26 mayo, 2013

Defendiendo al pistolero

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La palabra “pistolero” se refiere por regla general a los hombres que en el Salvaje Oeste tenían fama por ser hábiles y peligrosos con un arma. Entre estas leyendas populares se encontraban tanto los que estaban fuera de la ley como los agentes del orden, aunque sabemos que las fronteras entre una cosa y otra eran a menudo borrosas, de ahí la duradera reputación que tiene el pistolero como un oportunista taimado e impredecible.
De todos modos, en este artículo usaremos “pistolero” para referirnos al hombre armado que ofrece el servicio de su presencia y de sus habilidades para proteger los intereses materiales de un cliente.

El Viejo Oeste no era sitio para hombres desarmados, si es que hay que creer a Hollywood. Cualquier forma de disputa, desde las acusaciones de robo de ganado o de marcaje de naipes hasta la infidelidad o la vulgar pelea de taberna, se resolvían en la calle con un duelo a punta de pistola. La realidad, de todos modos, es más simple y el “Salvaje” Oeste era tan pacífico o más que la sociedad contemporánea. El mito de que un caos anárquico prevalecía a lo largo de este periodo histórico ha surgido más bien de las leyendas populares que rodeaban a los pistoleros del folklore que del modo en el que funcionaban realmente las sociedades en los lugares en los que el poder del estado se encontraba diluido o era inexistente.
En el Viejo Oeste no estaba fuera de lugar el que la mayoría de los hombres fuesen fuertemente armados en todo momento. Pero si la mayoría de los hombres iban armados y había obligación de obedecer a la ley del estado ¿por qué existía demanda de pistoleros como proveedores de seguridad y de protección? La razón es que el pistolero proporciona la solución a varios problemas.
En primer lugar, el pistolero está dispuesto a absorber los riesgos que su empleador sufriría si intentara proteger sus intereses materiales personalmente. En este sentido, es algo más que un espantapájaros: se pone activamente frente a daños físicos como un servicio a otros. A pesar de todo, el general disgusto que se muestra hacia el interés personal y la motivación de obtener beneficios impedirá el que sea llamado “héroe” por hacerlo, al contrario que sus colegas del gobierno que llevan placa.
En segundo lugar, se trata de un especialista. El pistolero, como su nombre indica, probablemente será más hábil y efectivo que cualquier otro con un arma de fuego. Por experiencia, será más consciente y estará más preparado para responder a personas y situaciones potencialmente peligrosas. Emplea su tiempo concentrado en la seguridad para que su empleador no tenga que hacerlo. Así que la presencia del pistolero otorga a su empleador la tranquilidad mental para concentrar sus energías y su atención en otros objetivos más deseables y productivos.
Finalmente, el pistolero realmente actúa a favor de una comunidad más amplia, la que cumple la ley. Al impedir las acciones criminales, o al contrarrestar o detener la actividad criminal, está defendiendo los intereses de toda la comunidad sin mayor cargo adicional por parte de quienes forman parte de ella. Por el contrario, el gobierno únicamente puede intentar proveer tales servicios apropiándose de recursos de la comunidad por medio de la fuerza.
Pero ¿hay espacio para los pistoleros en la sociedad moderna?
Muy pocos países y lugares en el mundo tienen leyes relativas a las armas tan suaves como para permitir a los ciudadanos el poseer armas, ni siquiera el mostrarlas en público. Afortunadamente, existen todavía servicios privados de provisión de seguridad, incluso en países donde la Policía está excepcionalmente bien presupuestada y los índices de criminalidad son relativamente bajos. Está claro, entonces, que el mercado no solamente demanda una provisión privada de la seguridad, sino que realmente necesita que tal cosa funcione.
La razón común con que nos explican el fracaso del servicio de policía público en su tarea de proteger de una manera efectiva a los ciudadanos y a la propiedad de los criminales, y en capturar a éstos, es que existe una profunda falta de recursos, de entrenamiento y de personal. Mayores presupuestos y ayuda voluntaria del público son continuamente propuestos como medios para combatir el azote del crimen.
