Capitalismo y corrupción
Por Gabriel Boragina ©
Es frecuente que el vulgo asocie la corrupción con el sistema capitalista,
e incluso muchos despistados sindiquen a este último como origen de la primera.
Sin embargo, ha quedado ampliamente demostrado que la corrupción es un fenómeno
inherentemente político y -más específicamente- tiene su origen en la
detentación del poder político cuando este poder deviene en un sistema
intervencionista. Como esta última es la situación de la mayoría de los países
del mundo, es por dicha razón que, en casi todos ellos, se observen hechos de
corrupción, a tal punto que podría sentarse una regla que dijera que a mayor
grado de injerencia gubernamental en la economía, la corrupción tenderá -en
idéntica o mayor proporción- a aumentar.
En un sentido
inverso, la cada vez más amplia apertura de las economías mundiales devendrá en
escalas menores de corrupción, hasta desaparecer casi por completo si el
intervencionismo llegara a esfumarse. Entre intervencionismo y corrupción
existe pues una relación de dependencia directamente proporcional de esta hacia
aquel. Cuando aumenta el primero también lo hace la segunda. Podemos
sintetizarlo con una fórmula que indique que el intervencionismo estatal
siempre implicará corrupción (I ⇒
C) (en lógica proposicional el símbolo ⇒ denota implicancia). Si, en cambio,
utilizáramos la teoría de los conjuntos describiríamos: C Є I (notación que significa que la
corrupción pertenece o es un elemento del intervencionismo).
Y dado que el
intervencionismo siempre es un fenómeno político (es decir, cuyo origen
invariablemente es político) no puede nunca ser causado por los capitalistas ni
por los empresarios, aunque muchos de estos se vean envueltos en los hechos de
corrupción, no pocas veces porque no les queda ninguna otra alternativa, como
veremos seguidamente.
Ludwig von Mises explicó este punto -con la claridad que lo caracteriza- ya
hace tiempo de esta manera:
"En un sistema de libre economía de mercado, ninguna ventaja pueden
los capitalistas y empresarios derivar del cohecho de funcionarios y
políticos, no siéndoles tampoco posible a estos últimos coaccionar a aquéllos ni
exigirles nada. En los países dirigistas, por el contrario, existen poderosos grupos de presión que bregan buscando privilegios para
sus componentes, a costa siempre de otros grupos o personas más débiles. En tal
ambiente, no es de extrañar que los hombres de empresa intenten protegerse
contra los abusos administrativos comprando a los correspondientes funcionarios.
Es más; una vez habituados a dicha mecánica, raro será que, por su parte, no
busquen también privilegios personales, al amparo de la misma. Pero ni
siquiera esa solución de origen dirigista entre los funcionarios públicos y los empresarios arguye en el sentido de
que estos últimos sean omnipotentes y gobiernen el país. Porque son los
consumidores, es decir, los supuestamente gobernados, no los en apariencia
gobernantes, quienes aprontan las sumas que luego se dedicarán a la corrupción
y al cohecho."[1]
En otras palabras, el dirigismo gubernamental ocasiona 4 efectos visibles inmediatos:
1.
Una
puja entre diversos grupos por los privilegios que otorga el gobierno.
2.
La
aparición de sectores beneficiados por las dádivas repartidas por el gobierno.
3.
Los
empresarios desfavorecidos por 2, tratan de protegerse comprando a los
funcionarios que podrían brindarles tal resguardo.
4.
Este
mecanismo perverso se retroalimenta a sí mismo en una suerte de círculo vicioso
que hace que se vuelva a 1, y repitiéndose más tarde el mismo ciclo: 1, 2, 3,
4....1...etc.
Básicamente, este es el circuito "intervencionismo (intrusión
gubernamental)- corrupción" que se repite en forma constante donde el
gobierno insista en obstruir el funcionamiento de la economía.
Queda claro pues que, el sistema de economía de libre mercado también
llamado capitalista nada tiene que ver con la corrupción, ni en su origen, ni
tampoco -obviamente- en su desarrollo ni en sus consecuencias. Y de las
enseñanzas del maestro Mises podemos derivar que, a mayor intervención, mayor
corrupción, lo que sintetizaremos en la siguiente fórmula: (+ i = + C)
La búsqueda de privilegios es una consecuencia necesaria de la corrupción
gubernamental y no puede encontrar otra causa. En tanto el gobierno sea
corrupto (lo será por definición si es intervencionista) y su corrupción se
expanda, obligará mas y mas a los diferentes agentes económicos a entrar en su
circuito diabólico de corrupción desenfrenada. Esto se ha visto y se sigue
viendo en muchos países del mundo, y en Latinoamérica es notorio en la
Venezuela chavista, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia y los Kirchner en la
Argentina como los casos más salientes del Cono Sur, lo que -a su turno- indica
que el grado de interferencia de estos gobiernos en la economía de sus
respectivas naciones es enormemente elevada (+ I = + C).
Por último, L. v. Mises aporta un dato de extrema importancia, por el cual
nos explica que, dado que las sumas distraídas "que luego se dedicarán a
la corrupción y al cohecho" son -en última instancia- aprontadas por
"los consumidores, es decir, los supuestamente gobernados, no los en
apariencia gobernantes" son aquellos y no los empresarios ni los
capitalistas los que -en rigor- están financiando la corrupción y el cohecho. O
sea -en otros términos- el gobierno estaría forzando a los consumidores a
sostener dinerariamente el sistema corrupto impuesto por el mismo gobierno,
sufragándolo a través de los empresarios y capitalistas. Estos serian -en tal
sistema- un simple medio y no un fin en sí mismo de la corrupción (lo que no
implica, desde luego, que, como simples intermediarios al fin de cuentas, no
obtengan ningún rédito del mecanismo por el cual son utilizados). La mayor
tajada, claro está, se la llevaría el gobierno, y en menor proporción
empresarios y capitalistas, recayendo las mayores pérdidas sobre el conjunto de
la sociedad civil. En definitiva, la corrupción empobrece a todos a la larga.
Sumas que, de otro modo, empresarios y capitalistas deberían invertir en
producción y comercialización de bienes y de servicios, son desviadas para
alimentar la corrupción gubernamental.
[1] Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión
Editorial, S.A., cuarta edición. , pág. 419 y 420
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