Internacional / entrevista
Joseph Nye, exdecano de la Kennedy School, no cree que Barack Obama vaya a crear una zona de exclusión aérea en Siria
A sus 76 años, Joseph Nye es
quizás el anciano venerable por excelencia de entre los grandes
analistas de las relaciones internacionales. En un célebre artículo
publicado en 1990 en «Foreign Policy» acuñó para siempre el concepto de «poder suave» («soft power»), que define como la capacidad de persuadir sin necesidad de recurrir a la coerción,
el dinero o el uso de la fuerza. Pero, como explicaba esta semana en
Londres, «la gente lo confundió enseguida con la idea de ser amable con
los demás para resolver problemas», por lo que en 2004 escribió un libro
sobre el «poder inteligente», la combinación virtuosa del poder militar y el poder suave que define, según coinciden los analistas, la política exterior de presidentes como Bill Clinton o Barack Obama. Nye es a la escuela liberal lo que Henry Kissinger es a la realista. De inclinación progresista, trabajó para los presidentes Jimmy Carter
y Clinton. Y fue decano durante años de la Kennedy School of Government
de la Universidad de Harvard, donde dobló la proporción de estudiantes
extranjeros del 22% al 44%, con los chinos como grupo más numeroso. «Me
acusaron de estar alimentando al enemigo», explicó en la presentación de
su nuevo libro, «Presidential leadership and the creation of the american era», el jueves en Chatham House, el gran «think-tank» británico de relaciones exteriores.
Nye divide los presidentes de EE.UU. en dos tipos, los
«transformadores» y los «componedores». Valora más la aportación de
estos últimos, representados por George Bush padre. El presidente número 41 de los Estados Unidos
(1989-1993), según Nye, «presidió un periodo de grandes
transformaciones sin orquestarlas, pero su mera confianza como gestor y
hacedor de compo nendas fue crucial». Del actual presidente destaca la
combinación de «estilo inspiracional con un estilo de toma de decisiones
muy prudente». Pero, en conversación con ABC, se resiste a predecir
cómo actuará en crisis internacionales como la de Siria.
—¿Cuál
puede ser la aportación de la UE como actor global en un escenario
post-austeridad, con el debilitamiento económico que ha implicado?
—Europa tiene todavía una capacidad enorme y, cuando actúa
como bloque, su economía es mayor que la de EE.UU. No creo que debamos
borrar a Europa de la foto, la UE tiene el potencial de ser un actor
global importante. El problema es que, con la recesión en gran parte de
Europa, el continente de forma natural está centrado en sí mismo.
«Algunos países europeos todavía tienen capacidades importantes de "poder duro"»
—Si miramos al caso libio, los europeos jugaron un papel
importante. El «poder suave» es importante para Europa, pero algunos
países cuentan todavía con capacidades importantes de «poder duro».
—¿Logrará Europa hacer oír su voz en un mundo gobernado por el llamado G-2, EE.UU. y China?
—No veo esa idea de un mundo dirigido por un G-2. Ni
tampoco en la de un mundo post-americano. En muchas cuestiones
transnacionales, se necesita la cooperación de Europa y de Japón, además
de potencias emergentes como Brasil o India. Cada vez más, los
presidentes de EE.UU. harán frente a situaciones en las que obtener el
resultado deseado requerirá compartir poder tanto como ejercer poder
sobre los otros.
—¿Encontrará Obama la dosis adecuada de «poder inteligente» en Siria?
—Es muy difícil. En este momento la resolución del Consejo
de Seguridad de la ONU, y la legitimidad por tanto de la que surge el
«poder blando», está siendo bloqueada por Rusia y China. En Libia, Obama
pudo combinar poder duro y poder blando porque contaba con una
resolución de Naciones Unidas. El debate ahora se centra en ofrecer
ayuda militar a los grupos más moderados de entre los rebeldes sirios.
Incluso, algunas voces como el senador John McCain piden más, como el
establecimiento de una zona de exclusión aérea. Pero no creo que el
Gobierno lo esté considerando.
—¿Fue un error calificar de «línea roja» el uso de armas químicas?
—No lo sabemos todavía. Si se demuestra que el Gobierno ha
empleado armas químicas, eso sería una base para dar armas a ciertos
grupos rebeldes. Pero la reciente declaración de Carla del Ponte
[insinuando que los rebeldes habrían usado también armas químicas] ha
creado demasiado incertidumbre.
—El conflicto sirio podría complicar el tablero de Oriente Próximo...
—Sí. Nadie sabe lo que puede pasar con la situación en Siria.
«Obama está convencido de que debe hacer un esfuerzo mayor en Oriente Medio»
—Creo que el secretario de Estado, John Kerry, va a poner
más énfasis en este asunto. Ha viajado más a Oriente Medio que a Asia, a
pesar de que la prioridad de su Gobierno es reequilibrar las relaciones
con el continente asiático. Y creo que tienen esperanzas de que pueden
alcanzar el primer paso hacia un acuerdo de paz. Es muy difícil hacerlo
cuando en Israel tenemos un Gobierno muy resistente al cambio y grandes
diferencias entre Fatah y Hamas entre los palestinos. Pero la
Administración Obama está convencida de que debe hacer un esfuerzo
mayor.
—¿Sueña Obama todavía con apadrinar su propia conferencia de paz o ha renunciado al apretón de manos histórico?
—No lo sé. El hecho de haber pedido a Kerry que dedique
tiempo a esta cuestión es una señal. Quizás su expectativa realista sea
que las partes se comprometan a un calendario serio, que no tiene por
qué limitarse al final de su Presidencia en 2016.
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