Pero estos mismos factores de mano de obra y recursos apenas parecen obstaculizar la provisión de servicios por parte de la industria de la seguridad privada. En Estados Unidos, esta industria tiene mucho más de un millón de personas empleadas y sigue creciendo sin cesar desde los años 80. En contraste, hay aproximadamente 800.000 oficiales de policía gubernamental y sus sueldos son más del doble que los de sus colegas del sector privado. La falta de recursos y de personal entrenado es una pobre excusa del por qué fracasa el servicio de policía público. Debemos mirar a la asignación de estos factores para descubrir el problema.
La Escuela Austriaca de economía explica que una de las razones fundamentales por las que la provisión de bienes y servicios públicos no se puede comparar con las que provee el mercado es que los gobiernos simplemente no son capaces de coordinar y de colocar de una forma eficiente el capital, la mano de obra y los recursos.
A los gobiernos les faltan los incentivos de los proveedores del mercado libre para controlar los costes, satisfacer las necesidades del cliente y seguir el hilo de lo que la competitividad hace para mantener la rentabilidad. El fracaso en controlar estos factores es lo que lleva al sector privado a pérdidas y, en último término, a la insolvencia.
La burocracia gubernamental, por otro lado, tiende al desperdicio y a la corrupción y solamente los dictados políticos le sirven como incentivo para ser eficiente. Los operadores de las agencias públicas solamente deben satisfacer lo que sus superiores necesitan, no lo que necesitan los consumidores, y nunca se preocuparán por ser competitivos, por obtener beneficios o por desempeñarse con un bajo presupuesto para evitar la insolvencia.
En resumen: debido a que las rentas de la burocracia son más bien cuestión de asignación política que de que asignación por parte del consumidor, no existen incentivos para que los proveedores gubernamentales actúen ni siquiera tan eficientemente y con tanto éxito como los proveedores privados.
Los proveedores privados ofrecen una miríada de personal y servicios para adaptarse a las necesidades de los clientes y han de ser siempre cuidadosos con la calidad de sus servicios y la efectividad del precio que ponen. Desde guardias armados que escoltan bienes valiosos a guardias desarmados que patrullan la propiedad privada, hasta personas armadas que llegarán donde tu estés en cuestión de minutos cuando los necesites, la provisión privada de protección es una red enorme de servicios especializados con la que los gobiernos, incluso los de naciones ricas, apenas pueden competir. Y este es uno de los secretos de su éxito.
Como dijo Ludwig von Mises “La única fuente de la cual surgen los beneficios para el emprendedor es su habilidad para anticiparse mejor que otros a la demanda futura de los consumidores”. Es simplemente sombroso que, incluso frente a recursos enormemente superiores y la presunción colectiva de que el papel primario del gobierno es la protección, el sector privado no solamente es capaz de dar mayor beneficio, sino de ser más listo y rivalizar contra el más formidable de los competidores.
Pero ¿dónde deja esto al pistolero solitario? Las cosas están mejorando para él. Después de la recesión de 2008, los empleos en la industria de la seguridad privada han vuelto a remontar. La Policía Estatal, que se ha expandido considerablemente para detener fantasmas tales como las drogas o el terrorismo, ya no puede responder adecuadamente a las demandas del mercado en cuanto a protección de personas y bienes. Además, ahora que muchas entidades públicas a nivel estatal y local tendrán que hacer frente a bajadas de presupuesto, los servicios van a sufrir recortes, la policía básica entre ellos. Mientras los polis pasan el tiempo persiguiendo fantasmas y haciendo de niñeras de manifestantes desarmados, el mercado de la protección retrocede hacia manos más capaces.
En la clásica novela del Oeste Valor de Ley de Charles Portis, uno de los personajes observa: “Las civilizadas artes del comercio no existen aquí”. Se refiere a territorios que se encuentran fuera de la autoridad del gobierno. Al contrario de su opinión, lo que es un milagro es que el comercio florezca en cualquier lugar donde el gobierno tenga influencia, pues es más bien gracias a personajes como el pistolero el que se respeten los derechos de propiedad y pueda girar la maquinaria del comercio. Gareth Brickman escribe para el Instituto Ludwig von Mises de Sudáfrica.

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