El problema de la estrategia
¿Alguien, con el mínimo sentido de soberanía,
puede estar en contra de la decisión del presidente Enrique Peña Nieto de recortar las actividades tácticas y de inteligencia que
el gobierno de Felipe Calderón autorizó a Estados Unidos en territorio
mexicano?
Nadie, por supuesto, pero el gobierno
estadunidense, como hace cada vez que quiere presionar a su vecino, abrió
información confidencial a su prensa para ratificar desde
el anonimato su molestia porque se les cortaron privilegios sin
precedente, aprovechando la carencia del gobierno peñista de una estrategia
clara de combate al crimen organizado.
No enfrentar a los criminales permitió que
renaciera La Familia Michoacana, que invadiera al Estado de México y organizara
sus grupos de autodefensa civil, y que la guerra entre cárteles de la droga
mantuviera en vilo la frontera norte de Tamaulipas, la Comarca Lagunera y
regresara a San Luis Potosí.
La ausencia de una política de contención
criminal permitió a Estados Unidos presionar a los mexicanos.
No parece interesarle que la instrumenten,
sino que entiendan que Washington, no México, es quien
controla la estrategia, tiene los insumos de inteligencia y dicta las órdenes de qué hacer, cómo, cuándo y contra
quién.
Una estrategia de contención criminal es lo
que requiere el gobierno mexicano para encarar a los estadunidenses, que no
dejan de sangrar por la herida. Después de todo, el nivel de colaboración del
gobierno de Calderón llegó a niveles de
subordinación y sumisión ante Washington.
El concepto de “guerra” contra el
narcotráfico provino de la DEA en una reunión secreta que tuvo el jefe de la
agencia en México en 2006 con el ex presidente en Cuernavaca. El manejo de
centros de inteligencia en Monterrey y la Ciudad de México fue autorizado a
petición de la ex canciller Hillary Clinton.
Los permisos para que drones -no artillados-
de Estados Unidos volaran sobre territorio
mexicano en tareas de inteligencia, salieron de Los Pinos.
Todo este nivel de colaboración no sólo era
sin precedente, sino que en el pasado fue motivo de enfrentamiento.
En este mismo espacio se publicó en su
momento cómo el operativo donde murió Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca en
diciembre de 2009 fue hecho por comandos de la Marina entrenados
por la CIA y la DEA, quienes recibían las instrucciones del mando en
inglés.
En este mismo espacio se publicó también que
algunas de las unidades de élite incorporaban a miembros que no hablaban el
español mexicano y que tenían como símbolo tatuajes más similares a los que
algunos cuerpos de seguridad privados tenían
en Afganistán e Irak.
Igualmente se publicó cómo la PGR había
autorizado que agentes de la DEA participaran en interrogatorios que
evolucionó a ser ellos quienes hablaban con los detenidos antes que los
ministerios públicos federales.
El gobierno de Calderón autorizó a portar armas y a dirigir operaciones tácticas
dentro de territorio mexicano, con lo que cambió toda una doctrina mexicana
contra la intervención estadunidense. De esa manera se construyeron bases de
entrenamiento en Querétaro y otras localidades, manejadas por la CIA, la DEA y con uso de contratistas
privados.
México siempre se negó a persecuciones en
caliente, como se llama a las persecuciones en tiempo real, que penetraban
el territorio mexicano, hasta que el ex presidente las autorizó. Siempre,
también, se impidió que las campañas contra el narcotráfico se diseñaran en
Washington, a lo que se accedió en la administración calderonista hasta
permitir a Estados Unidos decidir con qué rama
del gobierno trabajaban en México y a quién vetaban.
La entrega, si no total porque dentro del
gobierno mexicano hubo resistencias, sí fue inmensa,
avalada por toda una clase política que no cuestionó el sometimiento. México
se convirtió en una especie de Irak o Afganistán, donde sus gobiernos títeres
reciben instrucciones de Washington.
No les ha gustado que este gobierno cambie
las reglas de juego, pero para que el presidente Peña Nieto gane también el
consenso nacional, debe explicar claramente que
tiene una política de disuasión criminal que no es retórica, y evitar en
paralelo la descripción del gobierno de Barack Obama, que afirma que a su
gobierno sólo le interesa lo “cosmético”.
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