Cabello aseguró que el gesto de Santos era “una agresión” al pueblo de Venezuela
Alfredo Meza
Caracas
Lo dijo Mao hace mucho ya y Venezuela sigue esas ideas al
pie de la letra aunque en sentido figurado: “Solo hace falta una chispa
para que se incendie la pradera”. La visita del líder opositor Henrique
Capriles Radonski al Palacio de Nariño en Bogotá, donde fue recibido por el presidente Juan Manuel Santos, ha sido esa chispa que ha provocado una reacción virulenta en el alto nivel del gobierno de Nicolás Maduro.
Primero fue el número dos, Diosdado Cabello, quien dijo que
el gesto del mandatario colombiano era “una agresión” al pueblo de
Venezuela. “Santos ha puesto una bomba de tiempo en las relaciones
bilaterales al reunirse con un fascista y asesino”, agregó, en
referencia al gobernador del estado de Miranda. “Desde el Poder
Legislativo rechazamos contundentemente esa reunión, porque se trata de
una conspiración contra Venezuela que encuentra en territorio colombiano
y en el Gobierno colombiano apoyo. Entendemos que es un plan de la
derecha internacional donde el presidente Santos es parte activa”.
Avanzada la noche venezolana del miércoles tomó la palabra
el canciller Elías Jaua y fue más allá. El Gobierno de Nicolás Maduro,
dijo, “evaluará seguir siendo parte de los acuerdos de paz en Colombia”.
A su juicio, el jefe de Estado colombiano había recibido a una persona
“que desconoce a las instituciones venezolanas”.
Las palabras de la cancillería local no son poca cosa. Hace
un par de semanas, en una entrevista con el diario bogotano El
Espectador, los negociadores de la guerrilla de las FARC, “Pablo
Catatumbo”, “Iván Márquez”, “Jesús Sántrich” y “Marco Calarcá”
reconocieron las gestiones del fallecido Hugo Chávez para que se
concretaran las reuniones con el gobierno colombiano en La Habana.
“Chávez aclimató con paciencia y sabiduría la necesaria confianza en una
salida negociada. Todos los primeros pasos se dieron en Colombia con su
ayuda”, explicaron. Por esa razón Cabello pedía a Bogotá “un poquito de
consideración por quienes han hecho tanto por la paz”.
Chávez sabía moverse, pero sus herederos no tienen con qué. Somos nosotros los que tenemos mucho que perder"
Todo este cortocircuito ha desvelado la estrategia del
presidente Santos de acercarse a Chávez al asumir el poder en 2010, y
los esfuerzos que hizo por congeniar con un gobierno que combatió
duramente como ministro de la Defensa de su antecesor, Álvaro Uribe.
“Son evidentes las diferencias doctrinarias entre ambos países”, explica
la internacionalista Beatriz de Majo. Bogotá se aprovechó de la buen
relación que surgió entre los dos mandatarios –Chávez alguna vez
calificó a Santos como su nuevo mejor amigo en respuesta a un halago de
éste ante un pleno de la Sociedad Interamericana de Prensa- para
explorar un acuerdo de cese al fuego e incorporación a la vida política
con la guerrilla de las FARC, antecedido por conversaciones en una zona
ajena a las hostilidades. Sólo una alianza estrecha con Caracas podía
posibilitar la concreción del diálogo. El postrero aporte de Chávez ha
sido maniobrar para sentar a las partes.
Fueron muchas las veces que el comandante presidente dijo
que Caracas era neutral frente al conflicto interno en Colombia. Con
Andrés Pastrana (1998-2002) hubo fuertes cruces verbales por esa causa,
pero con Uribe (2002-2010) las tensiones llegaron al borde de la guerra y
a la suspensión del intercambio comercial, que jamás ha vuelto a
alcanzar las cifras del pasado. En 2008, tras el bombardeo del
campamento de “Raúl Reyes”, Chávez ordenó movilizar tropas a la frontera
y congeló todos los negocios binacionales. Ese mismo año se
intercambiaron bienes entre los dos países por valor de 7.200 millones
de dólares, pero en 2012 llegó esa cifra llegó a menos de la mitad
–3.289 millones- según estadísticas de la Dirección de Impuestos y
Aduanas Nacionales (DIAN) de Colombia.
Ni siquiera los esfuerzos de Santos han vuelto a recuperar
el dinero transferido, porque en la medida que se profundizaba el modelo
expropiador chavista se generaba desconfianza en las inversiones
extranjeras. Desde el miércoles los malos recuerdos han vuelto como la
peor de las pesadillas. Ahora los hijos de Chávez han puesto en suspenso
el papel de Caracas, que sólo acompaña al proceso por medio de un
veterano funcionario de carrera, el embajador ante la OEA, Roy
Chaderton. “Un retiro de ese mecanismo sería contraproducente para
Maduro porque no podría atribuirse cualquier éxito en un acuerdo”,
razonó Beatriz de Majo en conversación con este diario. Maduro le ha
pedido al diplomático que regrese a Caracas para “evaluar con mente fría
la situación”.
Capriles afirmó que considera inaceptable que la paz en
Colombia sea objeto de chantaje y siguió con su agenda en Colombia, que
incluyó un mitin ante la comunidad venezolana radicada en la capital
colombiana. La ministra de Exteriores de ese país, María Ángela Holguín
ha prometido tratar este asunto lejos de la opinión pública, como ha
sido la costumbre de Santos. Puede que esta vez las cosas no lleguen tan
lejos. Sumida en una severa crisis de desabastecimiento, Venezuela
necesita mucho más del vecino que en el pasado. Además, Colombia ha
sabido buscar otros socios comerciales más confiables durante este
tiempo. Hoy Venezuela no es el segundo destino de sus exportaciones,
como en el pasado. “Chávez sabía moverse, pero sus herederos no tienen
con qué. Somos nosotros los que tenemos mucho que perder. Esa reacción
también afectará al gobierno y reforzará la posición de la oposición
democrática en el exterior”, opinó el ex vicecanciller Milos Alcalay. A
lo que Beatriz de Majo agregó: “La actitud asumida por el Gobierno de
Maduro es una prueba de que en Venezuela se criminaliza a la
disidencia”.
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