Argentina y 10 años 'K': Una lectura de la última década
Por Ricardo López Murphy
Nunca
en la historia de nuestro país hubo un periodo con circunstancias tan
favorables como las de la última década. Ello esta explicado por los altísimos
precios externos, por los desempeño de los países vecinos, no solo en el
crecimiento de su volumen de producción, sino principalmente por la revaluación
de sus monedas -destacándose Brasil-, por las bajísimas tasas de interés
globales y por el sesgo del crecimiento mundial.
A
pesar del contexto tan propicio, Argentina esta inmersa en una crisis de pagos
externos, con una altísima inflación y en una situación social extremadamente
delicada en términos de indigencia e informalidad en el empleo.
Este
deterioro, en un contexto tan favorable como el que fue descripto, se traduce
en el costo enorme de las oportunidades que han sido desaprovechadas en la
última década.
Enumeremos
los hechos salientes del desgraciado panorama:
El
primero, y más notable, es la descapitalización de la economía. La obsesión de
desatender la inversión requerida en el largo plazo y el fomento artificial del
consumo, de recursos que no disponemos, como los energéticos, es un rasgo
clásico del populismo.
Una
cuestión no menor, en este sentido es la escala del problema de la crisis
energética, la pérdida de las reservas en esta materia, por no invertir en su
reposición, alcanzó aproximadamente el 60% del PBI.
Otro
aspecto paralelo es el deterioro de la infraestructura de transporte. Quizás el
rasgo más notable sea en materia ferroviaria, que se evidenció de manera
trágica en el accidente de Once, hace más de año atrás.
El
otro componente llamativo han sido las catástrofes ocurridas en materia de
inundación. En ambos sectores, con las mejores circunstancias de la historia
para país, se desinvirtió groseramente.
Una forma inteligente de hacer la comparación es revisar la infraestructura de Chile y Argentina, en este periodo de tiempo.
Otra área donde ser percibe con claridad la descapitalización mencionada es en el rodeo ganadero. Se ha sacrificado más de 1/5 del mismo, perdiendo no solo empleo intensivo en la ruralidad, sino también desarrollo del interior e inmensas oportunidades en la cuota Hilton y otras facilidades que dispone la republica.
Una forma inteligente de hacer la comparación es revisar la infraestructura de Chile y Argentina, en este periodo de tiempo.
Otra área donde ser percibe con claridad la descapitalización mencionada es en el rodeo ganadero. Se ha sacrificado más de 1/5 del mismo, perdiendo no solo empleo intensivo en la ruralidad, sino también desarrollo del interior e inmensas oportunidades en la cuota Hilton y otras facilidades que dispone la republica.
Otro
rubro donde se aprecia esta cuestión es el sistema previsional. Allí se han
jubilado millones de personas sin aportes y se adquirieron los compromisos de
las reglas de un sistema de reparto que devengan una deuda implícita,
dilapidando en el proceso, las reservas actuariales del sistema de
capitalización.
En
el mundo, el drama es el envejecimiento y la inviabilidad del sistema de
reparto, en nuestro país, después de haber pagado los costos de su
transformación, hemos vuelto a la pesadilla de esta deuda oculta, en un momento
en que su testimonio más fiel son los centenares de miles de juicios de
jubilados, ancianos en su mayor parte, que el Estado desatiende, utilizando los
recursos del sistema de previsión social para otros fines, con la incapacidad
de cumplir con las normas establecidas.
Un
costo difícil de medir, pero que resulta muy relevante en la realidad, es la
pérdida de respeto y confianza que nuestro país ha generado, en la comunidad
internacional.
El
constate y sistemático pisoteo a los contratos, reglas de juegos y límites
legales hacen que nada sea creíble en nuestro país en términos de
previsibilidad. Así, se han acumulado conflictos por juicios a escala mundial,
de una magnitud inaudita en la experiencia internacional. Entre ellos podemos
citar la deuda impaga en bonos tramitándose en New York o las deudas por
indemnización a los inversores externos, debido a la ruptura contractual, en el
CIADI así como la deuda con las instituciones financieras oficiales de los
países desarrollados reflejado en los impagos al club de París.
