26 mayo, 2013

Neoliberalismo y austeridad

Tontería económica 

El profesor Vicenç Navarro escribe en Público contra las políticas de austeridad. Lo curioso del caso es que asegura que esas políticas son "neoliberales", como lo son "el retraso de la edad de jubilación, la reducción de los beneficios sociales y laborales, el descenso del seguro de desempleo, la reducción de salarios".

El problema estriba en que se supone que el "neoliberalismo" tiene algo que ver con el liberalismo, y todas esas políticas son totalmente contrarias al liberalismo, empezando por las subidas de impuestos, aplicadas en buena parte de este planeta supuestamente liberal.
Otro tanto cabe decir sobre el retraso en la jubilación: jamás el liberalismo ha propuesto tal cosa, sino más bien que la jubilación sea un derecho de los trabajadores, y no una imposición arbitraria del poder político. En un sistema liberal ningún gobernante y ningún grupo de presión decide cómo, cuándo y con cuánto dinero se jubilan los trabajadores.
Lo mismo sucede con los mal llamados beneficios sociales, que en realidad son usurpaciones de los derechos del pueblo perpetradas en su nombre, lo que es característico de los sistemas antiliberales, vegetarianos o carnívoros, no del liberalismo. Mucho menos quiere el liberalismo reducir el seguro de desempleo, sino dejarlo en manos de los trabajadores. Y en ningún caso propicia la reducción de salarios, sino su aumento merced a la reducción de impuestos y demás coacciones ejercidas por los poderosos
A esta confusión sobre un neoliberalismo que es contrario al liberalismo, y se parece bastante a las diversas variantes del socialismo, se añaden otras, como la de proclamar que los sindicatos reflejan a "las clases populares", cuando la mayoría del pueblo no los respalda. O creer que la reducción del gasto público empeora la situación de la economía, ignorando que ese gasto se ha reducido poco en comparación con el gasto privado. O pedir un intervencionismo aún mayor del Estado en las finanzas, como si las cajas de ahorro no hubieran sido intervenidas por los políticos. O proponer que suban todavía más los impuestos, alegando que el pueblo no los pagaría y sólo descargarían su peso sobre una minoría de súper ricos, como si unos gastos públicos del 40 o el 50% del PIB pudieran realmente ser financiados arrebatándoles sólo el dinero a los millonarios y no, como siempre sucede, al pueblo trabajador.

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