10 mayo, 2013

La Hermandad Musulmana acecha como amenaza a largo plazo de la libertad


Aunque el movimiento de protesta en Egipto, ampliamente apoyado, ha sido instigado, según parece, por opositores laicos, el grupo más grande y mejor organizado en la variada coalición de grupos de oposición sigue siendo la Hermandad Musulmana – también conocida como los Hermanos Musulmanes, un movimiento islamista que se ha propuesto transformar Egipto en un estado islámico hostil a la libertad. La Hermandad Musulmana ya se había unido a otros grupos de oposición para negociar con el vicepresidente Omar Suleiman las reglas de base para establecer un gobierno de transición.
Para facilitar la transición a un gobierno más representativo, la administración Obama debería tener cuidado de no ayudar a la Hermandad Musulmana, sin proponérselo, a que fomente su programa liberticida.


Una historia de odio

La Hermandad Musulmana, fundada en 1928, es el movimiento islamista más antiguo e influyente de Oriente Medio. Ilegalizado en Egipto desde 1954, cuando intentó asesinar al antiguo presidente Gamal Abdel Nasser, la Hermandad ha visto a sus líderes encarcelados una y otra vez y ha sido forzada a moderar sus violentas inclinaciones. Aunque ha cambiado sus tácticas, su objetivo a largo plazo sigue siendo crear un estado islamista que sería un enemigo de la libertad.

Una escisión de la Hermandad, la Yihad Islámica Egipcia, asesinó al presidente Anwar el-Sadat en 1981, perpetró una seria de ataques terroristas en el país en los años 90 y se convirtió en parte de al-Qaeda. Otra escisión, el grupo extremista palestino Hamás, ganó las elecciones en Gaza en 2006, organizó un golpe en 2007 para transformar Gaza en una base terrorista y su objetivo sigue siendo destruir a Israel.
La estrategia de la Hermandad Musulmana es mantener un perfil bajo en la crisis actual y maniobrar entre bambalinas con el instigador laico Mohamed ElBaradei como pantalla, ya que serviría como portavoz de la amplia coalición de oposición y es mejor conocido fuera del país que en el interior. El antiguo burócrata de Naciones Unidas es un mediocre político novato que inspira pocos apoyos de base y sería una figura úitil para calmar la ansiedad occidental mientas la Hermandad Musulmana se organiza detrás del escenario para transformar la inconexa revuelta popular en una draconiana revolución islamista.
La revuelta populista tiene ahora un holgado apoyo popular del amplio espectro de movimientos políticos, pero también lo tuvieron las revoluciones francesa, rusa e iraní en sus etapas iniciales antes de que minorías revolucionarias bien organizadas establecieran su implacable dominio y creasen dictaduras para imponer sus ideologías antidemocráticas.
La Hermandad Musulmana tiene una clara ventaja sobre los partidos opositores seculares tan débiles y divididos ya que ha disfrutado de una beuna delantera para organizarse políticamente. El régimen de Mubarak aplastó la oposición laica pero al mismo tiempo permitió a la Hermandad Musulmana operar lo suficiente para asustar a Estados Unidos y a otras naciones occidentales y así vender su propaganda de que sólo Mubarak se interponía entre los islamistas y el poder. Se permitió a los candidatos de la Hermandad presentarse como independientes a las elecciones de 2005 y ganaron cerca del 20% de los escaños del parlamento egipcio. En contraste, los partidos laicos estaban mal financiados y peor organizados y, debido a la sistemática represión gubernamental, tuvieron poca oportunidad para construir una base popular.
Si la Hermandad Musulmana llega al poder, será inevitablemente hostil a los valores e intereses de Estados Unidos. Ésta tiene por objetivo imponer la ley islámica (sharía) que restringiría fuertemente las libertades de los egipcios, especialmente de las mujeres y de la minoría cristiana que constituye cerca del 10% de la población. Sigue insistiendo en que sólo un varón musulmán puede dirigir la nación. La ideología islamista de la Hermandad la conducirá a renegar del actual compromiso de Egipto de combatir el terrorismo islamista y posiblemente de sus obligaciones de no-proliferación. Es seguro que menoscabaría y potencialmente conduciría a la abrogación del tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel y es seguro que trabajaría con su socio menor Hamás para hundir la región en una serie de crisis y guerras que amenazarían a Egipto, Israel, los palestinos y Jordania que también tiene un tratado de paz con Israel.
Finalmente, un Egipto dominado por la Hermandad Musulmana desestabilizaría más una región ya volátil y supondría un golpe desastroso al poder e influencia de Estados Unidos en el Medio Oriente.

Mantener a la Hermandad Musulmana a raya

Para limitar la capacidad de la Hermandad Musulmana de socavar las libertades de Egipto y los intereses americanos en la región, la administración Obama debería mantenerla a raya. Apoyar a la Hermandad sólo desmoralizaría a los movimientos opositores pro occidentales y los conduciría a plegarse a un poder en alza. En lugar de meterse en las delicadas negociaciones sobre la transición a un nuevo gobierno, Washington debería permitir a los militares egipcios —la única institución capaz de servir como contrapeso de los islamistas— negociar un acuerdo aceptable de transición con la coalición opositora. El ejército históricamente ha jugado un papel vital como baluarte contra el islamismo.
Washington también debería mantener tanta distancia de ElBaradei como sea posible. Como director de la Agencia Internacional de Energía Atómica se mostró como un irritante apologeta de las sospechosas actividades nucleares de Irán que se esforzó en criticar a Estados Unidos mientras obsequiosamente intentaba apaciguar a Irán. Más bien, Washington debería trabajar conjuntamente con otros partidos laicos de la oposición y líderes emergentes de la sociedad civil, apoyándolos. El objetivo inmediato debería ser ayudar al ejército a mediar en un acuerdo político que asegure una transición sin sobresaltos a un gobierno democrático estable que no sea subvertido por la Hermandad Musulmana.
Con este fin, Washington debería saber sacar partido del peso de sus $1,500 millones anuales en ayuda a El Cairo para garantizar la aparición de un gobierno que respete la libertad y los derechos humanos de sus propios ciudadanos y que cumpla sus obligaciones internacionales para combatir el terrorismo, rechazar la proliferación nuclear y respetar el tratado de paz con Israel.

Impedir la apropiación

La Hermandad Musulmana de Egipto persigue un programa islamista radical a largo plazo y a la vez enmascara su hostilidad a la libertad y la democracia genuina utilizando la moderación retórica para sus propósitos. La administración Obama debería procurar con paciencia el avance de la libertad y estabilidad en Egipto mediante una transición a un gobierno más representativo que dé a la Hermandad Musulmana el mínimo posible de oportunidad para apropiarse del proceso de reforma.
El peor resultado posible de la presente crisis sería abrir la puerta a la toma del poder por un grupo islamista totalitario hostil a Estados Unidos mientras se intenta reemplazar el régimen autoritario de Hosni Mubarak.

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