lo que pudo haber sido) se preserva con amor a este lado del Estrecho, a la espera del reencuentro en la tierra de todos los cubanos. Cuando nos abrazamos sentí que nos conocíamos de toda la vida. El muro sólo había sido una invención.

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