05 mayo, 2013

¿Olvidaremos el legado de La Dama de Hierro? ¡Claro! ¿Qué no ve que no tenemos memoria?

Ángel Verdugo
Eso que a la señora Margaret Thatcher le sobraba, le hace falta a quienes hoy desgobiernan en el mundo. 
¿Olvidaremos el legado de La Dama de Hierro? ¡Claro! ¿Qué no ve que no tenemos memoria?
¿Seremos capaces, algún día, de justipreciar el papel jugado por La Dama de Hierro? Es tanta la mezquindad que priva en los políticos que hoy gobiernan en el mundo, que me permite afirmar que eso no lo veremos.
A mediados de los años setenta, el panorama que la realidad económica le presentaba al capitalismo en todo el mundo, no era promisorio. En la parte política, el desastre era total; la derrota de Estados Unidos en Vietnam en 1975, llevó a no pocos ingenuos a imaginar un planeta socialista al alcance de la mano.


Por esos años, aún no eran evidentes las debilidades estructurales de la hoy extinta URSS pues sus avances militares los disfrazaban. De la misma manera, la República Popular China, bastión rojo de la pureza ideológica, se amparaba en el Pensamiento Mao Tse-tung para desarrollar una pugna ideológica con la URSS; la acusaba de revisionista a la vez que atacaba al imperialismo yanqui. De esta manera ocultaba sus deficiencias estructurales las cuales, sin duda, superaban las de la Unión Soviética pero sin los triunfos militares de ésta.
En esas condiciones se forja la visión de Margaret Thatcher; es ahí donde ve y entiende, claramente, cuál debe ser la tarea a realizar al frente del gobierno inglés.
En esos años, la Pérfida Albión, otrora el imperio que dominaba sin par en el mundo, se debatía en la peor de las crisis; con su economía por los suelos —como resultado de políticas populistas que el Partido Laborista vendía como soluciones aún cuando hubieran demostrado su fracaso—, enfrentaba un descrédito mayúsculo en la escena internacional.
Es en esas condiciones —lo hemos visto una y otra vez—, cuando surge el líder (en este caso, lideresa) que un país requiere para salir adelante; es ahí, en esas difíciles circunstancias, cuando Margaret Thatcher se convierte en el político que Inglaterra requiere con urgencia.
En 1979, lista y dispuesta a recuperar lo que Inglaterra había dilapidado en los decenios anteriores, llega a primer ministro y demuestra lo que debe ser y hacer un verdadero hombre de Estado; muestra a su país y al mundo, cómo debe actuar un político que posee visión de futuro, y tiene una claridad meridiana acerca del papel que debe jugar en esas difíciles circunstancias.
A partir de ahí, el resto es historia.
El mundo, y con él la clase política, ¿tendrá conciencia de lo que adeuda a la señora Thatcher? ¿Tendremos claro lo que le hemos quedado a deber, a quien con justicia se llamó La Dama de Hierro?
Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que el mundo es hoy lo que es, gracias en buena parte a la férrea voluntad y visión de la que supo entender qué era lo que se necesitaba: voluntad de hierro, firmeza excepcional para salir adelante y objetivos políticos claros.
Eso que a la señora Thatcher le sobraba, le hace falta a quienes hoy desgobiernan en el mundo. A su voluntad política de hierro, firmeza excepcional y claridad de objetivos, la mezquindad política actual le ha opuesto la condescendencia cobarde, el miedo a tomar decisiones y el pánico del gobernante a llevar a cabo aquello para lo que fue elegido y por ello es pagado: gobernar.
Hoy, la falta de firmeza en el mando, es regla casi en todas partes; por eso, los que gobiernan harán lo imposible para que el legado de La Dama de Hierro, sea sepultado a la brevedad. Espero que fracasen para que pronto, el mundo tenga gobernantes como La Dama de Hierro, que los tengan bien puestos.

No hay comentarios.: