13 mayo, 2013

Socavando las claves de la prosperidad

por Dalibor Rohac y Marian Tupy
Dalibor Rohac es analista de políticas públicas del Cato Institute.
Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
La crisis económica que empezó en 2008 erosionó la confianza de la gente en los mercados libres —de manera injustificada, para muchos— y encaminó las políticas estadounidenses hacia cada vez más regulación financiera e intervención estatal en la economía. Contraste esto con muchas naciones en vías de desarrollo en África, donde los mercados libres gozaron de una especie de renacimiento desde que se dio la recesión. La recuperación en EE.UU. ha sido dolorosamente lenta, mientras que la economía de África una vez más está experimentando una bonanza con una tasa de crecimiento de 5,4 por ciento —todavía mayor que antes de la crisis.


A pesar de la abundante evidencia de que las políticas económicas pro-mercado son un importante motor de desarrollo, las reuniones de primavera en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional trajeron consigo preocupantes señales de que el respaldo a los mercados libres está disminuyendo todavía más. Para bien o para mal, los políticos occidentales y las agencias de ayuda externa tienen una influencia importante sobre las políticas en el mundo en vías de desarrollo, y sus acciones afectan a millones de personas pobres alrededor del planeta.
A lo largo de la última década, el continente más pobre del mundo, África, ha logrado un tremendo progreso económico. El producto interno bruto real aumentó en un promedio anual de 4,9 por ciento entre 2000 y 2008 —el doble de rápido que durante la década de los noventa. Luego de la crisis financiera, el crecimiento africano se desaceleró a 2 por ciento en 2009, pero desde ese entonces ha vuelto a las tasas de crecimiento pre-crisis.
Parcialmente, el crecimiento de África ha estado liderado por el alza de los precios de los commodities. Sin embargo, de acuerdo a un reporte de McKinsey acerca del desarrollo económico de África, “los recursos explican solamente alrededor de un tercio del nuevo crecimiento. El resto resultó de cambios internos estructurales que han fomentado la economía doméstica más amplia”.
¿Qué pasó exactamente? La inflación se redujo con políticas monetarias más moderadas en el continente, de un promedio de 22 por ciento en los noventa a uno de 8 por ciento durante la década de los 2000, los déficits presupuestarios y la deuda pública fueron reducidos, y muchos países también se embarcaron en un programa de liberalización comercial y privatizaciones. Estas reformas muchas veces estuvieron acompañadas de recortes de impuestos y cambios en el ambiente legal y regulatorio, que redujeron el costo de hacer negocios.
Ahora, el progreso económico extraordinario del mundo en vías de desarrollo, y de África particularmente, está amenazado porque el consenso intelectual a favor de los mercados está debilitándose entre quienes diseñan las políticas en Occidente y dentro de la industria de la ayuda externa.
Incluso Jim Yong Kim, director del Banco Mundial, una vez parecía ser escéptico de las reformas pro-crecimiento. “Incluso donde las medidas de políticas neoliberales han logrado estimular el crecimiento económico, los beneficios del crecimiento no han llegado a aquellos que viven en la extrema pobreza”, escribió el Sr. Kim en un libro publicado en el año 2000 y titulado Muriendo por el crecimiento: La desigualdad global y la salud de los pobres (Dying for Growth: Global Inequality and The Health of The Poor). La publicación está llena de loas al sistema de salud cubano, que, según escribió, “prioriza la igualdad social”.
Los proyectos pro-crecimiento del Banco Mundial, particularmente el proyecto Haciendo Negocios, que mide la calidad del ambiente para hacer negocios alrededor del mundo, han estado siendo atacados ideológicamente desde hace mucho tiempo por organizaciones como Oxfam. Bajo el liderazgo del Sr. Kim, una evaluación independiente del proyecto Haciendo Negocios ha sido anunciada y será liderada por el ex ministro de finanzas de Sudáfrica, Trevor Manuel. La evaluación le ha dado a los grupos que son escépticos del proyecto una oportunidad singular para destruir el proyecto o dejarlo sin su poder de análisis.
Desde que se creó hace 10 años, el proyecto Haciendo Negocios ha sido un punto focal para los gobiernos de las economías emergentes que estaban tratando de mejorar su ambiente de negocios. Mediante una serie comprensiva de reformas, Ruanda escaló desde la posición No. 150 en la edición de 2008 del reporte Haciendo Negocios hasta la posición No. 52 en el reporte de 2012. Los reformadores agresivos, como Islas Mauricio, Ruanda y Georgia, no solamente experimentaron un crecimiento económico significativo, sino que también experimentaron dramáticas mejoras en la gobernabilidad y una disminución de la corrupción.
Un documento preparado por varias organizaciones no gubernamentales —incluyendo a Oxfam, Ayuda Cristiana y Save the Children— para que lo revise el panel antes de las reuniones de primavera, parece ignorar esta evidencia. Aseverando rotundamente que el proyecto Haciendo Negocios contribuye “poco para lograr las ambiciones de sustento de los empresarios pobres o para lograr los objetivos de desarrollo del Banco Mundial”, estas organizaciones piden que el Banco Mundial y otros donantes dejen de utilizar al reporte Haciendo Negocios como un punto de referencia para evaluar el ambiente institucional de los países.
Sin embargo, la visible caída de la pobreza en el mundo en vías de desarrollo, desde la mitad de su población total en 1981 a solamente 21 por ciento en 2010 —todo a pesar del incremento en un 59 por ciento de su población— hubiese sido inconcebible sin las reformas “neoliberales” en los países pobres, tan vapuleadas por la industria de la ayuda externa y por los aliados intelectuales del Sr. Kim, quien fuese nominado por la administración Obama. Invertir este progreso sería una atroz tragedia humana.

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