24 mayo, 2013

Perú: El consenso sensato – por Eugenio D’Medina Lora

Perdió los papeles esta semana Steven Levitsky, por quien tengo personal aprecio y con quien me comunico cada tanto, y disparó a los críticos de la reestatización de La Pampilla calificándolos de “opinólogos”, de rabiosos y de antidemocráticos ultraneoliberales. De paso, dejó claro que está en las filas de los intelectuales del estatismo más tradicional.

Me parece bien que Steve tome partido y se alinee en una posición. No existe análisis político totalmente neutro. Y menos, cuando uno hace periodismo de opinión. Pero descalificar a los analistas que no pensamos como él, como simples “opinólogos”, es poco elegante y demasiado arrogante. Más aún, cuando lo dice alguien que comenta desde afuera y que no ha vivido y padecido lo que fue el Perú como resultado de las políticas que él defiende.
Pero vamos al fondo. Levitsky incurre en falsos conceptos. El “Consenso de Washington” simplemente fue un conjunto de normas sugeridas que se resumían en manejar la economía de una manera responsable. En mi último libro (“El hilo conductor”) dedico un capítulo a explicar los mitos alrededor del “Consenso” que fue, en buena cuenta, lo que permitió ordenar las finanzas públicas a países como Perú y otros. Si en los 2000 bajó la intensidad de las medidas del “Consenso” –incluso en el Perú– fue precisamente porque las cosas ya estaban encaminadas de nuevo y se abrían nuevos horizontes para proseguir con las juergas populistas del dispendio del gasto público y del estatismo.
Otro error de Levitsky está en plantear que el modelo económico peruano es ultraliberal. ¿Cómo serlo si convive con el SUTEP como secuestrador de la educación peruana? ¿Cómo serlo si el gasto público en programas sociales se ha disparado astronómicamente mientras se incentiva menos la inversión privada? ¿Cómo serlo si las políticas económicas hoy se definen en las tomas de carreteras por los antimineros y afines y no en los gabinetes de expertos? ¿Cómo serlo si hasta ahora se demoniza la privatización de servicios públicos como el del agua y desagüe, el de las cárceles o el propio servicio educativo? ¿Cómo ser ultraliberal si el mensaje político del propio Presidente es antiliberal? El modelo peruano justamente funciona a medias porque está rodando con las llantas pinchadas. Y funciona a pesar de todos los escollos, como los mencionados, y otros más.
Uno más. No se mantiene el modelo en Perú porque analistas o políticos hayan hecho un gran trabajo defendiéndolo. Se mantiene porque los cinco presidentes que lo albergaron, aun sin creer en él se dieron cuenta que funciona, especialmente si se compara con el anterior, el de Velasco. Y si funciona, eso les permitía a esos presidentes, incluyendo al actual, un tránsito tranquilo por el gobierno. Por eso, desde Fujimori a Humala, si bien lo mantuvieron, nunca lo profundizaron hacia las reformas de segunda generación.
Ha sido el consenso de la sensatez lo que lo ha conservado, a pesar de las pataletas de quienes añoran el pasado diferente de las estatizaciones, la reforma agraria, la comunidad industrial, las empresas estratégicas, el proteccionismo y demás tonteras que nos condujeron a la peor crisis de nuestra historia.

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