19 mayo, 2013

Pemex, sus lastres...

Rogelio Cárdenas E

Pemex, sus lastres...
Todos estamos conscientes de la necesidad de una reforma energética que transforme de fondo a Pemex, urgencia todavía mayor por la noticia de que Estados Unidos se convertirá a mediano plazo en exportador neto de petróleo —lo que afectará fuertemente nuestras finanzas públicas— y porque la paraestatal mexicana pierde día con día competitividad.
Sin embargo, antes de construir es necesario poner primero los cimientos. Como joven mexicano que aspira a un mejor país, soy el primero en hacer votos por dicho cambio constitucional, sin embargo tengo mis temores de que éste no tenga óptimos resultados debido a los lastres que aquejan a la paraestatal.

En primer término, la corrupción que desde todos lados busca aprovecharse de los cuantiosos ingresos que genera la empresa: 124 mil 180 millones de dólares en 2011, sólo por mencionar un año. Tema muy recurrente en los titulares de los medios impresos y que, por ello, deja de sorprender.
Sobre este punto sobresalen los abusos del sindicato petrolero. Ejemplos sobran. Los últimos reportes indican que entre 2006 y 2012, esa agrupación sindical recibió transferencias directas por más de mil 768 millones de pesos por parte de Pemex para sufragar, entre otros conceptos, los viajes de los líderes sindicales, así como los festejos para conmemorar la expropiación petrolera y el desfile del 1 de mayo, que hace más de diez años no se realiza.
Estas cantidades que se entregan sin que el sindicato rinda cuenta tienen su reflejo en los excesos de Carlos Romero Deschamps, sobre quien pesan acusaciones por desvío de recursos, asociación delictuosa y fraude, y hoy cuenta con fuero federal por ser legislador priista; en tanto, sus hijos se exhiben  en las redes sociales, donde muestran autos, departamentos y demás lujos, cortesía de los mexicanos, sin que estas conductas sean investigadas y menos sancionadas.
Pero la corrupción no tan sólo proviene del sindicato, sino también de los directivos. Sonados casos como el llamado Pemexgate (campaña presidencial de Labastida), otro más que involucró al ex director de la paraestatal Raúl Muñoz Leos y el más reciente que implica a César Nava, ex líder panista, así lo confirman. Hay otros casos donde algunos personajes que en el pasado saquearon a la institución, hoy paradójicamente defienden y trabajan presuntamente por ésta. O por lo menos eso hacen creer.
El segundo lastre es la sangría a la que la paraestatal es sometida por el gobierno. En promedio, Pemex paga al fisco 55 centavos por cada peso de ingresos obtenidos por sus operaciones. Cierto, la petrolera es el mayor contribuyente fiscal de México y sus aportaciones representan aproximadamente una tercera parte del presupuesto total del gobierno federal, sin embargo mientras continúe con esa enorme contribución será sumamente difícil que se pueda convertir en una empresa rentable. Cualquier compañía privada cerraría sin remedio si se le cobraran tantos impuestos, y luego nos sorprendemos por sus números rojos.
Otro lastre, que no hay que dejar pasar y que busca frenar la reforma, lo constituyen todos esos grupos radicales de izquierda, que amparados bajo la bandera del nacionalismo más ramplón se oponen rotundamente a cualquier cambio en el esquema de inversión-cooperación de la paraestatal.
En su cerrazón ideológica parecen no percibir que bajo el modelo actual, como lo mencionaba en la pasada entrega, Pemex está acotada y no podrá concretar los cambios para lograr el despegue que requiere.
Es positivo que se hable de la reforma energética y más aún que se prevea su aprobación, no obstante poco o nada de ese esfuerzo servirá si persisten los lastres que tanto dañan a la industria petrolera nacional.
Hablo por mí y espero que por muchos más: estamos cansados de que Pemex sea un nido de impunidad y corrupción, que sea vista como el lugar para enriquecerse de forma fácil, rápida y hasta segura. Si quieren tener recursos gánenselos honestamente como el común de la población.
Y por último, como mexicano estoy dispuesto a morir enrollado en mi bandera, pero jamás por el cuento de esos  grupos radicales que quieren que lo hagamos a costa de las finanzas y la prosperidad del país. Lo que piden es asesinar a nuestra nación.

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