19 mayo, 2013

Muerte de Jorge Videla: Una época vergonzosa de Argentina

Muerte de Jorge Videla: Una época vergonzosa de Argentina

Muerte de Jorge Videla: Una época vergonzosa de Argentina
Por Carlos Alberto Montaner
ABC, Madrid
Unos le llamaban «el Hueso». Era comprensible. El general Jorge Rafael Videla siempre fue muy flaco. Otros le llamaban «la pantera rosa». No tengo la menor idea por qué. Se acaba de morir a los 87 años en una prisión militar argentina en la que estaba condenado a medio siglo de cárcel. No creo que mucha gente lo lamente. En marzo de 1976, como Comandante de las Fuerzas Armadas, le había dado un golpe a Isabelita Martínez de Perón con el beneplácito o la indiferencia de la mayor parte de los argentinos, gobernando con mano de hierro hasta 1981. Era hijo de militar, católico de comunión frecuente y conservador, aunque no se llevaba mal con los soviéticos -tenían buenas relaciones económicas-, y los cubanos, por petición de Moscú y a cambio de créditos blandos le cuidaron celosamente las espaldas diplomáticas ante la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra.

Entonces, cuando el golpe, el país estaba harto de la inflación, del desorden y, muy especialmente, de la violencia desatada por los montoneros peronistas, el ERP y otros pistoleros de izquierda, a lo que se sumaba la respuesta sangrienta de un gobierno que utilizaba para hacerles frente, no sólo a las legítima fuerzas del orden, sino también a los paramilitares de la AAA, dirigidos en la sombra por el brujo José López Rega.
Argentina era una pena en 1976. Esto hay que tomarlo en cuenta. Videla no inventó el terrorismo de Estado. Ya existía cuando el tomó el poder. Pero él lo heredó, lo sistematizó y lo multiplicó. Sus militares y policías asesinaron, torturaron y desaparecieron a miles de personas. Los adversarios cifran las víctimas en unas 30.000. Los partidarios, incluso él mismo, aceptan unas 8.000. La verdad debe estar en torno a las 16.000.
Una multitud. Algunos, claro, eran culpables y militaban en los grupos terroristas de izquierda, pero la respuesta de los uniformados argentinos no tiene la menor justificación. El Estado no puede actuar como los enemigos de la ley. Esa continuada masacre (respondida con más de mil crímenes y secuestros cometidos por las formaciones de izquierda de inspiración marxista, mucho menos poderosas, pero igualmente crueles), incluye violaciones y torturas de mujeres, asesinatos y secuestros de niños que luego eran entregados a nuevos padres, eliminación de inocentes, y todo género de atrocidades.
Basta leer el informe Nunca más, prologado por Ernesto Sábato, para comprender el horror padecido por la sociedad argentina, agravado por la actitud generalizada de una buena parte de ella: millones de personas que sabían o intuían lo que estaba ocurriendo, miraron en otra dirección, desentendiéndose de los desmanes cometidos por el Estado.

No hay comentarios.: