A Madero lo metieron
en un camino sin retorno:
quitaba a Cordero o se iba él. El regaño del ex Presidente Calderón, vía Twitter, fue la
gota que derramó el vaso.
Gustavo Madero tuvo
que salvar su cara como presidente del PAN, pues de lo contrario habría tenido
que renunciar y entregarle el partido al grupo cercano al ex mandatario.
La ofensiva final
contra Madero la inició Ernesto Cordero, que se brincó todas las trancas de la disciplina partidaria y
ridiculizó al líder de su partido con el anuncio de una reforma política, pactada con los
senadores del PRD.
Ese acuerdo con los
senadores perredistas fue hecho al margen de lo que el Comité Ejecutivo
Nacional panista negocia con el propio PRD y el PRI.
Más que un desacato,
fue un reto. Y perdió, por ahora,
el equipo de Calderón con Ernesto Cordero al frente de la provocación.
Lo que hizo el hasta
ayer coordinador de los senadores panistas fue un desconocimiento, en los
hechos, de la autoridad de Gustavo Madero para hacer acuerdos y posicionar a
Acción Nacional con un perfil negociador dentro de la pluralidad.
Es falso el
argumento de Cordero y quienes le acompañan en su aventura rupturista, en el sentido de que el Pacto por México
prescinde del trabajo legislativo.
También es falso que
Madero se haya arrogado facultades que corresponden a los diputados y
senadores de Acción Nacional.
En el Pacto se
llegan a acuerdos para la redacción de un documento base, una iniciativa, un
proyecto de reforma. Pero quienes deciden son los legisladores.
Las reformas se procesan, se discuten, se modifican y se
votan en las cámaras de
diputados y de senadores. Ellos tienen la última palabra.
Es mentira, pues,
que al formular un proyecto de reforma se suplante la actividad legislativa. Ése era sólo el pretexto para desautorizar
a Madero.
Los senadores
panistas que están con Cordero, han hecho mofa de la conducción de Madero al
frente del PAN, a quien consideran
incompetente y desleal
al papel que debe jugar su partido.
Y se lo dicen, con palabras mucho más duras e hirientes en artículos periodísticos y en las redes
sociales.
Quienes ventilaron
en público las diferencias entre senadores y el dirigente nacional panista,
fueron los primeros, y no Madero.
El presidente del
PAN no tuvo más alternativa que enfrentar la circunstancia en la que lo
pusieron algunos senadores de su partido. Debió sacar la cara, porque la estaba
perdiendo.
Si Madero no quitaba
a Cordero, perdía toda autoridad dentro de su partido, y hacia afuera sería
el hazmerreir de la escena política.
Madero ayer se
enfrentó a Felipe Calderón y propinó un golpe que le devuelve autoridad al interior de su
partido.
Falta por ver si es
capaz de sostenerse ante la revancha que vendrá.
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