26 mayo, 2013

Obama, cancelador de guerras

Estados Unidos

Loor y gloria a Obama, que nos va a liberar de la plaga que ha acompañado a la humanidad desde que se tiene noticia: la guerra. La primera mundial, conocida efímeramente antes de la segunda como Gran Guerra, iba a ser la guerra que terminara con todas las guerras. Veinte años después, antes de que se levantasen muchos lutos, hubo otra, varias veces más destructiva, con participación, en algunos casos, de veteranos de la anterior. Nos libramos de la tercera, que, nuclear o no, hubiera sido un múltiplo de la anterior, pero a costa de una fría que nos tuvo en vilo durante cuarenta años. Recién llegada ésta a su fin, apareció la de los guerreros santos, con el arma del terror, por Alá y contra los sionistas y cruzados que corrompían a su gente y la mantenían bajo la bota de despiadados dictadores apóstatas que fingían ser auténticos musulmanes. Nuestra respuesta fue la guerra contra el terror, el terrorismo o los terroristas. Nunca contra los yihadistas, incorrecto políticamente, es decir, herético, hasta para Bush, que tampoco podía cambiar el mundo con sólo palabras. Como no se le veía el fin en un plazo razonable, probó también con lo de guerra larga.

Ahora Obama decide, en plena campaña de revulsivos ataques, que ya no importa buscarle a esa guerra un nombre de la más exigente ortodoxia progre, porque ya se ha cumplido su fecha de caducidad. Lo mismo que Pero Grullo, nos explica que todo en este mundo tiene que terminar, así que aquí paz y luego gloria, pase lo que pase en Boston o en Londres, no digamos en Bagdad o en Kabul, donde, mal que le pese, aunque más bien parece que le da igual, lo que pasa es mucho más y mucho más grave.
La de Irak, de todo punto inganable según el más selecto progresariado americano, del que él es miembro de la máxima eminencia, mal que bien la ganó Bush, pero requería una presencia americana de alguna entidad para preservar los logros alcanzados. Obama dijo astutamente tres mil y Maliki el iraquí pensó lógicamente que eso no servía para nada, pero que le obligaba a él a tragarse el marrón de hospedar al ejército imperial, así que de perdidos al río y mejor cero. La consecuencia es que la guerra entre ellos sigue, con Irán asomándose por encima de la valla y los suníes apoyando a sus correligionarios sirios, de quienes la franquicia local, en alza, de Al Qaeda, el Frente Al Nusra, no es más que una prolongación de la correspondiente iraquí. Mientras, el Gobierno chií de Bagdad está con el de Damasco. En Afganistán, área de bajas presiones políticas que puede atraer poderosas borrascas desde toda su periferia, la cosa podría ser incluso peor, pero a Obama no le interesan los costosos laureles de victorias estabilizadores y relativamente definitivas, sino paces ficticias conseguidas a base de inventarse fechas de caducidad, caiga quien caiga, pero antes de sus elecciones, en este caso las del medio mandato, en noviembre del año que viene.

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