12 mayo, 2013

“No te preocupes…” o cómo ser cínico y no morir en el intento Juan Ignacio Zavala


Nada de sorprendente tiene el resultado de las investigaciones sobre la clausura que ordenó la hija del titular de la Profeco Profeco de un restaurante.  
 
El “no te preocupes…” retumbó en las cabeza de Benítez Treviño y dijo de aquí no me muevo. “Por mi mente no pasó la renuncia”, anunció el procurador con gallardía.  

La verdad es que no sabemos bien a bien que pase por la mente del licenciado Benítez Treviño, pero supusimos que la renuncia atentaba contra su cultura priista, su formación en la impunidad y hasta la educación que brinda en pilares pedagógicos como la prepotencia y el influyentismo.



Insisto, no debe sorprendernos. De la mano del PRI no solamente llegó un gobierno con otras maneras de hacer las cosas, y el regreso de un modelo de política que vive de la escenografía y del culto a la personalidad. 



Pero también llegan las formas que de alguna manera se habían ido —aunque hay que admitir que el panismo en 12 años no logró consolidar nuevos estilos o maneras en una clase política—, que van de la mano de los modos priistas y que Benítez Treviño dejó muy claro en su conferencia de prensa: el cinismo, la prepotencia, el puesto como universo y el desdén a la indignación ciudadana. 



El “no te preocupes, Rosario” es uno de los pilares de este gobierno. La impunidad arropada por el Presidente. También deja ver una falta de respuesta ante lo inesperado. Se privilegia el espíritu de equipo, el sentido de sobrevivencia.



Se puede suponer que el equipo del Presidente le aconseja —temerosos ellos mismos de caer en una situación similar y esto, por supuesto, no es exclusivo del equipo de Peña— que no ceda la cabeza de nadie porque ese va a ser el camino para quitar a todos. 



Que el funcionario es leal y que la opinión pública quiere debilitarlo. Ese tipo de opiniones lo único que logran es debilitar al Presidente, pues Benítez Treviño, por ejemplo, no sale fortalecido. Es Peña el que sale cuestionado.



Por otro lado, no hay que olvidar que la investigación sobre el asunto de la Profeco la ordenó el propio Presidente de la República. Esto es, el jefe del Estado mexicano solicitó que se averiguara el porqué la hija de un titular de una dependencia ordenó una clausura y se intentó llevar a cabo. 



El resultado es impecable: sanciones para funcionarios menores y nada les pasa ni a la hija, ni al papá. De hecho, en un acto de poco apego familiar, por decir lo menos, el papá se deslindó de la hija. No lo conmovió ni la solicitud presidencial.



Estamos ante una nueva etapa del cinismo y el descaro como manera de conducta en la vida pública. La secretaria de Turismo puede declarar que le regalaron un edificio un día antes de entrar al gobierno y nada pasa. 



Lo mismo Osorio Chong que declaró un departamento de 12 metros —uno supone que duerme parado— y el propio Presidente que declaró que le donaron terrenos e inmuebles. Pero no pasa nada. “No se preocupen.”

En el colmo, Benítez Treviño declaró que él había sido educado en “los valores republicanos”, entre los que se encuentra “la hombría personal”. 
 
A saber en dónde obtuvo esa formación republicana, pero hay que recordarle que se requiere más “hombría personal” para renunciar que para aferrarse a un puesto. Cínicos.

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