por Juan Carlos Hidalgo
Juan Carlos Hidalgo es Analista de Políticas Públicas para América Latina del Cato Institute.
El elefante en la habitación durante la visita del presidente Obama a México y Costa Rica será la violencia relacionada al narcotráfico
que está causando estragos en América Latina. Desafortunadamente, hay
muchas razones para creer que Obama minimizará el problema y esquivará
una verdad evidente: Centroamérica se ha convertido en la región más
violenta del mundo en gran medida gracias a la guerra hemisférica de
Washington contra las drogas, según las Naciones Unidas.
En una conferencia de prensa el martes, el presidente Obama reiteró
que durante su visita a México “gran parte de la atención se centrará en
la economía”. Lamentablemente el presidente mexicano Enrique Peña Nieto
le facilitará el escapismo, ya que está tratando de cambiar la
narrativa de su presidencia al tema de las reformas económicas. Esto no
significa que el crimen esté disminuyendo en México. En los primeros
cuatro meses del año, 4.249 personas han sido asesinadas en incidentes de violencia relacionados al narcotráfico en dicho país.
De hecho, de acuerdo al Estudio Global sobre el Homicidio publicado
por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(UNODC), cuatro de las seis naciones más violentas del mundo están en Centroamérica.
En México, la tasa de homicidios se ha más que duplicado desde el 2006,
cuando el entonces presidente Felipe Calderón lanzó una ofensiva en
contra de los carteles de la droga.
El presidente Obama ha decidido ignorar el problema. Ni una sola vez
ha mencionado la violencia relacionada al narcotráfico en México o
Centroamérica en uno de sus discursos del Estado de la Unión. Además de
algunas frases superficiales acerca de la responsabilidad compartida y
de la necesidad de una mayor cooperación entre los gobiernos, Washington
se ha mantenido en gran medida alejado del tema.
La presidente de Costa Rica, Laura Chinchilla,
también ha dicho que ella quiere “desnarcotizar” la relación bilateral.
El desarrollo energético y económico serán los principales temas en la
reunión entre Obama y sus seis contrapartes centroamericanos en San
José.
Esto implica perder una enorme oportunidad. Centroamérica es la
principal víctima en la guerra hemisférica de Washington contra el
narcotráfico. En el 2010 todos los siete países centroamericanos juntos gastaron alrededor de $4.000 millones
en sus sistemas de seguridad y justicia. Esto es dinero de caja chica
comparado con los ingresos de los carteles mexicanos y colombianos, los
cuales según cálculos del Departamento de Justicia podrían ascender a los $39.000 millones anuales.
No debería sorprender entonces que el primer presidente en plantear
la legalización de las drogas como una forma de combatir a los carteles
sea de Centroamérica. Otto Pérez Molina de Guatemala,
un general retirado que hizo campaña prometiendo mano dura contra el
crimen, sorprendió a muchos —incluyendo a Washington— el año pasado
cuando denunció públicamente la guerra contra las drogas
e hizo un llamado a la legalización del consumo, producción y
comercialización de estupefacientes. Desafortunadamente esta propuesta
no recibió el respaldo íntegro de sus contrapartes centroamericanas por
diversos motivos, principalmente presión de Washington.
Washington tiene más que una “responsabilidad compartida” por el
desastre que aflige a México y Centroamérica. La guerra contras las
drogas es una política que el gobierno estadounidense le ha impuesto a
la región. El presidente Obama no solamente debería discutir sobre la
violencia relacionada al narcotráfico en México y Centroamérica, sino
que también debería escuchar las alternativas a la fallida guerra contra
las drogas como la propuesta por el Presidente Pérez Molina.
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