por Armando Ribas
Armando Ribas es abogado, profesor de filosofía poltica, periodista, escritor e investigador. Es autor de Cuba: Entre la independencia y la libertad, Argentina 1810-1880: Un milagro de la historia, Los condicionamientos éticos de la libertad , entre otros.
Mi amigo Jose Ignacio García Hamilton escribió una biografía de Juan Bautista Alberdi que tituló: Vida de un ausente.
Voy a tomar ventaja de ese título ilustrativo de una realidad de vida,
para adoptarlo a una realidad de ideas. La ausencia de Alberdi durante
su vida y su aparente soledad durante su auto exilio europeo pudo ser y
seguramente fue triste, desde el punto de vista humano. Pero como yo no
intento una biografía vital sino política, he llegado a la siguiente
conclusión: La ausencia física de Alberdi no impidió que su pensamiento
trascendiera las distancias. Fue así que influenciaron a los hombres de
la generación del 37 que lograron el milagro de sacar a la Argentina
de la Edad Media y proyectarla por las cimas de la historia,
liberándola asimismo del supuesto Iluminismo europeo que considero que
fue la fuente filosófica del totalitarismo racionalista europeo.
El progreso y adelanto relativo de un país respecto a los demás se
prueba con lo que se ha denominado el voto con los pies. Eran entonces
los europeos los que emigraban a la Argentina en busca de libertad de la
que carecían en la Francia del Segundo Imperio y las Comunas de Paris,
en la Alemania Bismarckiana, a la que el propio Hitler consideró el
Segundo Reich. Y por supuesto no olvidemos a la Madre patria que logró
llevar la Edad Media hasta el siglo XX.
El drama en la actualidad es la ausencia del ausente en Argentina,
una ausencia que ya lleva más de setenta años. Esa ausencia se ha
traducido en una Argentina decadente, empobrecida y oprimida por la mano
de un nacionalismo fascistoide y de un socialismo terrorista, cuyas figuras descollantes siguen siendo por una parte Perón y Evita y por la otra la presencia post mortem del Che Guevara,
propulsor del amor al odio. Pero antes de seguir hablando de Alberdi
permítanme dejarlo hablar a el. Así voy a comenzar con una cita que deja
a las claras la lucidez de su visión sobre la libertad. Y más aun de su
percepción histórica de las facetas del totalitarismo que, surgido de
Europa, pondría al mundo en el siglo XX al borde del Apocalipsis.
Las palabras que siguen fueron parte de una observación hecha a Sarmiento
respecto al concepto mismo de la barbarie. Esa palabras no descalifican
en modo alguno la figura ni la labor eximia de Sarmiento respecto a la
educación, sino que reflejan la aguda percepción de Alberdi sobre el
perjuicio histórico que habría de sobrevenir como consecuencia del
racionalismo surgido de la llamada Ilustración. Así
dijo: “Tenga cuidado señor Sarmiento, en vista de los ejemplos célebres
que acaban de probar ante el mundo aterrorizado que se puede ser bárbaro
sin dejar de ser instruido, y que hay una barbarie letrada mil veces
más desastrosa para la civilización verdadera que la de todos los
salvajes de la América desierta”.
En ese pensamiento Alberdi, observando los desastres de las Comunas
de Paris, cuando los primeros marxistas quemaban la Ciudad Luz, preveía
el futuro de los totalitarismos europeos que hicieran eclosión en el
siglo XX. Era evidente para el que las comunas representaban los
prolegómenos de ese proceso filosófico que derivó en lo que he
denominado el oscurantismo de la razón y que produjo por tanto el terror
racional, que es otra forma de fanatismo occidental.
Alberdi asimismo había percibido el peligro que engendraba la democracia de masas y así lo manifestó, como lo había hecho igualmente James Madison,
comparándolo con el estado de naturaleza donde el individuo más débil
se encontraba a merced del mas fuerte (SIC). Escribió así en El sistema económico y rentístico:
“ No participo del fanatismo inexperimentado, cuando no hipócrita, que
pide libertades políticas a manos llenas para pueblos que sólo saben
emplearlas en crear sus propios tiranos”. Así predecía el advenimiento
de Hitler, Mussolini y por qué no decirlo, de Perón y mas recientemente de Chávez. Eso no significa estar en contra de la democracia sino a favor de la república en la cual existe la limitación del poder político a través de la separación de los poderes del Estado y la defensa irrestricta de los derechos individuales. Particularmente el derecho de propiedad y que adelantándose a los tiempos incluyó la propiedad intelectual.
Pasando entonces a la prédica demagógica de la libertad Alberdi
reconoce y explica la diferencia sustancial entre la libertad interna y
la libertad externa. O sea entre el respeto y la defensa de los derechos
individuales y la independencia, y en ese sentido escribió: “La Patria
es libre cuando no depende del extranjero, pero el individuo carece de
libertad cuando depende del Estado de una manera omnímoda y absoluta”.
