21 mayo, 2013

El PAN, de nuevo, en su laberinto


El PAN, de nuevo, en su laberinto

Salvador Camarena

En 1981, el año en que Felipe Calderón Hinojosa iniciaba formalmente su vida como militante de Acción Nacional, al hoy ex presidente de México le tocó escuchar a panistas denostar a su padre, que terminaría saliendo de la organización de la que fue cronista y de la que es considerado fundador.

Valga el dato sólo para recordar que en el PAN las broncas no son nuevas, ni mucho menos discretas, sino recurrentes y ruidosas.

El PAN está en crisis y eso se debe en buena medida a la gestión en la Presidencia de Calderón y a la influencia que el michoacano ejerció, e intenta ejercer, en el partido.


Aquella frase calderonista de “Ganar la presidencia sin perder el partido” (la compilación oficial de sus discursos como jefe nacional panista incluso lleva ese título) resulta exacta para evidenciar que hicieron lo contrario a lo que pretendían, y que la factura por los errores de dos gestiones panistas en Los Pinos no ha sido pagada. Por ende la ruta de salida a la crisis no está siquiera trazada.


El epitafio de la presidencia de Calderón se escribió el día en que la PGR anunció la detención de Gordillo. Seis años de pretextos y concesiones ante poderes fácticos quedaron reducidos a simple incapacidad política.


Calderón, como antes Fox, no sólo no limitó el poder de entes como la ex líder del magisterio (o de las televisoras, etc.), sino que incluso permitió que estos acrecentaran sus fueros.


Al defenestrar a Gordillo, Peña Nieto regresó a párvulos a sus dos antecesores panistas. Ahí se gestó lo que ahora ha reventado: el PAN no tiene hoy nada qué ofrecer al electorado. Los protagonistas de la nueva alternancia han probado, con sus asegunes, mayor efectividad en mucho menos tiempo.


¿Qué le queda al PAN?


Madero (cuya presidencia, una vez más, no se explica sin los desaciertos de Calderón a la hora de enviar señales a los suyos, que se dividieron en esa elección panista) ha preferido ser el colaboracionista en la oposición con el que soñó Calderón cuando ofreció al PRI puestos y agenda antes de iniciar su mandato.


La decisión del chihuahuense ha sido inicialmente productiva para México —dos reformas de gran calado aprobadas en menos de seis meses—, pero ratonera de cara al futuro del PAN.


Borrado como posibilidad de gobierno luego de fallidas administraciones en la Presidencia y en los estados —demasiados gobernadores azules resultaron más malos que los del mismo PRI—, lo único que tenía a mano el panismo histórico era reagruparse en torno a la idea de lo que alguna vez fueron de manera más o menos efectiva: una oposición que pudo arrancar a los priistas pasos hacia la inacabada modernidad democrática.


A eso renunció Madero, a ser oposición. Pero tampoco los calderonistas pueden presumir el haber elaborado una agenda de oposición. Es más, hay múltiples testimonios de que siguen no sólo muy divididos, sino hasta enfrentados.


La crisis del panismo está lejos de tocar fondo. De todas las anteriores salió —para algunos— un PAN más fortalecido, para otros —entre ellos Luis Calderón Vega— uno que se alejaba de sus orígenes.


La remoción de Ernesto Cordero en la coordinación del Senado es apenas una anécdota de cara a lo que tiene que resolver el partido más antiguo de México, y uno de los que como oposición más ha aportado a la democracia.


Con estos protagonistas en la trama, egocéntricos todos, resulta muy arriesgado cualquier pronóstico.

1 comentario:

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