08 mayo, 2013

Perdiendo a Michoacán



  
Michoacán camina hacia un Estado fallido en el sentido clásico de su definición: pérdida de control físico de su territorio o del monopolio de la fuerza, erosión de la autoridad e incapacidad para proveer servicios públicos. 

Hay seis municipios en estado de sitio, donde se redujeron las garantías para más de 200 mil personas, porque no hay otra forma que encerrarlos en sus casas para darles seguridad. Las campañas de vacunación en Tierra Caliente se suspendieron y la actividad escolar depende de que no haya violencia. Y desde hace una semana, 40 empresas tienen parada su producción ante la inseguridad.


La mitad de Michoacán vive la pesadilla hobbsiana de la ley del más fuerte, donde todos luchan contra todos. El gobierno está aplastado por conflictos multifactoriales que aunque van por distintas vías, se cruzan y vinculan ante la debilidad institucional. 

Hay varios cárteles en pugna, escondidos algunos en los grupos de autodefensa civil, que también financian talamontes, y guerrilla que conecta con el narcotráfico en algunas regiones, y con la disidencia magisterial en otras.

Pero el problema que tiene a Michoacán camino al Estado fallido se debe a la lucha de cárteles de la droga. Informes de inteligencia a finales de abril anticipaban: “Se prevé que en el transcurso de los próximos días se recrudezca la violencia en diversos municipios de Michoacán, sobre todo en los limítrofes con Jalisco, debido a la feroz disputa que mantienen actualmente los cárteles de Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios por el control de la zona”.

Los informes afirman que la disputa comenzó en febrero con el surgimiento de los grupos de autodefensa civil en Aguililla, Apatzingán, Buenavista, Felipe Carrillo Puerto y Tepalcaltepec. “Detrás de esas guardias comunitarias está el Cártel Jalisco Nueva Generación… al que pertenecen la mayoría de (sus) integrantes… y quienes fueron armados, equipados y adiestrados por sicarios al servicio de ese cártel, lo que motivó la reacción violenta de Los Caballeros Templarios, debido a que esas comunidades estaban controladas por ellos hasta ahora”, dice un reporte. “Los Caballeros Templarios auspiciaron y financiaron la realización de ‘marchas ciudadanas’ en contra del surgimiento de las guardias comunitarias en Apatzingán, Aguililla y Uruapan”.

Ante esa nueva guerra, señalan los informes, el gobierno reaccionó con el Ejército, que detuvo a 34 miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación -asociado a la facción del Cártel del Pacífico que encabeza Joaquín El Chapo Guzmán-. Pero nada más, salvo el repliegue institucional ante “estos enfrentamientos… excesivamente violentos, y ante la perspectiva de que se produjeran otros más en los días sucesivos”.

La situación en Michoacán, como anticipaban los informes de inteligencia, se ha agravado. El gobernador interino Jesús Reyna visitó la semana pasada al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien le ofreció todo el respaldo federal para mantener la gobernabilidad. Esto no ha sucedido. 

Una de las preocupaciones de Reyna fue que le entregaran recursos para, entre otras prioridades, pagar salarios a maestros y desactivar el principal foco de conflicto social, que se mezcla con otros problemas y añade ingobernabilidad. La Secretaría de Hacienda, sin embargo, no los dio.

El respaldo federal ha sido hasta ahora, retórico. Salvo acciones quirúrgicas de los cuerpos de seguridad, como la referida en los informes de inteligencia, no hay señales que se esté conteniendo a los criminales. El Ejército salió a las calles una vez en forma reactiva para enfrentar a los narcotraficantes, pero el resto del tiempo, los militares y las fuerzas federales han servido sólo para recuperar las carreteras luego de horas que narcotraficantes, guerrilla y maestros las tomaran.

Si se ve el diagnóstico y pronóstico de los servicios de inteligencia del Estado mexicano, la pregunta es por qué no hizo nada el gobierno federal para contener o inhibir lo que venía. Se puede argumentar que le han regalado la mitad de Michoacán al crimen organizado y a la guerrilla, que han mezclado sus luchas con las del magisterio disidente. 

Ese 50% de territorio cayó en la anomia ante los ojos de las autoridades federales, en un proceso en marcha de pérdida de Michoacán ante fuerzas, legales e ilegales, que rechazan la autoridad constituida.

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