Economía
La ministra de Trabajo alemana, que recientemente firmó un acuerdo para dar empleo a 5.000 jóvenes españoles al año, es uno de los pesos pesados en su gobierno y cotiza al alza
La prensa la apoda «la madre de la nación
alemana», herencia de su etapa como ministra de Familia, y pese a que
admite públicamente que el apelativo no le gusta, lo cierto es que la
ministra de Trabajo y Asuntos Sociales de Alemania, Ursula von der
Leyen, es una estrella en alza en el gobierno de la canciller Angela
Merkel.
Madre de siete hijos, Von der Leyen
protagonizó las primeras planas de los periódicos nacionales la semana
pasada, cuando se desplazó a Madrid para firmar un acuerdo para dar trabajo a 5.000 jóvenes españoles al año en su país de origen.
Sus partidarios destacan su carácter
carismático y cosmopolita, más europeista —nació y pasó su infancia en
la capital de la Unión, Bruselas, en 1958, y vivió en Londres y
Standford— que muchos de sus compañeros de la CDU, y su gran
popularidad. También su extenso currículum: habla inglés y francés fluido,
se graduó en Económicas en Göttingen, amplió estudios en la London
School of Economics y se licenció en Medicina en Hannover, donde ejerció
como doctora e investigadora médica durante ocho años.
Alejada del sector más patriotero y conservador de su partido, y considerada una liberal con conciencia social,
saltó a la política de primer nivel en 2003, cuando fue nombrada
ministra de Asuntos Sociales, Mujer, Asuntos Familiares y Salud en el
Länder de Baja Sajonia. Poco después, en 2005, se convirtió en uno de
los grandes apoyos de Merkel, cuando la entonces recién elegida
canciller la aupó a ministra federal de Familia.
Desde su puesto propuso y aprobó
medidas no siempre bien recibidas por los democristianos más ortodoxos,
partidarios del estricto control del déficit, como la instauración de un
sueldo mensual para padres que se acojan al permiso de paternidad
durante el primer año de vida de cada nuevo hijo. En 2006 mostró su
compromiso con los valores familiares en una entrevista con ABC, en la que afirmó que «sin niños un país no puede existir ni económica ni emocionalmente».
Mantuvo su escora social a partir de 2009, cuando «heredó» de manos del flamante ministro Franz Josef Jung —anterior titular de Defensa— la cartera de Trabajo después de que éste se viera obligado a dimitir
tras estallarle en las manos un escándalo relacionado con la ocultación
de información sobre una matanza en Afganistán. Una escora que también
le supuso un duro varapalo en 2010, cuando el veto de los varones
regionales democristianos impidió que accediera al nuevo puesto que
Merkel deseaba para ella: nada más y nada menos que la presidencia del país.
Pese a los deseos de la canciller, finalmente el designado para ocupar
el puesto que dejaba vacante Horst Köhler tras presentar inesperadamente
su dimisión por unas controvertidas declaraciones en las que vinculaba
las misiones internacionales del Ejército con los intereses económicos
de Alemania fue el primer ministro de Baja Sajonia y vicepresidente de
la CDU, Christian Wulff.
Pese a gozar del apoyo de Merkel, no
han faltado los rifirrafes entre ambas. En el verano de 2011, cuando
cada día de crisis de deuda soberana parecía el último, Von der Leyen
propuso exigir a los países rescatados que aportasen sus reservas de oro
como garantía, algo que la canciller se vio obligada a desmentir antes
de veinticuatro horas. El más reciente —y más sonado— enfrentamiento
terminó el mes pasado con una victoria pírrica la ministra: tras iniciar
una suerte de rebelión femenina en el seno de los democristianos al
mostrarse partidaria de apoyar la iniciativa del SPD de imponer una
cuota obligatoria de mujeres en los consejos de administración de las
empresas —algo que respaldaron otras 25 diputadas de la CDU— tuvo que
conformarse con la lejana promesa de que los democristianos impondrían
un porcentaje femenino del 30% en los consejos de las empresas a partir
de 2020.
Sin embargo, los enfrentamientos no
han minado su relación con la canciller —Merkel salió a defenderla
públicamente cuando una diputada y compañera de partido exigió su
dimisión— ni tampoco su popularidad: es habitual verla en televisión, y
no solo en sesudos debates sobre legislación laboral, sino también en
programas de entretenimiento, galas benéficas y entregas de premios. La
última, el mes de febrero pasado, cuando entregó al actor norteamericano
George Clooney el Premio Alemán de los Medios.
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