La
vergüenza de la crisis, autoinflingida, de nuestro sistema estadísticos es
motivo de befa y desconsideración, en todos los documentos de los organismos
internacionales, que se refieren a nuestro país.
En
ese proceso, como otro rasgo de la descapitalización que nos referimos, hemos
perdido preferencias arancelarias en los países desarrollados, que beneficiaban
enormemente a nuestras economías regionales, causando un daño de difícil
reversión para su competitividad.
Entre las herencias a mencionar, de esta década, esta un aumento de la dotación del personal del estado que excede todas las experiencias anteriores, habiendo agregado largamente un millón de empleados a la nomina pública.
Entre las herencias a mencionar, de esta década, esta un aumento de la dotación del personal del estado que excede todas las experiencias anteriores, habiendo agregado largamente un millón de empleados a la nomina pública.
Otro
punto muy significativo tiene que ver con los aspectos de orden institucional
del régimen organizativo de la economía moderna.
En ese sentido, cabe mencionar la perdida de la autonomía del Banco Central y la conversión del mismo en una segunda tesorería pública, destruyendo de este modo la moneda nacional, afectando de modo irreparable al sistema financiero y al mercado de capitales, con su efecto consabido en los niveles de ahorro e inversión.
En ese sentido, cabe mencionar la perdida de la autonomía del Banco Central y la conversión del mismo en una segunda tesorería pública, destruyendo de este modo la moneda nacional, afectando de modo irreparable al sistema financiero y al mercado de capitales, con su efecto consabido en los niveles de ahorro e inversión.
La
pérdida del rol ordenador y normativo del presupuesto de la nación, considerada
a nivel mundial la ley más significativa del ciclo anual del Congreso de la
Nación, se refleja al desnaturalizar su contenido y relevancia, con la crisis
de legitimidad y representatividad que conlleva tal conducta. Se ha extraviado
el principio del control y decisión del gasto por los representantes del
pueblo.
En
esa misma línea puede agregarse la pérdida de calidad y autonomía de todos los
organismos regulatorios, que hemos pagado con las catástrofes humanitarias que
hemos sufrido.
Un
rasgo más conocido y no por ello menos preocupante es el deterioro de los
órganos de fiscalización de las actividades jurisdiccionales del gobierno. Dada
la importancia que los mismos tuvieron en el pasado y su jerarquía y respeto,
se ha pulverizado a límites inconcebibles su relevancia.
En
ese sentido, el deterioro de los organismos de control de comercio exterior ha
alcanzado límites obscenos. Así se han podido establecer restricciones
cuantitativas arbitrarias, cambios de reglas consuetudinarias y hasta regímenes
cambiarios diferentes, para las mismas posiciones arancelarias, que han
afectado la credibilidad y la capacidad de competencia de toda la economía
argentina.
Como
palabras de conclusión dejamos una convocatoria a no subestimar los problemas
acumulados y percibibles, en estas señales de descapitalización enumeradas, que
se traducirán inevitablemente, en una caída de los indicadores de producción y
productividad de la economía argentina.
Por
la concentración en los aspectos operativos del accionar económico, hemos
dejado de lado, reconociendo su suprema importancia, en esta narrativa,
"la descapitalización de la moral pública" que nacen a partir de los
escándalos surgidos, a raíz de innumerables episodios de corrupción, que han
dominado el debate de la última década. Ello no debe inducir a error, reparar
la transparencia y decencia en los asuntos públicos es el punto de partida de
toda reconstrucción ciudadana del Estado.
El
desafío político y técnico de la recuperación argentina es formidable y resulta
imprescindible que no se le oculte a nuestro pueblo, para hacer posible la
tarea.
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