En esta observación ya Alberdi debatía con Hegel según
quien el individuo no tenía más razón de ser que su pertenencia al
Estado. Asimismo discrepaba con el concepto de soberanía tal como había
sido definido por Rousseau en el Contrato social.
Vemos así que había tomado en cuenta el principio fundamental de
Locke del que surge la razón de ser de la limitación del poder político y
que lo expresa cuando dijo: “Los monarcas también son hombres”. La
importancia de este principio la reconoce Alberdi y así siguió diciendo:
“La omnipotencia del Estado o el poder omnímodo de la Patria respecto a
los individuos que son sus miembros, tiene por consecuencia necesaria
la omnipotencia del gobierno en que el Estado se personifica, es decir
el despotismo puro y simple”.
Alberdi había tomado conciencia de que la diferencia entre la
libertad interna y externa no era conocida en Europa y por tanto tampoco
entre nosotros y al respecto dijo: “América del Sur se liberará el día
que se libere de sus liberadores”. Y ahondando en el tema se refiere al
carácter de lo que denomina la libertad latina y dijo: “¿Cuál es la
índole de la libertad latina? Es la libertad de todos refundida y
consolidada en una sola libertad colectiva y solidaria, de cuyo
ejercicio exclusivo está encargado un libre emperador o un Zar
liberador. Es la libertad del país personificada en su gobierno, y su
gobierno todo entero personificado en un hombre”. Y citó sin nombrarlo a
Luis XIV: El Estado soy yo.
Igualmente Alberdi había comprendido la falacia que entraña la
entelequia del Estado, y consecuentemente aceptado el nominalismo de los
universales (pueblo, nación, estado, humanidad). Por tanto descreía de
la supuesta eticidad de aquellos que pretendían actuar por el bien público
descalificando moralmente los intereses particulares como la expresión
del egoísmo frente a la virtud de la solidaridad. Y al respecto dijo:
“El egoísmo bien entendido de los ciudadanos sólo es un vicio para el
egoísmo de los gobiernos que personifican a los Estados”. Por ello
Alberdi cree en la empresa privada basada en el derecho de propiedad, y
denigra la mera idea del socialismo al que califica de hipócrita y así
dijo en El sistema económico y rentístico: “Pero no bastaba
reconocer la propiedad como derecho inviolable. Ella puede ser respetada
en principio y desconocida y atacada en lo que tiene de más precioso
—en el uso y disponibilidad de sus ventajas… El socialismo hipócrita y
tímido ha empleado el mismo sofisma, atacando el uso y disponibilidad de
la propiedad en nombre de la organización del trabajo”. Por ello
concluyó: “El ladrón privado es el más débil de los enemigos que la
propiedad reconozca…Ella puede ser atacada por el Estado en nombre de la
utilidad pública”. En estas palabras percibimos hoy más que nunca la
problemática planteada en la Argentina por el gobierno de turno.
Sigamos el análisis de la filosofía alberdiana, cuya ignorancia a
nuestro juicio ha sido determinante de la decadencia argentina. Nos
referiremos entonces al problema de la seguridad y de la justicia.
Y comienza diciendo Alberdi: “He vivido veinte años en el corazón del
mundo civilizado, y no he visto que la civilización signifique otra cosa
que la seguridad de la vida, de la persona, del honor y de los bienes”.
Ya pues conocía la esencia de los derechos individuales y por ello
agregaba: “Pero así como toda la civilización política de un país está
representada por la seguridad de que disfrutan sus habitantes, así
también toda su barbarie consiste en la inseguridad, o lo que es igual
en la ausencia de la libertad de ser desagradable al que gobierna sin
riesgo de perder por eso su vida, su honor o sus bienes como culpable
de traición al país”. Esta es la barbarie de la tiranía y del
totalitarismo surgido del racionalismo moral.
Consecuentemente Alberdi se refiere a la importancia decisiva de la justicia, que por supuesto no la confunde con la justicia social
y dijo: “La propiedad, la vida, el honor son bienes nominales donde la
justicia es mala. No hay aliciente para trabajar en la adquisición de
bienes que han de estar a merced de los pícaros…La ley, la Constitución,
el gobierno son palabra vacías sino se reducen a hechos por la mano del
juez, que en último resultado es quien lo hace ser realidad o mentira”.
Es evidente que esta situación prevista por Alberdi se vive hoy en
Argentina donde la justicia depende del Ejecutivo que es lo mismo que
decir que no existe. Ya se han levantado algunas voces exponiendo esta
realidad oprobiosa que de hecho significa la dictadura y la falta de
libertad. Es a causa de estas circunstancias que el campo se ha
rebelado, poniendo de manifiesto el estado de indefensión judicial que
vive la ciudadanía en general por más que pocos se hayan atrevido a
cuestionarla. Las retenciones son la forma hipócrita de violar los
derechos de propiedad tal como lo había dicho Alberdi y así se expresó:
“Hasta aquí el mayor enemigo de la riqueza del país es la riqueza del
fisco”.
