Ni Madero ni Cordero…
Con demagogia y argumentos fáciles y
populistas, la crisis interna panista no sólo seguirá, sino que se agrandará
por Carlos Gelista
Menudo problema se armó, a finales de la semana pasada, en el PAN. Además, a como están las cosas, durará mucho más de lo deseable, porque los actores han seguido echándole leña al fuego y parece que no tienen para cuándo parar.
El problema de fondo
no es nuevo y, definitivamente, no se restringe a lo que los que ahora están en
la disputa quieren hacer creer a la opinión pública.
Es mucho más sencillo
y, a la vez, mucho más complejo de resolver, pues tiene que ver con quién detenta
el poder en el PAN, quién es el que decide la manera como se dan las cosas
adentro del partido y las relaciones con los actores externos.
El entonces
coordinador de los senadores del PAN, Ernesto Cordero, decidió manifestar su
desacuerdo con los temas acordados en el Pacto por México de manera abierta y con un reto: Junto con los
senadores del PRD, el PAN presentaría su propia iniciativa de Reforma Política, al margen del susodicho y ahora multimentado acuerdo.
La reacción del
presidente panista no se hizo esperar, pues su capacidad de interlocución –
elemento indispensable de un presidente de partido- había sido puesta en
entredicho. Gustavo Madero decidió remover a Cordero de su cargo.
Con ello se desató un
capítulo más de una larga lucha intestina que se remonta a cuando el actual
dirigente nacional derrotó a Roberto Gil.
Aunque con altibajos,
esa batalla siguió, tanto en la contienda por la candidatura a la Presidencia
de la República (en la cual contendió Cordero), en el análisis posterior de la
derrota y en la asamblea nacional para la reforma de los estatutos.
Hoy, ambos bandos
tratan de explicar a la opinión pública, con argumentos muy bien construidos (mucho mejores los de Cordero, se ha de reconocer, aunque
eso no quiera decir que son verdaderos), las razones de la
confrontación.
Arguyen sobre el
famoso Pacto, sobre la cercanía o no con el PRI y el gobierno, la atención (o
no) del partido a sus candidatos en las elecciones locales, a celebrarse en
julio.
Pero, como decíamos
anteriormente, en el fondo, el tema es otro, aunque es imposible que sea
aceptado por ninguno de los participantes en la reyerta.
Y,
desafortunadamente, mientras eso no suceda –aunque no lo hagan de manera
pública—, el problema estará lejos de solucionarse, enfrascados en tonterías
tales como si los panistas preferimos ser un satélite del PRI.
Y de seguir así, con demagogia y argumentos fáciles y populistas,
la crisis interna panista no sólo seguirá, sino que se agrandará
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