13 mayo, 2013

¿Hasta dónde van a ceder Peña y el PRI?

Leo Zuckermann
Los priistas están dispuestos a ceder cosas importantes, medidas que les disgustan, a cambio de reformas. 
¿Hasta dónde van a ceder Peña y el PRI?
Lo más importante del addendum del Pacto por México fue el compromiso de adelantar la reforma política. PAN, PRI, PRD y el gobierno de Peña pactaron sacarla antes de las reformas hacendaria y energética que son las dos más importantes en materia económica. En este sentido, panistas y perredistas se anotaron un triunfo porque ahora sí vamos a ver hasta qué punto los priistas están dispuestos a ceder cosas importantes, medidas que les disgustan, a cambio de reformas que podrían acelerar el crecimiento económico del país.


Sin menospreciar lo que se ha logrado con el Pacto por México, que es mucho, hasta ahora se han aprobado reformas (la educativa y de telecomunicaciones, y muy pronto la financiera) donde no habían grandes diferencias ideológicas entre los tres grandes partidos. Además, estas reformas afectaron los intereses de grupos muy poderosos que sólo se podían tocar con un amplio consenso de la clase política: me refiero al sindicato más grande de América Latina (el SNTE y su líder Elba Esther Gordillo), al empresario más rico del mundo (Carlos Slim), las dos televisoras nacionales (Televisa y TV Azteca) y los bancos. Poco pudieron hacer estos grupos frente a la unión del gobierno federal con el PRI, PAN y PRD.
Pero una cosa es afectar los intereses de estos grupos y otra muy diferente es tocar los intereses de la clase política y los partidos. Ahí las cosas se podrían complicar, y mucho. Sabemos, por ejemplo, que al Presidente y al PRI les disgustan dos posibles reformas políticas: la segunda vuelta electoral en la elección presidencial y la reelección inmediata consecutiva de legisladores. A lo largo de su campaña, Peña se opuso enfáticamente a ellas. Sin embargo, ambas son parte de la plataforma del PAN desde hace tiempo. El ex presidente Calderón las propuso al Congreso pero el PRI las bloqueó.
Y es que el tricolor entiende que podrían afectar sus intereses. Tomemos el caso de la segunda vuelta en la elección presidencial. Peña y el PRI saben que el país está dividido en priistas y anti-priistas. Hoy, sin segunda vuelta, el PRI, con un candidato razonablemente bueno, tiene probabilidades de ganar ya que el voto anti-priista se divide entre la izquierda y el PAN. Al introducir la segunda vuelta, el candidato del PRI pasaría a ésta para enfrentarse al candidato mejor posicionado entre la izquierda y la derecha. En una de esas el voto anti-PRI se aglutina y le ganan al PRI. ¿Para qué arriesgar perder la Presidencia en una segunda vuelta cuando se puede ganar en una elección de una sola vuelta?
Luego está el asunto de la reelección. A los priistas les choca. Saben, por un lado, que esto debilitaría la disciplina partidista. Como el diputado o senador ya no tendría que apostar su futuro político a estar bien posicionado en el partido, sino en el electorado que representa, pues un legislador priista podría indisciplinarse frente a la línea partidista. Y esto, en la cultura política del PRI, es un anatema. Amén que, por otro lado, el actual Poder Ejecutivo, que es priista, vería reducido su poder frente al Poder Legislativo.
No es gratuito, entonces, que Peña rechace la segunda vuelta y la reelección. Las percibe inconvenientes. Pero el PAN las va a poner en la mesa de negociación de la reforma política porque a los panistas, a diferencia de los priistas, sí les convendrían dichas reformas.
¿Cederá Peña y el PRI reformas políticas a cambio de las reformas hacendaria y energética? ¿Estará dispuesto a aceptar la segunda vuelta y la reelección legislativa?
Quizá Peña sí porque él, a final del día, ya es Presidente y por lo menos la segunda vuelta no le afectaría. Pero todos aquellos priistas que están en la fila para sucederlo, pues supongo que no verían con buenos ojos un acuerdo de este tipo. En la lista hay que incluir, desde luego, al negociador en jefe del Pacto: el secretario de Gobernación. Lo cual nos lleva a otra pregunta: ¿podrá Peña disciplinar al PRI para que éste ceda en medidas que podrían afectar sus intereses futuros?
El desenlace de la reforma política va a determinar en mucho el futuro del país. A diferencia de reformas que afectaron a actores externos, ahí se negociarán medidas que potencialmente perjudicarán los intereses de la clase política, incluyendo al Presidente y su partido. Ahí mediremos hasta dónde Peña y el PRI ceden para sacar adelante su agenda reformista, y hasta qué punto los intereses del Presidente y su partido están alineados.

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