En otro ámbito del quehacer político conforme al proyecto de Alberdi
de que gobernar es poblar, se refirió al extranjerismo o sea al odio al
extranjero. Al respecto dijo en Las bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina:
“La prensa, la historia preparada para el pueblo deben trabajar para
destruir las preocupaciones contra el extranjerismo por ser obstáculo
que lucha de frente con el progreso de este continente. La aversión al
extranjero es barbarie en otras naciones; en las naciones de América del
Sur es algo más, es causa de ruina y de disolución de la sociedad de
tipo español”. Alberdi pues nos había advertido de lo que habría de
pasar como consecuencia de la enseñanza nacionalista iniciada a
principios del siglo XX, que se apoderara del pensamiento ilustrado
argentino a través del nacionalismo católico —acólito indiscutible del
fascismo mussoliniano y que definitivamente alcanzó el poder con el
advenimiento de Perón.
Los resultados están a la vista y ya Alberdi había previsto la
incongruencia del nacionalismo y sus implicaciones económicas y
escribió: “Toda ley que atribuye al Estado de un modo exclusivo,
privativo o prohibitivo, que todo es igual, el ejercicio de operaciones o
contratos que pertenecen esencialmente a la industria comercial, es ley
derogatoria de de la Constitución en la parte que esta garantiza la
libertad de comercio a todos y cada uno de los habitantes de la
Confederación”. Es evidente que a partir de la llegada de Perón y
continuando con sus sucesores la Argentina ha violado la Constitución de
1853. Y al respecto Alberdi advertía: “La idea de una industria pública
es absurda y falsa en su base económica”. Así ya en 1853 Alberdi se
oponía al comunismo que habría de llegar en 1917 y preveía lo que
finalmente hasta el propio Lenin llegó a comprender
cuando escribió su ensayo “La nueva política económica”.
Desafortunadamente en la actualidad se han olvidado estas advertencias y
se ha vuelto al pensamiento de Lenin contenido en Imperialismo: Etapa superior del capitalismo, donde se oponía a la inversión extranjera por considerarla una forma de explotación de los países ricos a los pobres.
Alberdi igualmente predicó la libertad religiosa y
así Argentina a partir de 1853 se convirtió en el segundo país en el
mundo donde hubiera libertad de cultos. Todo parece indicar que en este
aspecto Alberdi estaba influenciado por el pensamiento de Locke
contenido en su “Carta sobre la tolerancia”, y así al respecto
escribió: “Querer el fomento de la moral en los usos de la vida y
perseguir iglesias que enseñan la doctrina de Cristo ¿Es cosa que tenga
sentido?” De la misma forma también defendió la separación del Estado de
la Iglesia aun cuando en la Constitución de 1853 se llegó a una
transacción por la cual el Estado debía sostener el culto católico y el
presidente debía ser católico.
Creemos igualmente que el pensamiento de Alberdi estaba influenciado por David Hume en su forma de denigrar a Rousseau.
Por esa razón se pronunció contra el principio de que la ley era la
voluntad general, y citando a Rivadavia dice: “Fatal es la ilusión en
que cae un legislador cuando pretende que su talento puede modificar la
naturaleza de las cosas o suplir a ella sancionando y decretando
creaciones”. Es por ello que asimismo defiende la función esencial de la
oposición en el gobierno como garantía de la libertad.
Por último Alberdi, al igual que James Madison, estaba en contra de
la guerra y consideraba la paz como un requisito indispensable del
progreso y libertad de los pueblos. Así escribió en Las bases:
“Reducir en dos horas a una gran masa de hombres a su octava parte por
la acción del cañón; he ahí el heroísmo antiguo y pasado. Por el
contrario, multiplicar en pocos días una población pequeña, es el
heroísmo del estadista moderno; es grandeza de creación en lugar de
grandeza de exterminio”. Pero Alberdi adelantándose a su tiempo y en
forma mucho más esclarecida que Kant en su Paz perpetua prevé las causas determinantes de que las guerras fueran más raras. Así en El crimen de la guerra,
prohibido por Perón, Alberdi escribió: “Pero indudablemente las guerras
serán más raras a medida que la responsabilidad de sus efectos se
hagan sentir en todos los que las promueven y suscitan”. Indudablemente
que la existencia de las armas nucleares produjo el efecto previsto por
Alberdi y por ello la Guerra Fría no derivo en la tercera guerra
mundial. Este hecho fue más tarde reconocido por el Papa Juan Pablo II
antes de su muerte.
Por todo lo dicho anteriormente me atrevería a decir que la Argentina
hoy más que nunca necesita el reencuentro con el pensamiento del gran
ausente cuyas idea produjeron el milagro argentino de la Constitución de
1853.
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