Guatemala: Linchamiento del siglo
Por José Raúl
González Merlo
El resultado del “juicio del
siglo” fue el esperado. El general Ríos Montt fue condenado sumariamente en
primera instancia. Los titulares le dieron la vuelta al mundo: los
guatemaltecos somos, por el momento, genocidas. Los más ingenuos todavía creen
que ahora sí ya nos podemos reconciliar. Quizás lo creen porque no han leído lo
que está proponiendo ahora el Movimiento Sindical Indígena y Campesino en su
comunicado alusivo a la condena. Entre otras cosas, solicitan al MP que “se
deduzcan responsabilidades hacia aquellos que se beneficiaron económicamente de
estos hechos delictivos”.
Para los que se
sienten triunfadores, está claro que uno no se “reconcilia” desde una posición
de ventaja; al contrario, es el momento para seguir lucrando del conflicto y
terminar de ganar la guerra por los mismos medios.
Así que el
“juicio del siglo” ha servido menos para la paz y más como punto de apoyo a un
nuevo conflicto. Peor aún, el juicio más relevante de nuestra historia, el que
“ponía a prueba el sistema de justicia”, se condujo a toda velocidad y
“saltándose las trancas” legales, como se dice en buen chapín. Y cuando,
finalmente, fue el turno del general para exponer su propia defensa, el
tribunal hasta le impidió auxiliarse con documentos escritos. Tenía que dar su
declaración “de memoria” —como le ordenó la jueza—.
Ningún abogado
me ha logrado explicar, todavía, la base legal para que a un acusado de 87 años
se le niegue el auxilio de documentos escritos durante su defensa y se le
obligue a declarar “de memoria”. Un pequeño detalle que representa, tan solo,
la punta del iceberg de múltiples violaciones al derecho de defensa del
procesado. Fue demasiado evidente que el tribunal necesitaba entregar esta condena
a como diera lugar. Era la noticia que le daría la vuelta al mundo el fin de
semana y que catapultaría la fama de los involucrados. Las arbitrariedades del
proceso quedarían opacadas por tan espectacular condena. Sin embargo, ellas son
tan evidentes que el fallo podría anularse en segunda instancia. Pero la
apelación no provocará tanto interés mediático. En todo caso, ahora, serán los
fiscales quienes buscarán retrasar el proceso. Se cambiarán los roles y esas
tácticas dilatorias no serán “espurias” a los ojos de la “comunidad
internacional” y de los “defensores de derechos humanos”.
Estando así las
cosas, el “juicio del siglo” finalizó con el mismo cinismo con el que fue
conducido por el tribunal durante poco más de un mes. De acuerdo con la nota de
elPeriódico, luego de leída la sentencia, la porra comenzó a cantar y “al
finalizar la canción alguien pidió con un grito una ovación para la jueza
Barrios, que, emocionada, alzó los brazos en señal de agradecimiento por los
aplausos... se sentó, encendió su micrófono, y pidió que se llevaran al
acusado, que, ya en calidad de detenido, fue trasladado al Cuartel de
Matamoros”. A esas alturas del partido, ya no era necesario fingir
imparcialidad o profesionalismo, y la emoción traicionó a la juzgadora. Un vergonzoso
epitafio para el linchamiento del siglo.
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