La UE y China ¿guerra solar?
Por Alvaro Vargas Llosa
Como suelen hacerse estas cosas, la Comisión Europea ha filtrado a la
prensa que esta semana el comisario encargado de los asuntos
comerciales, Karel De Gucht, recomendará a sus colegas aplicar impuestos a los paneles solares que se importan de China. Es el desenlace previsible –y retrógrado— de un forcejeo que lleva más o menos un año.
Los paneles solares no son la única manzana de la discordia. Casi no
hay producto que transite entre la Unión Europea y China, el segundo
socio comercial del Viejo Continente, que no sea también un misil que se lanzan unos y otros para justificar amenazas impositivas.
Los equipos chinos relacionados con la infraestructura de
telecomunicaciones han figurado de forma prominente en la prensa
últimamente también (y han volado por sobre las cabezas de unos y otros
con igual puntería que los paneles solares).
El comisario comercial ha hecho una investigación –no dudo que
sesuda— y ha decidido que los paneles solares que China exporta a la UE
están subvencionados y por tanto implican una deslealtad para quienes,
como la alemana SolarWorld, son incapaces de competir y sienten que la
soga les aprieta el cuello. Hubiera debido ahorrarse el esfuerzo
espeleológico en las cavernas del dirigismo chino: no hay producto
competitivo al que no puede probársele alguna forma de ayuda de su
propio gobierno. Irlanda, por ejemplo, cobra muy bajos impuestos de
sociedades, lo que implica un producto, en este caso el clima de
negocios, "deslealmente" competitivo frente a los países vecinos que
compiten con ese país por los capitales extranjeros. Si uno quiere probar competencia desleal, siempre tiene cómo hacerlo, amigo De Gucht. No hace falta quemar mucha pestaña. Y en el caso de China, es mucho más fácil todavía, claro.
El problema es múltiple. Por ayudar a algunas empresas alemanas, la Comisión Europea va a flagelar a los consumidores europeos,
que verán los precios subir a la luna: los impuestos que quiere colocar
a los paneles solares chinos son de entre 40 y 60%. También perjudicará
a otras empresas europeas que no fabrican paneles pero sí productos que
forman parte del tinglado de la industria solar, como ingredientes
químicos, y por supuesto a aquellas que los instalan. Como la capacidad
de protesta de las pocas empresas directamente perjudicadas por la
competencia china es mayor que la de los consumidores, siempre dispersos
y nunca organizados, o incluso que la de las pequeñas empresas antes
mencionadas, su presión sobre la Comisión Europea es
desproporcionadamente intensa. Para no mencionar que la propia Comisión
tiene una visión proteccionista del comercio en cualquier caso, por
tanto un corazoncito que late más por unos que por otros en este conflicto de intereses.
Una vez que apliquen los impuestos a la importación de paneles
solares (que asciende a 21 mil millones de dólares), será muy difícil
dar marcha atrás. Como se tratará de una medida provisional mientras se
completa la investigación, no podrá ser revertida en muchos meses. Y ya sabemos cómo suelen terminar estas investigaciones: eternizando lo provisional.
Lo que sucede con los paneles solares delata una mentalidad que en
parte explica la dificultad para salir de la crisis europea. El falso
debate entre austeridad y
flexibilidad deja fuera la única opción que no se ha jugado hasta
ahora: menos impuestos (y, claro, más recortes). Los austeros matan al
enfermo con impuestos y los flexibles lo matan no curándolo.
La misma Europa que reclama que la gente gaste más para mover la
economía hace que esto sea imposible pidiendo a los países en crisis
cobrar más impuestos porque cree que es la única forma de cuadrar las
cuentas. No contentos con eso, aplican también medidas comerciales que tienen el efecto de elevar los precios de todos para salvar de la competencia a unos cuantos.
Por todos lados, pues, los hogares está bajo ataque del Estado, que les
quita su dinero cuando más lo necesitan. Y luego nos quejamos de que
voten a los extremistas, se indignen o quieren que se vayan todos.
El peor mensaje que puede enviar Europa al mundo es el proteccionismo. Lo es en cualquier momento, pero mucho más hoy día. Dejen de una bendita vez que las personas puedan restablecer sus finanzas cobrándoles menos impuestos y encareciendo menos sus precios desde la burocracia bruselense.
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