07 mayo, 2013

La UE y China ¿guerra solar?

La UE y China ¿guerra solar?

Por Alvaro Vargas Llosa
Como suelen hacerse estas cosas, la Comisión Europea ha filtrado a la prensa que esta semana el comisario encargado de los asuntos comerciales, Karel De Gucht, recomendará a sus colegas aplicar impuestos a los paneles solares que se importan de China. Es el desenlace previsible –y retrógrado— de un forcejeo que lleva más o menos un año.
Los paneles solares no son la única manzana de la discordia. Casi no hay producto que transite entre la Unión Europea y China, el segundo socio comercial del Viejo Continente, que no sea también un misil que se lanzan unos y otros para justificar amenazas impositivas. Los equipos chinos relacionados con la infraestructura de telecomunicaciones han figurado de forma prominente en la prensa últimamente también (y han volado por sobre las cabezas de unos y otros con igual puntería que los paneles solares).

El comisario comercial ha hecho una investigación –no dudo que sesuda— y ha decidido que los paneles solares que China exporta a la UE están subvencionados y por tanto implican una deslealtad para quienes, como la alemana SolarWorld, son incapaces de competir y sienten que la soga les aprieta el cuello. Hubiera debido ahorrarse el esfuerzo espeleológico en las cavernas del dirigismo chino: no hay producto competitivo al que no puede probársele alguna forma de ayuda de su propio gobierno. Irlanda, por ejemplo, cobra muy bajos impuestos de sociedades, lo que implica un producto, en este caso el clima de negocios, "deslealmente" competitivo frente a los países vecinos que compiten con ese país por los capitales extranjeros. Si uno quiere probar competencia desleal, siempre tiene cómo hacerlo, amigo De Gucht. No hace falta quemar mucha pestaña. Y en el caso de China, es mucho más fácil todavía, claro.
El problema es múltiple. Por ayudar a algunas empresas alemanas, la Comisión Europea va a flagelar a los consumidores europeos, que verán los precios subir a la luna: los impuestos que quiere colocar a los paneles solares chinos son de entre 40 y 60%. También perjudicará a otras empresas europeas que no fabrican paneles pero sí productos que forman parte del tinglado de la industria solar, como ingredientes químicos, y por supuesto a aquellas que los instalan. Como la capacidad de protesta de las pocas empresas directamente perjudicadas por la competencia china es mayor que la de los consumidores, siempre dispersos y nunca organizados, o incluso que la de las pequeñas empresas antes mencionadas, su presión sobre la Comisión Europea es desproporcionadamente intensa. Para no mencionar que la propia Comisión tiene una visión proteccionista del comercio en cualquier caso, por tanto un corazoncito que late más por unos que por otros en este conflicto de intereses.
Una vez que apliquen los impuestos a la importación de paneles solares (que asciende a 21 mil millones de dólares), será muy difícil dar marcha atrás. Como se tratará de una medida provisional mientras se completa la investigación, no podrá ser revertida en muchos meses. Y ya sabemos cómo suelen terminar estas investigaciones: eternizando lo provisional.  
Lo que sucede con los paneles solares delata una mentalidad que en parte explica la dificultad para salir de la crisis europea. El falso debate entre austeridad y
flexibilidad deja fuera la única opción que no se ha jugado hasta ahora: menos impuestos (y, claro, más recortes). Los austeros matan al enfermo con impuestos y los flexibles lo matan no curándolo.
 La misma Europa que reclama que la gente gaste más para mover la economía hace que esto sea imposible pidiendo a los países en crisis cobrar más impuestos porque cree que es la única forma de cuadrar las cuentas. No contentos con eso, aplican también medidas comerciales que tienen el efecto de elevar los precios de todos para salvar de la competencia a unos cuantos. Por todos lados, pues, los hogares está bajo ataque del Estado, que les quita su dinero cuando más lo necesitan. Y luego nos quejamos de que voten a los extremistas, se indignen o quieren que se vayan todos.
El peor mensaje que puede enviar Europa al mundo es el proteccionismo. Lo es en cualquier momento, pero mucho más hoy día. Dejen de una bendita vez que las personas puedan restablecer sus finanzas cobrándoles menos impuestos y encareciendo menos sus precios desde la burocracia bruselense.

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