por Simon Lester
Simon Lester es analista de políticas públicas en el Centro
Herbert A. Stiefel para Estudios de Política Comercial del Cato
Institute.
Hace dos semanas el Washington Post tuvo un buen artículo
(en inglés) acerca de qué tan difícil será para las próximas
negociaciones comerciales entre EE.UU. y la Unión Europea (UE) lidiar
con el asunto de los alimentos genéticamente modificados.
Muchas personas en la UE —funcionarios de gobiernos, agricultores,
consumidores— le temen a estos alimentos y quieren mantenerlos
totalmente fuera de la UE (que no haya producción de estos y que tampoco
sean importados). En contraste, a la mayoría de las personas en EE.UU.
les preocupa menos, y los productos son ampliamente producidos y
vendidos aquí. Para aquellos estadounidenses que intentan evitar esos
alimentos, Whole Foods y otros supermercados similares son buenas
opciones que han surgido en el mercado. Como mi colega Bill Watson señala
(en inglés), la demanda de los consumidores de alimentos no modificados
genéticamente resulta en “una respuesta de mercado que provee un acceso
conveniente para aquellos preocupados acerca de los organismos genéticamente modificados
(OGM) mientras que (y esto es todavía más importante) se preserva la
libertad para elegir para aquellos consumidores que son menos cautos”.
Dejemos a un lado el asunto de si hay algún fundamento racional para
los miedos relacionados a estos alimentos. Desde una perspectiva de política comercial,
la cuestión es si las negociaciones comerciales pueden resolver las
diferencias entre las actitudes en EE.UU. y en la UE y proveer el
fundamento para que haya más comercio de estos productos.
Creo que la respuesta es que no. Las opiniones de la UE simplemente
son demasiado inflexibles. Podrían ser irracionales, pero son
profundamente arraigadas. No pueden ser derribadas por las demandas de
los negociadores comerciales (los negociadores estadounidenses han
estado pidiendo esto formal e informalmente por muchos años, con poco
éxito).
Detrás de la superficie de todo esto está uno de los asuntos nucleares de la política comercial: ¿qué es el libre comercio? ¿El libre comercio es la eliminación del proteccionismo?
¿O acaso significa crear un mercado único en el que todos los productos
y servicios vendidos en un mercado también pueden ser vendidos en otros
mercados?
Hay argumentos de eficiencia para lo segundo. Pero políticamente, no
estoy seguro de que esto sea posible. Convencer a la gente en dos o más
países de que todos estaríamos mejor si elimináramos el proteccionismo
es una cosa. En cambio, convencer a la gente de que sus profundamente
arraigadas preferencias de políticas públicas (racionales o no), y las
regulaciones que de ellas resultan, están mal concebidas es algo
totalmente distinto.
Desde mi punto de vista, las negociaciones comerciales son más
adecuadas para abordar el tema del proteccionismo, esto es, cuando un
gobierno discrimina en contra de productos extranjeros para favorecer a
los competidores domésticos.
Por supuesto, algunas veces múltiples objetivos de políticas pueden
existir, y los proteccionistas se pueden valer de otros objetivos no
proteccionistas de política pública para darle a sus opiniones más
credibilidad. Algunos podrían argumentar que eso es lo que está pasando
con los alimentos genéticamente modificados, conforme los productores
europeos utilizan esto como una razón para mantener fuera del mercado a
los competidores estadounidenses. Podría ser que los agricultores
proteccionistas de la UE simplemente estaban buscando una forma de
mantener fuera a los productos estadounidenses y encontraron un aliado
conveniente en los grupos anti-OGM.
Esto podría explicar parcialmente la situación, pero tengo la
sensación de que la mayoría de las preocupaciones europeas son
auténticas. Eso no significa que sean racionales, simplemente que
realmente creen lo que están diciendo.
Entonces, ¿qué se puede hacer acerca de las regulaciones
alimenticias de la UE que mantienen fuera a los productos
estadounidenses? No pretendo sugerir que no se pueda o deba hacer algo
al respecto. Los productores interesados en este tema deberían seguir
presionando a la UE. Deberían cabildear sobre este asunto dentro del
proceso de la UE y sus gobiernos miembros.
Sin embargo, pedirle a los negociadores comerciales que resuelvan el
asunto dentro del próximo año y medio —el marco de tiempo proyectado
para las negociaciones— podría condenar al fracaso todo el proceso de
las negociaciones comerciales entre EE.UU. y la UE. No nos arriesguemos a
matar un posible acuerdo comercial debido a la quijotesca búsqueda de
mejorar el proceso regulatorio de la UE. En cambio, pongamos a prueba
los argumentos de la UE: si el proteccionismo no es la razón por la que
se niegan a aprobar los alimentos genéticamente modificados, la UE no
debería tener problema en reducir los aranceles y remover las cuotas
para los productos alimenticios estadounidenses que no son genéticamente
modificados.
Presionemos a la UE sobre ese tema, moviéndonos hacia el libre comercio de la manera más sencilla y directa que nos sea posible.
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