07 mayo, 2013

México: Los mitos laborales – por Luis Pazos

Los grandes sindicatos, como el de maestros, PEMEX, CFE y el IMSS, no han ayudado al desarrollo del país, son los causantes de enormes gastos, corrupción y subsidios que directa o indirectamente pagan los demás trabajadores.
En el Día Internacional del Trabajo se conmemora a los llamados mártires de Chicago, anarquistas que murieron en 1886 en protestas por mejores salarios y una jornada laboral de 8 horas.
En aquel tiempo se pensaba, aún en EUA, que a través de los grandes sindicatos, huelgas, presiones a los patrones y al gobierno, los trabajadores lograrían mejores salarios y niveles de vida.


Las experiencias del siglo pasado demuestran que en los países donde hubo gobiernos que se decían de los trabajadores, se expropiaron empresas privadas, se impusieron impuestos confiscatorios o el gobierno se convirtió en el principal o único capitalista, fue donde más aumentó el desempleo y disminuyeron los salarios reales.
Actualmente está claro para cualquier estudioso de las ciencias sociales, que no esté deformado por fanatismos ideológicos o políticos, que ni los sindicatos ni las legislaciones laborales proteccionistas, aumentan en forma sostenida los niveles de vida de la mayoría de los trabajadores. Lo más que logran es beneficiar a unos pocos a costa del desempleo o menores sueldos de la mayoría.
De nada sirven legislaciones laborales altamente proteccionistas para los trabajadores si no hay empleos. Y no hay empleos porque no hay inversión y no hay inversión porque a los inversionistas los desincentivan los sindicatos y las excesivas leyes laborales, como lo demuestran las experiencias del siglo pasado.
En México los grandes sindicatos, como el de maestros, PEMEX, CFE y el IMSS, no han ayudado al desarrollo del país, son los causantes de enormes gastos, corrupción y subsidios que directa o indirectamente pagan los demás trabajadores.
Ya es tiempo que enterremos mitos laborales que le han costado a México desempleo y migración de trabajadores a EUA, aunque han favorecido a líderes y a una minoría de sindicalizados privilegiados, que tienen altos salarios con poca productividad y pensiones del doble o triple de la mayoría de los trabajadores que sí producen.

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