Hay que “estimular”
y rescatar a la industria de la construcción
GODOFREDO ARIAS
Esta burrada
económica persiste no sólo en México sino en el resto del mundo. Ahora que la
industria mexicana de la construcción en México ha registrado números rojos y e
importantes pérdidas en el mercado de capitales (si el lector quiere informarse
más le doy este enlace http://www.obrasweb.mx/construccion/2013/05/14/la-construccion-cae-en-crisis-debido-al-ciclo-sexenal
), surgen
voces exigiendo que el gobierno emprenda nuevamente grandes proyectos de
construcción de infraestructura y vivienda. Si fuera así, entonces el
keynesianismo (mesianismo económico) no llevaría a las quiebras financieras de
los gobiernos como ha ocurrido (enormes cantidades de gasto público que van a
parar a proyectos inmobiliarios no rentables y/o a grandes obras-elefantes
blancos- sin la necesaria rentabilidad social)
Es cierto, cuando
las economías crecen, la industria de la construcción lo hace también de manera
importante. No cabe duda de que es un importante sector de toda economía. No
obstante lo anterior, la mayoría de las constructoras tienen una dependencia
enfermiza de los contratos gubernamentales. Cualquier empresario competente
sabe muy bien que los ingresos de cualquier negocio deben estar bien
diversificados, jamás depender de una sólo cliente, empresa o instancia
gubernamental. Lamentablemente los gobiernos mexicanos (y ello incluye a los
sexenios panistas, en especial el de Calderón) han asumido que ellos deben ser
hada madrina (parafraseando al profesor Damm) y dotar a cada uno de los
mexicanos de vivienda.
¿Quién en su sano
juicio se opone a que cualquier mexicano pueda ser propietario de su vivienda?
Nadie. Sí, pero ello debe estar en función de su talento, de su ahorro, de su
trabajo duro, jamás en función de la dádiva y limosna gubernamentales (tasas de
crédito subsidiadas y subsidios directos a la compra de vivienda). Cuando los
gobiernos se proponen dotar de vivienda a todo mundo, lo único que logran es la
expansión de proyectos inmobiliarios que en el futuro no encontrarán
compradores, que en el futuro lo único que encontraran es la quiebra
financiera. Sólo recordar la crisis inmobiliaria de EU y España que
tienen en la virtual quiebra a sus gobiernos y a numerosos particulares.
Y lo peor, hay
orates económicos que afirman que la crisis de la construcción de vivienda
(mucha oferta disponible sin compradores potenciales, construcciones alejadas
de la ciudad, alejadas de cualquier servicio básico urbano como transporte y
comercio) se debe a errores del mercado y por tanto el gobierno debe entrar al
rescate de constructoras e inmobiliarias (qué “bonita” forma de sacar su
corazoncito keynesiano-marxista). Qué terrible oír a semejantes burros. Que se
entienda de una vez por todas, la enorme mayoría de las crisis inmobiliarias
tienen su origen en la planificación central gubernamental. Burócratas desde un
escritorio decidiendo a dónde construir, qué tipo y número de casas edificar y a
qué tasas pagar los créditos hipotecarios (hasta el estilo de arquitectura
quieren imponer). Este planificación central al estilo socialista es el origen
de las hipotecarias gubernamentales de la mayoría del mundo y cuyas políticas
terminan por provocar una burbuja inmobiliaria que luego revienta y lleva a
medio mundo a la quiebra, incluidos bancos y a constructoras.
La expansión
artificial de la construcción de vivienda-vía el subsidio gubernamental- sólo
beneficia a grandes constructoras que viven de la ubre gubernamental.
Ahora están chillando y ya le piden a Peña Nieto que reactive el
populismo de vivienda que ha caracterizado a las últimas administraciones.
Las constructoras deben aprender su lección, vivir de la ubre
gubernamental las lleva irremediablemente a la quiebra.
Todo gasto en
infraestructura está sólo justificado si se generan externalidades positivas y
hay rentabilidad social (que los beneficios sociales sean mayores a los costos,
que el gasto público sea verdaderamente de inversión que lleve a la
recuperación de lo gastado). Gastar por gastar creyendo en “el efecto
multiplicador” es una irresponsabilidad fiscal que trae como consecuencia
la inmediata quiebra de las finanzas públicas. El gasto gubernamental es
un costo y no debe cuantificarse jamás como un beneficio. Es una dura realidad
económica que no quieren reconocer la mayoría de los políticos. La cruda
realidad inmobiliaria ahí está.
Amigo lector, de burradas y burradas
económicas, mejor una pequeña cucharada de conocimiento que nos aleje de las
tarugadas.
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