Una tienda de víveres luce anaqueles vacíos, peluches regados por los pisos y una cerveza a medio tomar.
Este es el paisaje que encuentra un visitante
hoy en en San Luis de la Loma, un pequeño pueblo en el estado mexicano
de Guerrero, tradicionalmente dedicado a la producción de mango, leche y
ganado. Ubicado a dos horas de Acapulco, en sus alrededores existen
cientos de caseríos a la entrada de la Sierra Madre del Sur, los cuales
han sido totalmente abandonados por sus habitantes.Y en el proceso han provocado una desbandada de pobladores en la región.
Silencio y amenazas
Leopoldo Soberanis, un empresario y activista local, asegura que la violencia en torno al narcotráfico ha despoblado comunidades enteras a punta de metralla y fuego."Don Polo" como es conocido, cuenta con la protección del gobierno mexicano ya que ha recibido amenazas debido a la ayuda que brinda a personas que fueron sacadas de sus casas, familiares de personas asesinadas y su activismo en contra de los abusos que, dice, el ejército ha cometido.
De entre las casas se distingue lo que otrora fuera una escuela. Los libros y las mesas de trabajo yacen en el piso, cubiertos en telarañas.
En el pizarrón, los sicarios dejaron mensajes de amenazas para todo aquel que se atreva a regresar.
"Abandonaron todo"
No se registra persona alguna en un varios kilómetros a la redonda. En el portón de una casa en la vecindad se ven orificios de bala incrustados en el cemento y el metal."Don Polo" le explica a la BBC la situación de toda esta gente a la que la vida le cambió para siempre: "La mayoría abandonaron todo lo que tenían y bajaron a San Luis, la actividad económica en la región se paralizó por completo, ahora muchos viven de la limosna, mendigan en las calles; los más suertudos lograron salir a otros estados con familiares o amigos que los recibieron, los que no, se quedaron a pasar hambre, no hay trabajo"
Los sicarios comenzaron a desplazar a las familias de la región a mediados de 2010. De acuerdo con algunas de las personas afectadas, el grupo de narcotraficantes se compone de unos 400 integrantes quienes habitan en campamentos en lo alto de los cerros. Su objetivo era controlar el paso desde la autopista principal hasta el lugar de producción de la amapola.
En otro conjunto de casas una en particular llama la atención: tiene un jardín amplio y dos niveles. Por fuera de la casa se aprecia en las ventanas una sombra negra, huele a hollín.
En la entrada principal, la cerradura luce un impacto de bala, por dentro todo está quemado.
"Se ve que aquí se la pasaban bien, es una casa muy bonita, amplia. Nadie tenía problemas con nadie y de un momento a otro todo se detuvo", dice con nostalgia "Don Polo". En el siguiente poblado ni la iglesia se salvó. Algunas de las bancas lucen quemadas, como si hubieran sido utilizadas para una fogata.
Al fondo, en el altar resalta desde afuera un enorme crucifijo tirado al azar en el piso. Un cristo que aunque roto en muchas partes es lo único que quedó de pie, como si antes de abandonar el lugar algún sicario lo levantó para acomodarlo en actitud reverencial.
"Nos están observando"
A decir de Soberanis, las células de sicarios han sido desplazadas hacia partes más altas de la sierra por el ejército. "Es probable que en este momento nos observen o estén escondidos en las partes más altas que rodean las casas, aunque esta parte ya es más segura".Ella asegura que un grupo de soldados secuestró, torturó y asesinó a su nieto de 16 años y cinco familiares más. El ejército asegura que estas personas atacaron un convoy militar por lo que fueron muertas en el enfrentamiento. Las fuerzas armadas aseguran que ellos eran sicarios pertenecientes a una pandilla local al servicio del narcotráfico
"Ya no sabemos de quien cuidarnos, los que nos deben proteger fueron los que nos destrozaron la vida", le dijo la mujer a la BBC.
Mientras tanto, la economía de la región sigue detenida y las casas continúan sin dueño en esta parte de la montaña que ha quedado, literalmente, sin presencia humana.
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