¿Por qué Elba sí y Romero no?
Muchos pensaron, tras la sorpresiva detención
de Elba Esther Gordillo ocurrida hace casi dos meses y medio, que el siguiente
en la lista de perseguidos por el gobierno de Enrique Peña Nieto sería Carlos
Romero Deschamps. Nada más equivocado.
Al señor Romero no sólo no lo incomodan con
ningún tipo de investigación oficial de su abultado patrimonio, sino que el
mismo gobierno, que decía “combatir la corrupción y el desvío de cuotas
sindicales”, ha protegido y casi blindado al
dirigente del STPRM.
Hoy, que un diario capitalino muestra la
opulencia con la que vive el hijo de Romero Deschamps, que posee dos
departamentos de lujo en Miami, con un valor de ocho millones de pesos cada
uno, el tema del enriquecimiento del líder petrolero surge de nuevo por el estilo
de vida de sus hijos, que ya había sido mostrado públicamente por su hija
Paulina, quien en las redes sociales presumía sus viajes por todo el mundo en
vuelos comerciales y privados, además de sus costosos gustos en ropa y
accesorios de marca.
¿Cuál es la diferencia entre el estilo de
vida que llevaba Elba Esther Gordillo y sus hijos, nietos y familiares cercanos
y la opulencia que muestran el dirigente petrolero y su familia? Ninguna.
Tanto Gordillo como Romero (como tantos otros
dirigentes sindicales del país, por no hablar de políticos) no podrían
justificar con el sueldo que perciben -24 mil pesos del empleado petrolero- una vida llena de lujos y opulencia como la que llevan
ellos y sus familiares a la vista de todos.
Si en el caso de la maestra fueron esos
“gastos excesivos” los que atrajeron la atención de Hacienda y motivaron una
investigación fast track para acusarla de lavado de
dinero por el desvío de cuotas del sindicato magisterial, por qué no ocurre lo
mismo con Romero Deschamps y las evidencias de sus gastos y los de sus hijos?
La respuesta es simple: Carlos Romero
Deschamps es un dirigente funcional para el
gobierno de Peña Nieto y para el sistema priista. No sólo porque, a
diferencia de Elba Esther, ya le dio su aval, sin conocerla, a la reforma a
Pemex que prepara el gobierno, sino porque a Romero el PRI, el de ahora y el de
antes del 2000, le debe inmensos favores financieros, pues el millonario
sindicato petrolero ha sido generoso aportador de dinero para las campañas
priistas. Desde el Pemexgate, que se documentó públicamente,
hasta la misma campaña que llevó al poder al actual presidente.
Mientras Elba Esther se le reveló al sistema priista que la procreó
y rompió con el viejo partido para volverse artífice de los triunfos electorales
de los dos presidentes del PAN, Romero Deschamps ha
permanecido leal y servicial al PRI; incluso colaboró con su
reciente regreso al poder. Así que, además de la docilidad mostrada hacia la
reforma peñista a Pemex, el líder petrolero también es un hombre que tiene
demasiada información sobre cómo se han financiado, al menos en los últimos 25
años, las campañas priistas.
Eso hace, pues, que el gobierno que dice
“combatir la corrupción y defender las cuotas de los sindicalizados” mida con
distinta vara la riqueza de Gordillo y la de Romero Deschamps, y que una le
parezca “excesiva” y la otra “normal”. Ya lo decía hace tanto tiempo el
Benemérito y sigue tan vigente en el gobierno mexicano: “a los amigos, justicia y gracia; a los enemigos,
justicia a secas”.
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